OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (850)

Pedro y Pablo bautizando
Hacia 1385-1390
Liturgia de las Horas
Bourges, Francia
Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel
Homilía III
Contra los maestros falsos, que engañan a sus auditores y les abren la puerta del error y de las malas acciones, se subraya que Cristo vino para enseñarnos y mostrarnos con sus acciones lo que le acarrea la salvación al auténtico oyente de la Palabra (§ 3.1).
Se debe proclamar aquello que ofrece salvación al oyente
3.1. “¡Ay!, dice [el profeta], de aquellas que cosen almohadones con cada articulación de las manos[1], o de la mano” (Ez 13,18 LXX)[2]. Aquellos que están ocupados en la alimentación del cuerpo y ni siquiera en sueños ven las delicias espirituales, que la Palabra quiere que poseamos cuando dice: “Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal 36 [37],4); aquellos no han conocido el gozo de los bienaventurados, del que está escrito: “Les darás de beber del torrente de tu deleite” (Sal 35 [36],9), estos, como amantes del lujuria y no amantes de Dios, buscan estar siempre en medio de los deleites corporales. Ahora bien, “la almohada cosida con cada articulación de las manos”, me parece un signo de la voluptuosidad carnal. Porque, en efecto, en el tiempo de reclinarse [en la mesa] para alimentar los cuerpos, vemos que se usan ciertos almohadones cosidos y bordados bajo la articulación de nuestras manos, quizá la Palabra divina, por medio de esta figura y argumento, reprenda a los maestros que, por medio de la jactancia y las promesas de felicidad, permiten a la multitud de oyentes la lujuria, los vicios y el placer. Porque el Verbo de Dios, el Hombre Dios debe proclamar aquello que es para la salud del oyente, lo que le incite a la continencia, a la práctica de acciones sanas, a todo aquello a que debe dedicarse con esforzado trabajo el hombre, y no al placer, para poder obtener lo que Dios le ha prometido. Por tanto, cuando alguien, en conformidad con los hábitos de la gente, con el fin de complacer a aquellos cuyos oídos pican, dice lo que ellos oirían con gusto, dice cosas que están aliadas al placer, y tal maestro “cose almohadas con cada articulación de las manos”[3].
Los herejes procedían al modo de esos oradores que cubrían con un velo las cabezas de todos sus oyentes. Es decir, engañan al auditorio con palabras bonitas y falsas promesas de felicidad. De esta forma se ganan adherentes, pero los conducen al abismo del error (§ 3.2).
Cubrirse la cabeza con un velo
3.2. Así, quien comete falta también hace “un velo para cubrir la cabeza de todas las edades” (cf. Ez 13,18). Pero consideremos con más cuidado de qué sea figura el velo. Quien tiene confianza y verdaderamente es un hombre, no lleva un velo sobre su cabeza, sino que ora a Dios con la cabeza descubierta, profetiza con la cabeza descubierta, mostrando también por un signo corporal una realidad espiritual latente; de modo que, así como no lleva un velo sobre la cabeza de su carne, tampoco lleva un velo sobre el principal de su corazón. Pero aquel que realiza obras de desorden y pecado, parece como si tuviera velos femeninos sobre su cabeza. Por eso, cuando alguien enseña cosas que complacen el oído[4] del pueblo y más bien provoca estrépito que gemidos; si el enemigo astuto toca con halago las heridas en vez de operarlas, tal persona ha tejido velos sobre la cabeza. Cuando, además, la palabra de quien habla se ha convertido en discurso lujurioso y su palabra se ha vuelto licenciosa, entonces el orador ha tejido un velo sobre la cabeza de toda edad, no solo de niños y jóvenes, sino también de ancianos. ¿Cómo hará signos y portentos para engañar, si fuera posible, incluso a los escogidos, el falso cristo y el falso profeta (cf. Mc 13,22)? Y del mismo modo, aquellos que dirigen su pensamiento hacia el placer, y buscan siempre lo que deleita más a los oyentes en vez de aquello que los aparte de los vicios; fabrican velos sobre sus cabezas, no solo de niños y jóvenes, sino también, si fuera posible, de ancianos y ancianos mayores, de modo que engañen incluso a los que, con el esfuerzo de su alma, avanzaron en la edad espiritual y [el estado de] ancianidad.
“La distinción hombre/mujer, con referencia a la Sagrada Escritura, sobre todo sobre la base del relato bíblico de la ceración, es utilizada por Orígenes en sentido espiritual, en concreto, para definir las relaciones entre el alma y el espíritu, en la cual el alma asume una posición de clara inferioridad respecto al espíritu, mostrando una mayor inclinación hacia los vicios carnales. En el siguiente párrafo, la femineidad es referida a los falsos maestros y, de forma alegórica, es índice de debilidad y fragilidad, contraponiéndose a la virilidad y firmeza de los justos…[5]” (§ 3.3).
No inventar discursos fraudulentos y astutos
3.3. Y verdaderamente el profeta pudo decir: “sobre los hijos de tu pueblo que profetizan”, pero, como si todos los que tejen velos y cosen almohadones con cada articulación de las manos fueran mujeres y no hubiera ninguno entre ellos digno del nombre de varón, el profeta dice: “Contra las hijas de tu pueblo que profetizan de su corazón” (Ez 13,17), y hacen lo que está escrito a continuación. En verdad, son afeminadas las almas y las intenciones de aquellos maestros, que siempre componen discursos resonantes y armoniosos; y, para decir lo que es verdad, nada viril, nada fuerte, nada digno de Dios hay en aquellos que predican según el favor y el querer de los oyentes; por eso, dijo que todas las hijas en lugar de hijos cosieron almohadones. Y observa la propiedad de la palabra: cosieron, dijo, no “tejen”. ¿No sabes que la túnica de tu Señor Jesús no tiene nada cosido, sino que está tejida de una sola pieza (cf. Jn 19,23)? Estas, pues, cosen las palabras de manera fraudulenta y astuta, cosiendo más que tejiendo; y hacen almohadones, no para poner la cabeza, sino la articulación, es decir, para que sus manos no se fatiguen, ni si cansen en la actividad, sino que estén en reposo, en ocio, en aquellas conductas que sirven a los placeres.
En el párrafo siguiente, sobre todo en su segunda parte, se advierte claramente que la interpretación del profeta Ezequiel se aplica a los herejes. Son ellos quienes debilitan las almas de los fieles, las tornan afeminadas, les enseñan a vivir de forma incoherente el seguimiento de Cristo e incluso niegan el valor del martirio por confesar la fe (§ 4.1-2).
Es Dios quien examina todos los tejidos de nuestras vidas
4.1. Pero en realidad, estas cosas que decimos son como las hemos entendido nosotros, lo que sigue en el discurso del profeta lo muestra más claramente, diciendo: «Esto dice el Señor Adonai: “He aquí, yo estoy contra sus almohadones, con los cuales convierten las almas a la perdición”» (Ez 13,20). Abrió el enigma que permanecía oculto, mostrando claramente que los almohadones cosidos estaban hechos para la perdición de las almas. ¿Y quién puede dudar de la palabra que se lee, oyendo que Dios amenaza porque él mismo rompe esas costuras y esos almohadones? Porque dice: “He aquí, que yo mismo -no lo ordeno, sino- rompo los almohadones cosidos con las articulaciones de las manos” (cf. Ez 13,20. 18). A Dios le corresponde examinar todo tejido y deshacer todas las malas costuras, que dañan a aquellos que no quieren trabajar con las manos, sino mantenerlas ociosas. “Y los arrancaré de sus brazos” (Ez 13,20), es decir, los almohadones. Dios amenaza, casi con misericordia, arrancar los almohadones de los brazos, para que ya no las tengamos sometidas bajo nuestras articulaciones. “Y liberaré las almas de los que han corrompido” (Ez 13,20). ¿Qué es, entonces, esa corrupción? ¿Coser almohadones y ponerlos bajo las articulaciones de la mano? Pero para que entiendas el sentido misterioso de la palabra, verás que una gran corrupción consiste en hacer a un hombre delicado[6] en el cuerpo.
Destruir los nefastos almohadones
4.2. Tales son las palabras de los herejes, en quienes no hay una forma de vida rigurosa. Encontrarás discípulos de Valentín con costumbres disolutas, tendiendo hacia nada fuerte, hacia ninguna virilidad; del mismo modo son también los seguidores de Basílides; además, este enseña y niega impúdicamente, casi como precepto, lo relativo al martirio. No enseñan lo que muestran los varones eclesiásticos, dispuestos a tomar la cruz y seguir al Salvador (cf. Mt 16,24). Por tanto, la Palabra que hace estas amenazas, el Hijo de Dios, rompe las costuras nefastas. Otórgame, oh Cristo, que rompa todos los almohadones cocidos para la lujuria de las almas.
[1] O del brazo. “La frase parece referirse al movimiento exagerado con el codo, que puede hacerse al coser” (La Biblia griega, IV, p. 409, nota a). Es posible que Orígenes entienda que se trata del codo del brazo (cf. ATT 2, p. 97, nota 22).
[2] Este oráculo, que no tiene relación con el párrafo precedente, se dirige contra las falsas profetizas o mujeres “nigromantes” (cf. 1 S 28,6-25). Ezequiel alude a ciertas prácticas que nos son desconocidas, por medio de las cuales ellas ejercen sobre “sus clientes” una influencia mágica (cf. Traduction Oecuménique de la Bible. Edition intégrale. Ancien Testament, Paris, Les Éditions du Cerf – Société biblique française, 122011, p. 877).
[3] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Salmo 36 (37), I,4.2; OO 9/3A, pp. 226-229: «“Deléitate del Señor y te dará las peticiones de tu corazón” (Sal 36 [37],4). Como para el hombre exterior es posible alimentarse simplemente sin deleitarse, sin embargo, también es posible deleitarse -los ricos se deleitan-, del mismo modo asimismo para el hombre interior es posible simplemente deleitarse. Uno, en efecto, es alimentado solo con la escucha de las palabras de exhortación, pero aquel que se dedica a la interpretación de la Ley, al comentario de los profetas, a la solución de las parábolas evangélicas, a aclarar las palabras apostólicas, el que a esto se dedica se deleita del Señor y se alimenta por necesidad, pero no solo por el alimento. Por consiguiente, (el salmo) nos enseña a deleitarnos del Señor. Dios, en efecto, queriendo desde el principio deleitarnos espiritualmente, plantó el jardín de las delicias (cf. Gn 3,23) y concedió el torrente de las delicias (cf. Sal 35 [36],9), sobre lo cual dice: “Les darás a beber” (Sal 35 [36],9). Las delicias están reservadas a quienes han vivido bien. Despreciando el alimento corpóreo, recibirás un alimento espiritual. Si quieres, convéncete de ello en base a la Escritura. Un rico y un pobre se encontraban en el mismo lugar. El rico se deleitaba en corporalmente, pero el pobre no se deleitaba corporalmente, sino que vivía en la miseria. Mas el pobre que no se deleitaba fue, (después de la muerte), al seno de Abraham, para deleitarse y allí recibió su reposo. El que se deleitaba también murió y fue a gehena de fuego, como está escrito en el Evangelio (cf. Lc 16,25-26)[3]. Porque quien se deleita según la carne, recibe ya sus bienes. Nadie puede deleitarse en la carne y en el espíritu, pero si se deleita en la carne, como el rico, será privado de las delicias con Abraham. En cambio, si no se ha deleitado, sino que en la fiesta ha comido el pan de aflicción (cf. Dt 16,3), como el pobre, después de su partida, entonces se deleita; entonces: “Deléitate del Señor y te dará las peticiones de tu corazón” (Sal 36 [37],4)».
[4] O: halagan los oídos (orejas) del pueblo.
[5] OO 8, p. 167, nota 12.
[6] La versión italiana traduce: afeminado (delicatus).