OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (757)

La parábola del siervo inmisericorde

Siglo XVII

Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 73 (74)

Introducción

Son ovejas del pastizal de Dios aquellas que se alimentan con los textos de las Sagradas Escrituras. Y si el cristiano no se nutre de estos pastos, morirá de hambre. Hay, por consiguiente, que entrar en las praderas de la Escritura, para que “florezcan nuevos pensamientos” (§ 3).

Orígenes se plantea un interrogante sobre las palabras del versículo dos del salmo: “desde el principio”. ¿Se refieren a la Iglesia o la Sinagoga? Y responderá recurriendo a un texto de san Pablo, y sosteniendo que el principio es Cristo. En consecuencia, Dios nos ha adquirido desde el principio, desde Cristo, que es principio y fin (§ 4.1-2).

Para liberarnos del cautiverio a que nos tenían sometidos el diablo y sus ángeles, Cristo Jesús ha derramado su sangre. Ha pagado un precio precioso para rescatarnos y redimirnos de la precedente condición, conduciéndonos así a una vida nueva (§ 5.1).

La segunda parte del quinto párrafo es una exhortación vibrante: tomemos plena conciencia del precio de nuestro rescate, y cambiemos por completo nuestra forma de vida. No nos expongamos al castigo eterno (§ 5.2).

Texto

“Las Sagradas Escrituras son un pastizal”

3. La expresión “por qué” es utilizada según el común, de modo que tenemos: “¿Por qué, Dios, me has rechazado?” y ¿por qué “tu furor se ha encolerizado contra las ovejas de tu pastizal?” (Sal 73 [74],1). Me parece que (el salmista) queriendo hacer compasivo a Dios, con su oración por quienes han pecado, ha dicho que la ira de Él no se manifiesta sobre los hombres, sino que siendo como ovejas dice: “Perdona sus pensamientos”. Son ovejas en el pastizal estas contra las que te encolerizas: “Los poderosos serán examinados con poder, pero el más pequeño es excusable por clemencia” (Sb 6,6)[1]. Entonces, “¿por qué, Dios, me has rechazado para siempre? ¿Por qué tu furor se ha encolerizado contra las ovejas de tu pastizal?” (Sal 73 [74],1). Es necesario observar, como para las ovejas, también el pastizal de Dios. Porque hay algunas ovejas del pastizal de Dios. Ahora, en el Evangelio está escrito: “Yo soy la puerta. Si alguno entra a través de mí, se salvará y entrará y saldrá y encontrará un pastizal” (Jn 10,9). ¿Cuál es, por tanto, el pastizal y un pastizal de ovejas? Las Sagradas Escrituras son un pastizal: la Ley es un pastizal, los Profetas son un pastizal, los Evangelios, los Apóstoles. Si no paces en ellos, morirás de hambre. ¡Entremos a este pastizal! Y es la obra del Señor hacernos pacer (en él), a fin de poder decir: “El Señor me apacienta, y nada me faltará. En un lugar de hierba, allí me ha hecho descansar” (Sal 22 [23],1-2). ¿Cuál es este lugar de hierba? La floración de nuevos pensamientos.

“Desde el principio”

4.1. “Acuérdate de tu asamblea, la que has adquirido desde el principio” (Sal 73 [74],2). El pueblo que procede de los gentiles dirá: “¿Cómo Dios nos ha adquirido como su asamblea desde el principio? Pues no es un principio la venida de Cristo Jesús en la consumación de los siglos (cf. Hb 9,26), por medio de la cual Dios nos ha adquirido”. Por su parte, el judío dirá: «Las palabras que dicen: “Acuérdate de tu asamblea, la que has adquirido desde el principio”, no se refieren a ti, sino a mí; porque soy yo a quien Dios ha adquirido desde el principio». Pero también a este, que parece refutarme diciendo: “Soy yo a quien Dios ha adquirido desde el principio, en virtud del tiempo de mi llamada”, también yo lo refutaré del mismo modo, porque de la misma manera, ni siquiera tú posees verdaderamente ser desde el principio. En efecto, ¿cuándo Dios te adquirió como amigo? Cuando el pueblo salió de la tierra de Egipto, cuando Dios lo liberó de la opresión de la esclavitud[2] y del faraón. Mira, por tanto, que tu principio no se encuentra a partir del tiempo en Egipto, ni siquiera en la décima generación hasta Noé, ni en la décima hasta Abraham, ni siquiera hasta Moisés. Por consiguiente, desde el principio no puede ser referido al tiempo de Moisés; pero si fuerzas y dices: “Desde Abraham”, ni siquiera él es el principio, porque la generación de Abraham es la vigésima a partir de Adán; en cambio, desde Abraham tiene principio la descendencia según la carne, para hacerte una concesión.

Cristo es principio y fin

4.2. Por tanto, puesto que tú no dices qué sea “desde el principio”, ni tampoco las personas más sencillas y simples que están conmigo dicen qué sea “desde el principio”, escuchemos qué significa “desde el principio”: “A los que conoció de antemano” los preconoció, a los que preconoció “los predestinó”, a los que predestinó, “los llamó, a los que llamó los justificó, a los que justificó los glorificó” (Rm 8,29-30). Cuando Dios preconoció, preconoció en el principio y adquirió con su preconocimiento todo lo que iba a suceder bajo su autoridad. Este es el sentido de las palabras: “Acuérdate de tu asamblea, la que has adquirido desde el principio” (Sal 73 [74],2). Y digo esto simplificando el argumento. Pues yo conozco un Principio a partir del cual Dios nos ha adquirido a cada uno de nosotros; conozco este principio, que es animado y viviente, y dice: “Dios me ha adquirido como principio de sus caminos para sus obras” (cf. Pr 8,22). El principio es Cristo; por consiguiente, [Dios] ha adquirido desde el principio, desde Cristo, que es principio y fin, que es alfa y omega (cf. Ap 21,6).

Cristo derramó su sangre para redimirnos

5.1. “Has rescatado la vara[3] de tu heredad” (Sal 73 [74],2): los prisioneros son rescatados de sus familiares. Dios, por consiguiente, ha rescatado la vara de su heredad, esto es, ha rescatado el cetro de su heredad y del reino dando el rescate. Nosotros, en efecto, estábamos sometidos al enemigo, un enemigo en guerra que era el diablo y sus ángeles. Estos nos habían tomado prisioneros y no querían liberarnos sin rescate. Y el Salvador no quería violentar al diablo en nada, ni prevalecer sobre los que habían caído prisioneros, sino que dijo al diablo: “Quiero rescatar a los que has aprisionado. ¿Qué quieres recibir como rescate para que me des a los que tienes prisioneros?”. Y aquel le respondió: “Quiero recibir tu sangre. Que se derrame tu sangre, que tú mueras. Si mueres se derramará tu sangre, tendré el rescate, te daré a los que quieres tomar”. Mi Señor y mi Salvador, Filántropo y Cristo, ha versado su sangre y nos rescató “con sangre preciosa. Porque no fueron rescatados con cosas corruptibles, plata u oro, de la vana manera de vivir recibida de sus padres, sino con la preciosa sangre, como de cordero sin defecto y sin tacha, de Cristo” (1 P 1,18-19). Y bien se ha dicho: “Fueron comprados con un precio; no se hagan esclavos de los hombres” (1 Co 6,20; 7,23). En consecuencia, grande es el precio entregado para que fuéramos rescatados, y mediante este precio mi Señor Jesucristo, como es Justicia, Santificación, Sabiduría, Verdad, también es Redención.

Debemos tomar conciencia del valor de nuestra liberación en Cristo

5.2. Por tanto, como se ha pagado un semejante rescate por nosotros, si despreciamos “la sangre preciosa” caeremos bajo acusación y se nos dirá: “¿Cuánto más grave piensan que será el castigo que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, y tuvo por profana la sangre de la alianza, en la que fue santificado, e insultó al Espíritu de la gracia?” (Hb 10,29). Nosotros, en efecto, insultamos al Espíritu de la gracia, cuando pecamos después del rescate, pero también la sangre de la alianza pura y santa la tratamos como profana e impura. E incluso pisamos al Hijo de Dios todas las veces que pecamos contra Él; porque pisamos la Justicia cometiendo injusticias; pisamos la Verdad mintiendo; pisamos al Logos obrando neciamente; pisamos la Luz haciendo las obras de las tinieblas (cf. Rm 13,12). En efecto, el Señor ha rescatado el cetro de su heredad, es decir, el cetro de su reino.



[1] Cito este texto según la versión de La Biblia griega Septuaginta, p. 517. Orígenes invierte el orden del versículo para centrar la atención en el tema de la misericordia hacia los más pequeños (Origene, p. 444, nota 11).

[2] Lit.: de la mano de la esclavitud.

[3] Rabdos: cetro, vara e incluso, como traduce la La Biblia griega Septuaginta, p. 109: tribu.