OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (758)

La parábola de los obreros de la última hora

Siglo XI

Evangeliario

Echternach, Luxemburgo

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 73 (74) 

Introducción

Orígenes fue «el primer testigo, entre los autores cristianos, de la interpretación etimológica de “Sión”»[1]. El monte Sión es figura – tipo del alma que no se deja someter por el Maligno; representa al cristiano que se arrepiente de sus faltas y se hace capaz de una mirada contemplativa, clarividente (§. 6.1).

La encarnación del Verbo produce una situación realmente nueva: Dios ya no habita en una montaña determinada, sino en el alma de los creyentes. Y si estos cometen alguna falta, pueden recurrir confiadamente a su Salvador para que los libre de las manos enemigas, del diablo y sus secuaces (§ 6.2).

Un tema, que encontraremos a menudo en la espiritualidad monástica cristiana, es el de la soberbia o jactancia del Maligno cuando logra derribar a un justo. Este es el premio mayor que anhela conseguir. Pero será derrotado definitivamente por el Señor Jesús (§ 6.3).

“La exégesis de Flp 2,8 implica para el Alejandrino que el alma de Cristo, una vez que se une a la carne, se somete a Satanás por lo que respecta al cuerpo. En consecuencia, Él deviene sujeto a la muerte, pero no a causa del pecado como sucede con los demás hombres. Sin embargo, las potestades adversas triunfan únicamente sobre el cuerpo privado del alma, mientras que ésta desciende al hades para cumplir la economía redentora del descensus o kénosis de Cristo, y retorna triunfalmente uniéndose nuevamente al cuerpo y al espíritu del Resucitado. Esta acción salvífica está sintetizada en el Sal 87,5-6…, que prueba el carácter extraordinario de la muerte de Jesús”[2] (§ 6.4-5).

Durante la vida terrena de Jesús el diablo lo sometió a una constante persecución. Ésta tuvo su comienzo, según el Evangelio, con las tentaciones en el desierto y culminó con la muerte del Salvador, entregado por uno de sus discípulos, en cuyo corazón se metió el Maligno (§ 7.1).

Con una notable lucidez Orígenes afirma que todo el movimiento, la conspiración, que condujo a Jesús al patíbulo fue una obra nefasta e impía del diablo mismo (§ 7.2).

Texto

Un alma clarividente

6.1. “Este es el monte Sión, en el que has acampado” (Sal 73 [74],2). También el monte Sión ha sido puesto bajo sus enemigos. Porque el lugar de los oráculos, de las visiones y. de las observaciones -pues muchas son las interpretaciones-, ha sido puesto bajo los enemigos. Pero si vieses un alma clarividente[3], si vieses un alma que puede observar la realidad e inteligente, que deviene cautiva bajo el espíritu de fornicación y bajo los pecados, no dudes en decir que Sión, el lugar de las observaciones, ha terminado bajo los enemigos. En cambio, si vieses que esa alma se transforma, se arrepiente y en adelante se sirve, como corresponde, de su clarividencia, no dudes en decir: “Este es el monte Sión, en el que has acampado” (Sal 73 [74],2), que Dios ha rescatado. 

Dios acampa con el Verbo en nuestra alma

6.2. “¿Y cómo has acampado en el monte Sión[4]?” (cf. Sal 73 [74],2). Los judíos ven la Escritura desde el suelo y la arrastran sobre la tierra, creyendo que este [monte] Sión es donde, el que ha creado cielo y tierra, ha acampado. También ahora, según ellos, Dios acampa sobre la montaña donde habitan los cuadrúpedos y los gentiles[5]. En cambio, nosotros decimos que el monte Sión, donde acampa Dios, es el alma de noble naturaleza, que reflexiona y clarividente[6]. ¿Y cómo Dios acampa en ella? Cuando cumple la promesa que dice: “Yo habitaré en ellos, pasearé [entre ellos] y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Lv 26,12 LXX). Asimismo, con frecuencia sobre este monte Sión, donde Dios y su Verbo han acampado, se producen tropiezos y pecados. Pero, oh Dios, no dejes cautivo al monte Sión, sino líbralo, para que se cumplan [las palabras]: “Has rescatado el cetro de tu heredad, este monte Sión, en donde has acampado. Levanta tus manos hasta el fin contra la soberbia de ellos, contra todas las maldades que el enemigo ha hecho en tu santuario[7]” (Sal 73 [74],2-3). Pues toda soberbia es una acción infame, sea que se pueda encontrar en un hombre o en el enemigo. Y Dios verdaderamente “resiste a los soberbios, pero concede gracia a los humildes” (Pr 3,34).

El diablo se muestra siempre soberbio

6.3. Es posible interpretar el pasaje sobre la soberbia, ya sea según la letra, en relación con las vicisitudes de los judíos; ya sea, sobre todo, en sentido espiritual, en relación con las potestades adversas, [explicando] de qué forma se ensoberbecen y se alzan contra los justos de Dios. Y si consiguen corromper a alguno y aprisionarlo, es posible que digan contra el hombre santo lo que dijeron corporalmente los babilonios ensoberbecidos cuando vencieron al pueblo, imponiéndose a los judíos después de su libertad. Pero estas son realidades corpóreas; en cambio, si tu alma es vencida por la potestad adversaria, cae bajo el diablo, y verás cómo el diablo se ensoberbece contra el hombre santo.

“Libre entre los muertos”

6.4. Sin embargo, yo digo que el Enemigo se ensoberbeció incluso ante el Salvador, cuando “Él se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8). [El diablo] sin comprender la economía[8] de nuestro Salvador y de su humillación, se ensoberbeció contra Él, como si lo hubiera vencido, como si se hubiera triunfado sobre Él. Porque no conocía la sabiduría de Dios; pues si la hubiese conocido, no habría crucificado al Cristo mismo de Dios. Con todo, incluso si se ensoberbeció contra Él, ¿por cuánto tiempo se ensoberbeció? Me atrevo a decir que por un instante. Puesto que en el momento mismo que murió el Salvador, y el Enemigo lo capturó desnudo del alma, estando solo el cuerpo, entretanto Él iba en pos del diablo y sus ángeles, que no había sometido a sí de la misma manera mientras tenía un cuerpo. Mira al que se acerca dando un rodeo, mira al que desciende al hades y una vez que ha descendido al hades, mira a quienes debían atarlo allí y, después de atarlo, míralo, libre entre los muertos, como uno que sube solo de aquel lugar y dice: “He llegado a ser como un hombre indefenso, libre entre los muertos” (Sal 87 [88],5 LXX). Todos, en efecto habían sido encadenados por el diablo, pero Él ha subido, el que era libre entre los muertos.

6.5. Esto sobre [las palabras]: “Levanta tus manos hasta el fin contra la soberbia de ellos, contra todas las maldades que el enemigo ha hecho en tu santuario” (Sal 73 [74],3).

Las maldades del diablo contra el Salvador

7.1. Pero antes de proseguir veamos “las maldades que el enemigo ha hecho en tu santuario” (Sal 73 [74],3). No me interesa hablar aquí de lo que los judíos consideran el santuario. [El diablo] ha obrado mal contra el Santo, el Salvador, cuando lo llevó sobre la montaña. Porque eran obra de su maldad las palabras: “Di que estas piedras se conviertan en panes. Arrójate hacia abajo. Te daré todas estas cosas si postrándote me adoras” (Mt 4,3. 6. 9). Mira cuánta maldad el enemigo ha hecho contra el Santo. Y después de esto de nuevo el enemigo ha hecho maldades. En efecto, como está escrito en el evangelio según Lucas, “se alejó de Él por un tiempo” (Lc 4,13). Más tarde otra vez se acercó a Él para tentarlo, para ponerlo a prueba, para matarlo. ¿Cuándo? Cuando el diablo entró en el corazón de Judas, [hijo] de Simón Iscariote, para que entregase al Salvador: “Y después del bocado Satanás entró en él” (Mt 27,25).

El diablo fue el causante de la muerte del Santo

7.2. El diablo ha realizado muchas malas acciones contra el Santo. Ha hecho el mal manejando a los jefes de los sacerdotes, a los ancianos y al pueblo para que dijeran: “Crucifícalo, crucifícalo. Saca a éste de la tierra” (cf. Lc 23,21; Jn 19,6. 15; Hch 22,22; Lc 23,18). Ha obrado el mal, para que dijeran: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt 27,25). Ha obrado el mal haciendo que devinieran amigos Herodes y Pilatos, que antes eran enemigos (cf. Lc. 23,12). Ha hecho el mal haciendo que Pilato se lavase las manos y se declarase neciamente inocente; se ha lavado las manos después de haber flagelado al Salvador y decir: “Soy inocente de la sangre del justo” (Mt 27,24). Todo esto está escrito que [el diablo] lo dijo, y todo lo demás que no está escrito sobre el mal que éste realizó, pienso que no podría contenerlo el mundo mismo, no solamente los libros que han sido escritos sobre las otras acciones de Jesús (cf. Jn 21,25), sino sobre la maldad del diablo, “la maldad que el enemigo ha hecho en el santuario” (Sal 73 [74],3).


[1] Origene, p. 451, nota 16.

[2] Ibid., p. 454, nota 19.

[3] Dioratikos.

[4] Lit.: en él.

[5] Referencia a la situación de Jerusalén y de Palestina en la primera mitad del siglo III. Orígenes, que había sido invitado a predicar en Jerusalén por el obispo Alejandro, veía con sus propios ojos la Aelia Capitolina pagana, como fue llamada la reconstrucción de dicha ciudad, impuesta por Adriano, después de la sublevación contra los romanos en 132-135. Y es posible que esta alusión a los cuadrúpedos y a los paganos señale tanto el campamento de la Legio Fretensis como las estatuas de los emperadores puestas sobre la explanada del templo (Origene, p. 453, nota 17).

[6] Otra versión posible: “de noble naturaleza, que piensa y es capaz de contemplar”.

[7] Lit.: contra el santo.

[8] Me limito a transliterar el vocablo griego, que significa dispensación, designio salvífico, plan de salvación.