OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (760)

La parábola de los viñadores homicidas

Siglo VII

Evangeliario

Imagen posiblemente de origen etíope

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía II sobre el Salmo 73 (74)[1]

Introducción

A modo de proemio, Orígenes nos presenta una reflexión sobre nuestros parientes. Parte desde la realidad de las familias “corporales” para indicar después que existen parentescos en relación con nuestras almas, es decir, espirituales (§ 1.1).

Junto con nuestros padres espirituales, obran la salvación en nuestras vidas las potestades angélicas, que, en cierto modo, son igualmente como nuestros padres. Asimismo, las potestades enemigas, el diablo y los demonios, obran para obtener nuestra perdición (§ 1.2).

La Pasión de Cristo fue orquestada, por expresarlo de alguna forma, por el Maligno y sus secuaces. Y ellos fueron quienes inspiraron a los judíos las palabras y las acciones que condujeron a la muerte al Señor Jesús. Por este motivo les fue quitada la fiesta de Pascua al pueblo elegido (§ 2.1).

Por esa razón hemos recibido la heredad del pueblo judío, y el Espíritu Santo ha pasado de ellos a nosotros. Pero a condición de que no caigamos en las mismas faltas que ellos (§ 2.2).

Los cristianos viven en la Iglesia de Dios, en la que habita el Espíritu Santo, congregados por el poder de Jesucristo. Y deben evitar el abandono de esta santa congregación (§ 2.3).

El traspaso del conocimiento de fe de los judíos a los gentiles es un hecho irrevocable (§ 2.4). 

Texto 

Sobre la familia

1.1. Así como hay parientes corporales, y en las familias[2] algunos son miembros más próximos de la progenie, y otros más lejanos, otros muy cercanos a la parentela, y otros totalmente lejanos de la familia, de la misma forma comprende también que existen parientes en relación con las almas. Porque los parientes de las almas son según semejanza en su modo de obrar. Si son parientes buenos y rectos, tienen su origen en Dios, pero si son malos y perversos, tienen su origen en el diablo. Y como en las familias hay muchos padres, y muchos hermanos, entiende lo mismo también sobre los parientes espirituales. En efecto, igualmente, si hay padres por excelencia[3] -Dios, para quienes poseen el espíritu de adopción (cf. Rm 8,15); el diablo, para los pecadores-, hay, sin embargo, otros por debajo de estos, algunos son padres en relación con los hombres, y otros en relación con las potestades, bien con aquellas enemigas, bien con aquellas buenas.

Los ángeles que cooperan con Dios para nuestra salvación

1.2. Lo que digo resultará más claro de este modo: como respecto de los hombres tenemos padres espirituales, que nos han engendrado en Cristo -como lo dice Pablo siendo padre: “Aunque tuviesen diez mil pedagogos en Cristo, no tienen muchos padres” (1 Co 4,15)-, por analogía, con estos también las potestades que cooperan para nuestra salvación, son como nuestros padres. Así también, yo entiendo [las palabras]: “Partirás junto a tus padres en paz” (Gn 15,15), ya que Abraham, junto con Dios, tenía padres; es decir, todos los ángeles santos que cooperaron para su bienaventuranza y salvación. Asimismo, para las potestades enemigas hay numerosos familiares y padres.

Las potestades adversas tienden trampas contra nuestro Salvador

2.1. Y aquí, por tanto, [se dice]: “Su parentela a una” -los enemigos del pueblo de Dios-, “vamos y eliminémosla” del monte de Dios, “de la tierra” (Sal 73 [74],8). Porque mientras nuestro Salvador y Señor era acechado por las potestades invisibles, que obraban sobre los judíos -las potestades invisibles [según el texto]: “Se presentaron los reyes de la tierra, y los príncipes se unieron a una contra el Señor y contra su Cristo” (Sal 2,2); y los judíos, conforme a cuanto dijeron de común acuerdo: “Elimina, elimina a este de la tierra” (cf. Lc 23,18); “Crucifícalo, crucifícalo” (cf. Jn 19,15); “Que su sangre [caiga] sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt 27,25)-, en el tiempo de la pasión del Salvador todas las potestades adversas, tendiendo trampas al Salvador, manejaban a aquellos que obraban con maldad contra Él y las parentelas malvadas decían: “Vengan y hagamos cesar todas las fiestas de Dios sobre la tierra” (Sal 73 [74],8). Por eso, en efecto, a causa de las insidias tendidas contra el Salvador en la fiesta de Pascua, todas las fiestas del pueblo han sido anuladas, y sus fiestas se han transformado “en llanto y sus cantos en lamentos fúnebres” (Am 8,10). Por consiguiente, «Su parentela a una ha dicho: “Vengan y hagamos cesar todas las fiestas de Dios sobre la tierra”» (Sal 73 [74],8).

“No vimos nuestras enseñas”

2.2. Los judíos dicen estas palabras, pero lo que dijeron las potestades adversas les sucedió a ellos. Por esto el pueblo dice: “No vimos nuestras enseñas[4]” (Sal 73 [74],9). Desde que padeció el Salvador cesaron los signos para el pueblo. Ya no hay ni signos ni prodigios, si bien los hubo hasta aquel momento, con ocasión del nacimiento del Salvador, como había ocurrido poco antes de este hecho con la visión de un ángel que se le apareció a Zacarías (cf. Lc 1,11), o como sucedió en la pasión del Salvador. Después de tales signos, ciertamente hubo signos, pero no para los judíos. Por eso el pueblo dice: “No hemos visto nuestras enseñas, ya no hay profeta” (Sal 73 [74],9). Y aquel pueblo hasta el presente dice: “No hay profeta para nosotros” (Sal 73 [74],9). En efecto, la profecía ha cesado, porque “la Ley y los Profetas han profetizado hasta Juan” (cf. Lc 16,16). Y habiendo cesado la profecía, consecuentemente el Espíritu Santo ha cesado para ellos y su beneficencia ha pasado a los gentiles. Si es que nosotros no vivimos en refinamientos, si no nos ablandamos, si no nos volvemos triviales y perdemos la gracia derramada por Dios sobre nosotros, si aquel pueblo no dice de nuevo para nuestra dispensación (lit.: economía) lo que es verdadero para él: “No vimos nuestras enseñas, ya no hay profeta” (Sal 73 [74],9).

Congregados por el poder de Jesucristo

2.3. En consecuencia, si tú, oh Cristiano, que has sido llamado a una gracia tan grande, de nuevo te vuelves hacia atrás y abandonas un pueblo llamado por gracia de Dios para irte a un pueblo privado de la gracia de Dios, abandonas un pueblo que posee el Espíritu Santo para irte a un pueblo que no tiene el Espíritu Santo -”la hija de Sión ha sido abandonada como una choza en la viña, y como una cabaña en el pepinar” (Is 1,8)-, ¿por qué huyes y desertas hacia los que han sido abandonados? Ves donde está la Iglesia de Dios, ves donde está el Espíritu Santo, donde se reúne la fuera de Jesús, según el pasaje: “Congregados ustedes y mi espíritu con el poder nuestro Señor” (1 Co 5,4).

“No nos conocerá”

2.4. Pero después de haber dicho: “No hay profeta para nosotros” (Sal 73 [74],9), también dicen: “Ya no nos conocerá” (Sal 73 [74],9); es decir, los judíos abandonados profetizan sobre sí mismos, diciendo que no solo Dios ahora no los conoce, sino que “ya no nos conocerá”. Pues hasta el fin de los tiempos ya no conocerá más a aquel pueblo, porque el conocimiento ha pasado al pueblo de los gentiles. Esto conforme a una primera interpretación sobre aquel pueblo.


[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume I. Omelie sui Salmi 15, 36, 67, 73, 74, 75. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2020, pp. 468-493 (Opere di Origene, IX/3a), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 238-251 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19).

[2] Syngeneia, que puede traducirse por: parientes, parentela, familia; términos que voy alternando según el caso en mi versión.

[3] Lit.: anteriormente, de antemano (proegoymenos).

[4] O: signos, señales (semeiasemeion). Puesto que el sentido es ambivalente, traduzco de una u otra forma de acuerdo al contexto.