OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (779)

La tentación de Jesucristo

1170-1180

Corbie, Francia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilías improvisadas sobre el Salmo 76 (77). Homilía II[1]

Introducción

El inicio de esta segunda homilía “improvisada”, en la que Orígenes nos muestra sus grandes habilidades retóricas, nos instruye sobre la necesidad de tener guías aptos, que puedan conducirnos por el camino de vida según la verdad (§ 1.1-2).

El comienzo de una vida según Cristo Jesús y según el Espíritu Santo no es algo fácil, todo lo contrario: suele ser muy exigente. Pero a medida que avanzamos por esta vía llegamos al conocimiento del verdadero culto a Dios (§ 1.3).

El camino hacia la perfección evangélica se inicia al comprender que necesitamos renovarnos, recrear nuestra propia existencia. Entonces se empieza a vislumbrar que algo nuevo ha comenzado: “Ahora he empezado”, es la feliz expresión de este cambio (§ 1.4).

El aprendizaje de la fe y el crecimiento en ella, en la vivencia de la vocación cristiana, en el seguimiento de Jesucristo, es gradual y requiere tiempo. Solo después de un lapso bastante extenso se puede comprender lo que Dios nos regala (§ 1.5).

No podemos quedar detenidos en el crecimiento de la comprensión de nuestra fe. Y para un auténtico aprendizaje de la existencia cristiana necesitamos indefectiblemente la ayuda del Señor y la compañía de buenos maestros (§ 1.6).

La Encarnación de Jesucristo nos ofrece una nueva condición, que nos será de mucho provecho. En ella recibimos una especial y excelente cercanía con el Señor Jesús (§ 2.1).

“El cambio de la diestra del Altísimo” es el tránsito de “las figuras” de la Antigua Alianza a “las realidades” del Nuevo Testamento. Y la nueva realidad es Jesucristo. Por Él, lo que antes consideraba una ganancia, ahora lo estimo una pérdida (§ 2.2).

Texto

Maestros que son guías

1.1. A menudo aquel que vive según Dios, encontrándose al comienzo de la vida según Dios, piensa que ya ha puesto el inicio de vivir como se debe vivir. Pero cuando entiende la diferencia entre el comienzo y la vida según Dios, llega después al inicio, al camino de la vida según Dios, reconociendo que antes creía haber comenzado, pero que todavía no había comenzado; finalmente, reconociendo cuál es el inicio, dice las palabras: “Ahora he empezado” (Sal 76 [77],11). Si fuera necesario hacer esto más claro para los oyentes mediante ejemplos, prestemos atención a las cosas que se dirán. Muchas veces quien se empeña en el culto a Dios, según Cristo, al comienzo de su compromiso, ya sea porque él mismo no ha comprendido la forma en que se debe practicar el culto a Dios, ya sea porque ha caído en manos de maestros que no son los adecuados, piensa que en efecto practica el culto de Dios según Cristo, aunque no la hace todavía en la forma que conviene. Pero cuando al final, después de haber buscado y siendo agraciado por Dios, encuentra, toma o encuentra maestros que lo guían de manera egregia; y después de haber pasado tanto tiempo creyendo que observaba el culto de Dios, al llegar realmente al culto de Dios dirá: “Ahora he empezado”.

“He comenzado”

1.2. Por ejemplo, alguien ha querido abrazar el cristianismo viniendo de una vida en el paganismo, pero se ha encontrado con un ebionita que le enseña a observar la letra de la Ley[2]. Vive así en el ebionismo por un cierto tiempo, de una manera judaizante, mientras pensaba practicar el cristianismo; pero, finalmente, por una acción benéfica de Dios sobre él, aprende que “la Ley contiene la sombra de los bienes futuros” (Hb 10,1) y que aquellos no son los verdaderos misterios. Después de los esfuerzos realizados en el ebionismo, habiendo aprendido cuál es el camino no ya en figura sino la verdadera, al reconocer que no posee el camino verdadero, cuando comienza a vivir según la verdad -a pesar de que haya pasado mucho tiempo en aquello que suponía ser el culto de Dios-, podrá decir: “Ahora he empezado” (Sal 76 [77],11).

De la confusión a la claridad

1.3. Ve más allá de este ejemplo, observando como algo semejante le pasa a la mayor parte de la gente. Porque también los inicios hacen que una persona viva de una forma confusa, sobre todo cuando estos [comienzos] no se manifiestan de una forma pura a causa de la oscuridad y la ignorancia que se encuentra en el alma. Pero después de mucho tiempo de vivir en una forma confusa, cuando poco a poco se manifiesta la claridad, llega a vivir según el Espíritu de Dios y, viviendo así, cuando ha comprendido cuál es el verdadero culto de Dios, dice: «Las cosas de antes eran vanas para mí, pues al final he conocido lo que es verdadero, y “ahora he empezado”».

Hacia una vida más plena

1.4. Así, quien ha envejecido en el judaísmo, sin conocer el cristianismo y creyendo profesar la verdadera religión ante Dios, al darse cuenta que aquella no era la verdadera religión, sino una figura de esta, al hacerse cristiano dirá: “Ahora he empezado”. De la misma manera, quien primero se haya encontrado viviendo en la virtud y en la enseñanza, pensando dar culto a Dios, una vez que se acerque a la doctrina de la verdad, dirá: “Ahora he empezado”. Igualmente, quien primero haya vivido de una forma bastante ingenua, sin tener una clara percepción de la verdad, al final, reconociendo la verdad, vivirá de acuerdo a ella, diciendo: “Ahora he empezado”. Por lo demás, es propio de un ser humano que progresa, al reconocer haber antes hecho las cosas sin reflexión y sin comprensión, una vez que comienza a vivir como corresponde, una vez que ha comprendido, decir. “Ahora he empezado”.

El ejemplo de las artes

1.5. Algo semejante se dice que sucede en las artes, porque aquellos que se inician en ellas tienen por mucho tiempo ideas confusas, pues no conocen aún perfectamente sus técnicas, de modo que no tienen, por así decir, ni siquiera el principio [necesario] para aplicarse a ellas. Pero cuando son adiestrados más largamente y persisten en la formación, comienzan a comprender con mayor claridad, a menudo después de dos o tres años de una aparente iniciación en la profesión, y dándose cuenta de haber apenas iniciado la práctica de su arte, dicen: “Ahora he empezado”. Ahora bien, si esto sucede en las artes que son indiferentes[3] y con aquellas cosas que atrapan preventivamente el alma por ignorancia antes que se las conozca, ¿no será acaso posible que para cada uno de nosotros el principio de la vocación haya sido todavía confuso, pero que al final se llegue a comprensión, y entonces, dándose cuenta de haber comprendido, se diga: “Ahora he empezado”?

Aprender el seguimiento de Jesucristo

1.6. Muchas veces he escuchado que algunos fieles afirmaban haber pasado mucho tiempo en la fe y haber aprendido los misterios de la fe, pero cuando se encontraron con un maestro que la explicaba de forma egregia, he aquí que dijeron: «“Ahora he empezado” a ser cristiano, ahora sí que, por primera vez, aprendo qué es el cristianismo». Dicen esto no porque rechacen por completo las realidades anteriores, sino porque se dan cuenta que antes no tenían todavía la comprensión de los misterios, mientras se encontraban en el inicio del conocimiento, incluso cuando recibieron una buena enseñanza. También nosotros, por tanto, esforcémonos por ser tales que podamos decir, gracias al progreso de nuestras disposiciones interiores: “Ahora he empezado”.

La diestra del Altísimo

2.1. ¿Pero por qué motivo dice: “Ahora he empezado”? Porque “este es el cambio de la diestra del Altísimo” (Sal 76 [77],11), y este cambio incluye las palabras: “Ahora he empezado”. Y yo no conozco ninguna otra diestra del Altísimo si no mi Señor y Salvador Cristo Jesús. Él es la diestra de Dios, Cristo Jesús, quien cuando, existiendo la forma de Dios (cf. Flp 2,6), no cambió, sino que era lo que era; mas “cuando no considerando una rapiña el ser igual a Dios se anonadó a sí mismo” (Flp 2,6-7), cambió para que por medio de aquel cambio de la diestra y, por así decir, la transfiguración y el abajarse a las realidades humanas, nosotros, los seres humanos, fuéramos beneficiados y recibiéramos provecho.

El cambio de la diestra del Altísimo

2.2. Por consiguiente, hasta que no comprendí “el cambio de la diestra del Altísimo”, aunque era devoto de Dios, aunque participaba de tal cambio, y me parecía practicar la verdadera religión, ni siquiera había comenzado. Pero cuando sucedió en mí “el cambio de la diestra del Altísimo, ahora he empezado” (Sal 76 [77],11). Por ejemplo, alguien que ha sido criado en el judaísmo, que nunca conoció nada sobre mi Señor Jesucristo, piensa que se conduce según la Ley de Moisés y después de haber transcurrido mucho tiempo en ella comprende el misterio de Cristo Jesús; entonces, después de aceptarlo dirá: «Lo que existía antes de su venida no era verdadero, sino que eran figuras. Pero, puesto que Éste ha venido, que la diestra del Altísimo se ha cambiado y yo comienzo a vivir conforme a esta enseñanza, por esta causa considero que las realidades precedentes fueron para mí una pérdida y: “Ahora he empezado. Lo que para mí era una ganancia, lo considero una pérdida. Pienso incluso que todo es para mí una pérdida a causa de la excelencia del conocimiento de Jesucristo nuestro Señor” (Sal 76 [77],11 y Flp 3,7-8), que es la diestra del Altísimo que ha cambiado».



[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume II. Omelie sui Salmi 76, 77, 80, 81. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2021, pp. 88-109 (Opere di Origene, IX/3b), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 313-325 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19). La subdivisión de los párrafos al igual que los subtítulos son un agregado nuestro.

[2] Cf. Ireneo de Lyon, Contra las herejías, I,26,2: “Los que se llaman ebionitas confiesan que el mundo fue hecho por Dios... Usan solo el Evangelio según Mateo, y rechazan al Apóstol Pablo pues lo llaman apóstata de la Ley. Exponen con minucia las profecías; y se circuncidan y perseveran en las costumbres según la Ley y en el modo de vivir judío, de modo que adoran a Jerusalén como si fuese la casa de Dios”.

[3] “Las artes, o las técnicas, son designadas como ‘indiferentes’ porque se cualifican moralmente en sentido positivo o negativo según el uso que de ellas se haga” (Origene, p. 92, nota 3).