OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (795)

Cristo vence al demonio con los instrumentos de su pasión

Siglo XIV

Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos 

Homilía I sobre el Salmo 77 (78)

Introducción

Orígenes nos plantea un tema de gran actualidad: ¿sabemos cómo interrogar el texto de la Escritura? Es decir, ¿hemos aprendido a acercarnos a la Biblia sin temor para presentarle nuestras dudas? (§ 6.1).

En los pasajes más difíciles de la Sagrada Escritura es, en última instancia, el Salvador quien nos habla; Él nos explica el texto. A Él tenemos que recurrir para que nos abra a la comprensión de la enseñanza que nos quiere transmitir (§ 6.2).

Muchas de las palabras de Nuestro Señor Jesucristo no fueran puestas por escrito, no se conservan en los evangelios. Pues la debilidad humana no podría soportar la grandeza de una tal cantidad de enseñanzas sin padecer grave daño (§ 6.3).

Orígenes pone de relieve en su interpretación del salmo la importancia de transmitir las enseñanzas y las obras portentosas que Dios hizo un favor de su pueblo (§ 7.1).

Y esto ya sucedió incluso antes de la venida de Cristo que trajo su ley, o mejor: la plenitud de la ley (§ 7.2).

Jesucristo ha creado un pueblo al que le anuncia las grandes obras que el Padre ha hecho en su favor. Es el pueblo de la Nueva Alianza. Y es en este pueblo que la Ley llega a su plenitud (§ 7.3). 

El Alejandrino exhorta a su auditorio a no olvidar las obras de Dios. Tanto las que Él realizó en tiempos antiguos, como las que lleva a término por medio de la venida de su Hijo en nuestra carne (§ 7.4).

En la conclusión de la homilía se nos invita aprender de las vicisitudes e incluso de las infidelidades del pueblo de la Antigua Alianza. Aprendamos a no cometer los mismos errores, y adquiramos un corazón recto (§ 7.5). 

Texto

Aprender a interrogar a la Escritura Sagrada

6.1. “Hablaré de cuestiones antiguas[1]” (Sal 77 [78],2: Mt 13,35). Entre los estudiosos de la filosofía griega hay algunos problemas que son propuestos que se les presentan a quienes se preparan a estudiarla, para que se ejerciten en ellos tanto aquellos que enseñan como aquellos que hacen la experiencia de (maestros) exponiéndoles tales enseñanzas. De igual modo, existen también algunos problemas de la Escritura. ¿Cuáles son estos problemas? ¿Cómo pudieron existir tres días, sin que estuvieran creados el sol, la luna y las estrellas? Porque Moisés ha escrito que las luminarias y los astros fueron creados en el cuarto día (cf. Gn 1,16). Entre los problemas antiguos[2] está también éste: ¿cómo “las tinieblas estaban sobre el abismo, pero el espíritu de Dios estaba por encima de las aguas” (Gn 1,2)? ¿Por qué motivo el espíritu de Dios no estaba sobre el abismo y las tinieblas no estaban sobre las aguas? También éste es una cuestión antigua. Y si alguien es capaz de interrogar sabiamente a la Escritura, encontrará “cuestiones antiguas”. 

Es Jesús quien nos explica las Escrituras 

6.2. Ahora bien, el Salvador afirma: “Enunciaré problemas desde el inicio” (Mt 13,35; Sal 77 [78],2), escúchalo también decir: “Explicaré los problemas desde el inicio”. Pues Él “les explicaba todos los problemas[3] en privado a sus propios discípulos y les anunciaba la palabra[4]” (Mc 4,34; 2,2), la que se refería a Dios. Aquellos eran los problemas sobre los que les enseñaba, explicándoselos a los discípulos. Juan ha afirmado esto en una forma alusiva[5] diciendo: “No pienso que el mundo podría contener los libros que se hubieran escrito” (Jn 21,25).

El mundo no puede soportar el conocimiento de todas las enseñanzas del Señor

6.3. Porque si por hipótesis se hubiera transcripto lo que el Salvador dijo a los discípulos sobre Dios, el mundo no lo habría soportado, sino que habría padecido un terremoto y una turbación. Pues [la Escritura] dice que la tierra se conmueve y el cielo se admira de las palabras divinas (cf. Is 13,13; 24,18-19). Y si es necesario decir la causa del terremoto y de los eclipses solares que acaecieron durante la pasión del Salvador (cf. Mt 27,51; Lc 23,44), diremos: porque la grandeza de su oración al Padre fue algo extraordinario (cf. Mt 27,50; Lc 23,46), ella conmovió incluso los elementos naturales y el cosmos (cf. Mt 27,52). Y verdaderamente estas cosas dichas por el Salvador eran tales que, a menudo. no fueron expresadas, por causa de la turbación que se habría producido con ellas en el cosmos. Y en verdad los santos interceden ante Dios con gemidos inefables (cf. Rm 8,26); y, tal vez, [estos gemidos] son inefables para no turbar al cosmos. También Pablo, estando en situación de escuchar palabras inefables (cf. 2 Co 12,4), no las escuchó sobre la tierra, puesto que la tierra habría temblado y vacilado. Pero yo diré con mayor audacia: él no las escuchó en el aire, no las escuchó en el primer cielo y no las escuchó ni siquiera en el segundo cielo. En efecto, todas estas realidades creadas habrían vacilado, si las palabras inefables le hubieran sido comunicadas mientras estaba todavía en medio de estos seres creados. Por esto, preparándose para escuchar enseñanzas sagradas e inefables, fue llevado al tercer cielo (cf. 2 Co 12,2). Sea esto dicho sobre las palabras: “Hablaré de cuestiones antiguas” (Sal 77 [78],2: Mt 13,35), porque Jesús ha enunciado los problemas y los ha resuelto también para sus discípulos, pero esto no sido transcrito. Porque el mundo no habría soportado su transcripción.

Los padres transmitieron a sus hijos las enseñanzas del Señor

7.1. Estas son las palabras dichas por el Salvador, pero los apóstoles y todos sus discípulos las continúan. Es en nombre de ellos que se dicen estas palabras: “Lo que hemos oído y lo que hemos conocido” (Sal 77 [78],3); es decir, “conocemos otras enseñanzas, que hemos oído; y como las hemos oído, las hemos conocido, y nos las han explicado nuestros padres (Sal 77 [78],3), antes que Tú vinieras y nos las anunciaras”. “Y nuestros padres nos las han contado, no han sido ocultadas a sus hijos por otra generación” (Sal 77 [78],3-4). Pues las enseñaron a aquellos que vinieron después de ellos, “y anunciaban las alabanzas del Señor” (Sal 77 [78],4). 

Antes de la llegada de Cristo 

7.2. Las palabras que siguen son estas: “Y nuestros padres nos las han transmitido, no se han ocultado a sus hijos para otra generación, anunciando las alabanzas del Señor, sus acciones poderosas y las maravillas que ha realizado” (Sal 77 [78],3-4). Ellos nos anunciaron “las alabanzas del Señor”, nos han anunciado “sus acciones poderosas y las maravillas que realizó cuando “Dios suscitó un testimonio en Jacob, y puso una Ley en Israel” (Sal 77 [78],5), antes que llegara tu ley.

Cristo ha constituido un pueblo 

7.3. Pues ciertamente dice: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1), pero nosotros entendemos esto de la primera Ley: “y ha puesto una ley en Israel que ha mandado a nuestros padres” (Sal 77 [78],5). Ahora bien, si les ha dado una ley, mientras tú dices: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley”, nosotros declaramos sobre las dos leyes: “Para dar a conocer estas cosas a sus hijos” (Sal 77 [78],5). Porque para esta finalidad Él ha dado una orden a los padres: “Para que la pueda conocer otra generación, y los hijos que nacerán” (Sal 77 [78],6). Así Cristo anuncia las grandes obras del Padre al pueblo que nacerá, al pueblo que ha hecho el Señor. 

No olvidar las obras de Dios

7.4. “Y se levantarán y anunciarán a sus hijos, y a los hijos que nacerán” (Sal 77 [78],6). El pueblo que nacerá resurge de los muertos y dice: “Fuimos sepultados con Cristo por medio del bautismo” (Rm 6,4), y resucitamos con Él. Y éstos, después de haber resucitado, no se van a pasear. Puesto que cada uno anuncia a los hijos “que pongan su esperanza en Dios y no se olviden de las obras de Dios” (Sal 77 [78],7), sea aquellas antiguas, sea aquellas [realizadas] con la venida de Cristo.

Permanezcamos fieles y recibamos el espíritu de paz 

7.5. “Y busquen sus mandamientos” (Sal 77 [78],7), es posible buscar el mandamiento ya sea comprendiéndolo, ya sea poniéndolo en práctica, “para que no sean como sus padres” (Sal 77 [78],8). Porque aquellos padres que nos precedieron no permanecieron fieles: “Todos nuestros padres, en efecto, estaban bajo la nube y todos fueron bautizados en Moisés” (1 Co 10.1-2), “pero Dios no se complació[6] en la mayor parte de ellos” (1 Co 10,5). Por consiguiente, quiero aprender “para no ser como nuestros padres” (Sal 77 [78],8). Aquella fue una generación torcida, sobre todo por la conspiración contra el Salvador, y rebelde (cf. Sal 77 [78],8); una generación que llevaba sobre sí los signos de la rebeldía: “Una generación que no enderezó su corazón” (Sal 77 [78],8). Aprendamos lo que les corresponde y su reprobación[7], para que, aprendiéndolo, adquiramos un corazón recto y no seamos como ellos, sobre quienes está escrito: “Su espíritu no fue fiel con Dios” (Sal 77 [78],8). Porque el espíritu de aquella generación no fue fiel con Dios, no mantuvo la alianza con Dios. Pero nosotros, recibiendo el espíritu de paz, oremos para mantenernos fieles a Dios, en Cristo Jesús, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.


[1] Lit.: “diré (o: hablaré) problemas desde el inicio”.

[2] O: “del inicio”.

[3] Lit.: “parábolas”.

[4] Lit.: “y les hablaba las palabras”.

[5] O: enigmática (ainissomenos).

[6] O: “se agradó”.

[7] Lit.: sus reproches.