OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (778)

Jesús cura a un leproso

1684

Evangeliario

Egipto

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilías improvisadas sobre el Salmo 76 (77). Homilía I 

Introducción

Durante las noches insomnio, Orígenes propone no desperdiciar la vigilia. Antes bien, es necesario excavar, sondear en nuestro espíritu, en lo más íntimo y sublime de nuestro ser, para poder así recoger los frutos del Espíritu Santo (§ 10.1). 

Debemos escrutar el Espíritu de Dios, es decir, sondear sus designios. De esta forma podremos comprender que el Seño no nos rechaza para siempre (§ 10.2). 

El castigo por nuestras faltas sería imposible de redimir si Dios no perdonase nuestros pecados. Por eso no debemos olvidar la gran bondad de nuestro Señor, que no nos rechaza eternamente (§ 10.3).

Hay algunas faltas, las que escandalizan a la comunidad eclesial, que hacen necesario que el culpable “sea entregado a Satanás”, para éste castigue la carne y así se salve el espíritu (§ 10.4). 

Nuestra actitud ante Dios debe ser sola una: orar y ayunar para que Él se apiade de nosotros (§ 10.5).

En ciertas ocasiones podemos experimentar el abandono de Dios. Esta es una sensación humana, es decir, un sentimiento que brota del sufrimiento ante las adversidades que debemos soportar (§ 10.6).

Verdaderamente para nosotros, que con fe sincera tememos al Señor, es muy grande el inefable misterio de la misericordia de nuestro Salvador (§ 10.7).

Texto

Los frutos del Espíritu

10.1. Por consiguiente, “he recordado los años eternos y he reflexionado. De noche he meditado[1] con mi corazón y he excavado[2] en mi espíritu” (Sal 76 [77],6-7). Aprende también de este dicho, si alguna vez te abandona el sueño y permaneces despierto, a no desperdiciar el tiempo de la vigilia con aquello que no se debe sino con pensamientos de devoción a Dios, en el momento en que te has despertado siendo abandonado por el sueño. Quien se apropia de tales pensamientos dice: “De noche he meditado con mi corazón y he excavado en mi espíritu” (Sal 76 [77],7), y decía: “¿Acaso para siempre rechazará el Señor, o en su cólera retendrá sus misericordias?” (Sal 76 [77],7-8. 10). Él dice: “Meditaba de noche” sobre estas realidades y dentro mío “conversaba con mi corazón y excavaba en mi espíritu”. En efecto, puesto que el espíritu nos es dado por Dios para nuestra ayuda, siendo él mejor que nuestra alma, quien quiere encontrar lo que busca no excave en la propia alma y ni siquiera excave en el propio cuerpo, sino que excave en su propio espíritu. Y como aquel que quiere encontrar algo en la tierra, excava la tierra, para encontrar lo que imagina está en la tierra, de la misma forma si buscas las realidades espirituales, excava dentro del espíritu y busque encontrar siempre del espíritu los frutos del Espíritu (cf. Ga 5,22).

El Señor no nos rechaza por siempre

10.2. “He excavado en mi espíritu”, cuando también tú “escrutas todo y aun las profundidades de Dios” (1 Co 2,10), entonces excavas en tu espíritu; pero yo digo que excaves incluso en el Espíritu de Dios. Pues es posible llegar también hasta Él y escrutarlo: “¿Acaso para siempre rechazará el Señor?” (Sal 76 [77],8). Reflexionaba sobre esto excavando en el espíritu y decía: admitamos incluso que Dios a alguien por un año y lo abandone a las aflicciones, admitamos también que sea abandonado por dos años; admitamos que lo sea por toda la duración de la vida aquí abajo, ¿cuántos son estos años? Cincuenta o sesenta. Admitamos que alguien sea abandonado por toda la duración de este eón, ¿acaso Dios lo abandonará por todos los eones? “¿Acaso para siempre rechazará el Señor?”, para que no nos rechace ni siquiera por un solo eón.

El castigo por nuestras faltas

10.3. Hay algunos, en efecto, a los que Dios rechaza también por un eón diverso del presente. Sobre estos, cuando pecan contra el Espíritu Santo, el Salvador dice que no les será perdonado ni en este eón ni en el futuro (cf. Mt 12,32). Desdichado aquel a quien no se le perdona el pecado ni en este eón ni en el futuro. Imaginemos que alguien haya cometido una falta en los tiempos de Adán, y sea castigado desde entonces hasta el fin del mundo por su pecado; considera qué grande es el castigo, y si puedes añade otra ya sea de la misma duración de este eón o de una duración diferente. Porque ignoro la duración de los eones. Considera alguien que sea castigado también él por toda la duración del tiempo y observa la magnitud del castigo; no desprecies y comprende aquí lo que dice el profeta, pues “el Señor no rechazará para siempre” (Sal 76 [77],8)[3].

Entregado a Satanás

10.4. Sin embargo, observa que ser rechazado por Dios incluso aunque sea por un instante es un castigo grande. Porque cuando Dios me rechaza, me agarra el diablo como uno que ha sido rechazado y le ha sido entregado, como Pablo, por ejemplo, ha rechazado a aquel que era culpable de fornicación en Corinto. Por esto lo ha rechazado de la Iglesia y lo ha entregado a “Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvado” (1 Co 5,5). Y a cada uno de nosotros, si Dios lo rechaza, ningún otro lo recibe sino Satanás y sus ángeles. Es terrible estarle sometido, y si alguien le está sometido, le ha sido entregado por un juicio de Dios, puesto que merece estarle sometido

Ayunemos y recemos

10.5. Pero nosotros digamos: “¿Acaso el Señor rechazará para siempre y no volverá ya a ser propicio?” (Sal 76 [77],8). Con todo, si incluso los juicios de Dios no se han hecho manifiestos, nosotros debemos hacer lo que hicieron los ninivitas. Ellos no dijeron: “Dios cambiará de idea”, sino: “Oremos y ayunemos”, ¿quién sabe si Dios no cambiará de idea y alejará su ira?” (Jon 3,9).

¿Nos abandona el Señor?

10.6. “¿O cortará para siempre su misericordia de generación en generación? (Sal 76 [77],9). Y sobre esto he reflexionado y he excavado en mi espíritu” (Sal 76 [77],6-7). Entonces, ¿Dios al entregarnos a los castigos, cortará de nosotros su misericordia, al punto de ya no tener más misericordia, sino que cortada su misericordia nos abandonará de generación en generación? “¿U olvidará Dios tener misericordia?” (Sal 76 [77],10). Por ejemplo, abandonándonos a las aflicciones y a los sufrimientos, ¿se olvidará de nosotros y no tendrá ya más misericordia?

Misterio oculto

10.7. «Y he dicho: “Ahora he empezado”» (Sal 76 [77],11). «Mientras reflexionaba sobre todo esto, dije: “Ahora comienzo a comprender”». Ha comprendido por sí mismo, pero habiendo entendido no juzgó [conveniente] comunicar lo que había comprendido, sino que como Pablo oyó “palabras inefables” (2 Co 12,4) y Juan escuchó “siete truenos” (Ap 10,3), pero ni Pablo transcribió las palabras inefables ni Juan las palabras de los siete truenos, así también aquel mientras se lamentaba y se interrogaba vislumbró el misterio. Pero vislumbrando el misterio, lo ocultó, desde el momento en que, para aquel que había comprendido, era mejor ocultarlo que manifestar todo. Qué inmensa es la grandeza de tu misericordia, oh Señor, que te has ocultado para quienes te temen en Cristo Jesús, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén

Homilía improvisada


[1] O: charlar, conversar (adolescheo).

[2] O: escudriñar, sondear (skallo). La Biblia griega…, p. 113, traduce: “y revolvía mi espíritu”.

[3] La edición del texto griego presenta, entre corchetes, un agregado: “de las prevaricaciones contra Dios” (cf. Lm 1,7 LXX).