OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (756)

Jesucristo orando en Getsemaní

1430

Países Bajos

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 73 (74)[1]

Introducción

En el comienzo de esta homilía Orígenes expresa el anhelo de que la lectio divina nos regale una abundante fecundidad espiritual (§ 1.1).

La letra, el sentido literal, de este salmo “de comprensión”, que no se atribuye a David, se refiere a la situación del pueblo después del cautiverio, o tal vez al regreso del exilio. Orígenes considera que el título debe ser visto como “una advertencia al lector para enfrentar, tal como lo afirma expresamente, un texto que no es de comprensión inmediata[2]” (§ 1.2).

Para Orígenes, “sobre el plano histórico, el salmo setenta y tres refleja los sucesos posteriores a la conquista de Jerusalén…, pero que también pueden ser referidos a la destrucción de Jerusalén y del templo por los romanos[3]” (§ 1.3).

El Alejandrino manifiesta la intención de proceder a una explicación de la naturaleza espiritual del salmo. Sin embargo, esta a su vez presenta dos niveles de significado, además de aquel histórico-literal. Lamentablemente el texto que nos ha llegado está incompleto, y solo tenemos el enunciado de un sentido místico y trascendente, “lo que nos llevaría al tema del combate espiritual contra las potestades adversas…[4]” (§ 1.4).

Una cuádruple lectio se nos ofrece a propósito del versículo primero del salmo. a) Dios nos rechaza cuando pecamos, es decir, nos alejamos de Dios cuando cometemos una falta. b) Nos asociamos al pueblo judío cuando hacemos morir a Cristo en la cruz. c) Nos unimos al pecado de Adán cada vez que, como él, optamos por el deleite; pero pasamos de la muerte a la vida al unirnos a Cristo. d) Imitamos al samaritano cuando descendemos, somos rechazados por Dios y caemos en manos de los ladrones (§ 2.1).

Nos alejamos de Dios, sintiéndonos rechazado por Él, cuando pecamos. Pero Dios no rechaza a la persona sino su acción. Por tanto, debemos estar atentos para no establecernos en el pecado y llevar al exceso nuestras faltas, perdiendo así la cercanía y asistencia de Dios (§ 2.2)[5]. 

Solo quienes abandonan el pecado pueden evitar el rechazo de Dios. Él llama, convoca, a aquellos que se convierten sinceramente. Y así, estos se transforman y se hacen dignos de aproximarse al Señor, como Moisés (§ 2.3).

La meta de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús, es acercarnos siempre más a Él, y adherirnos a Dios. Para ello debemos evitar el pecado. Pues nuestras faltas inevitablemente nos alejan del Señor y nos quedamos sin su cercanía, no porque Él nos abandone, sino que nosotros nos alejamos (§ 2.4).

Texto

La lluvia espiritual

1.1. Oremos también por la lluvia espiritual (cf. Is 5,6; 1 S 12,17-18; St 5,17-18), para que Dios mande a las nubes espirituales derramar lluvia sobre sus almas, y que no broten espinas, para que [nuestra tierra] no se devenga descalificada y cercana a la maldición (cf. Hb 6,7-8), sino que produzca buena vegetación (cf. Hb 6,7) y produzca fruto al ciento por uno (cf. Lc 8,8).

Un salmo “de comprensión”

1.2. Ahora bien, el salmo setenta y tres, que ha sido leído, por medio del título nos exhorta a prestar atención. En efecto, como que el salmo tuviera necesidad de la comprensión del oyente, pues no resulta claro fácilmente, y está dicho: “De comprensión, de Asaf” (Sal 73 [74],1), como también en otros salmos está escrito en el título[6]. Como lo indica el título no es un salmo de David si no de Asaf, quien él mismo profetiza en los salmos llevan su nombre en el título. Cuando Asaf profetizaba esto establecía [la situación] de Jerusalén. Y decía, en cuanto a la letra, lo que le había sucedido al pueblo después del cautiverio. Pues [las palabras]: “¿Por qué me has rechazado, Dios, para siempre? ¿Por qué tu furor se ha irritado sobre las ovejas de tu pastizal? Acuérdate de tu asamblea que has adquirido desde el principio” (Sal 73 [74],1-2), y lo que sigue, armonizan, según la letra, con la situación después del cautiverio.

Sentido “histórico” del salmo

1.3. Sin embargo, alguien podría decir que no solo por aquellos [de un tiempo], sino también para los que vivieron después de la venida del Señor -habiendo recaído su sangre sobre ellos y sus hijos, conforme a su grito (cf. Mt 27,25)-, se produce el cautiverio y sucede lo que está escrito: “Pues con hachas y martillos han destrozado sus puertas” (Sal 73 [74],6), es decir, Jerusalén y el templo. ¿Y, en efecto, a qué otro podrías aplicar a la letra lo acaecido después de su venida?

El enemigo quiere destrozar las puertas de nuestras almas

1.4. Pero veamos también el enunciado del texto. Como discípulos de Cristo Jesús, y que pueden hablar no solo sobre la Ley, “porque sabemos que la Ley es espiritual” (Rm 7,14), sino también sobre los profetas, pues sabemos que los profetas son espirituales, examinemos cada un de estas palabras, que pueden suceder asimismo en nuestras almas de dos maneras: según una, de forma mística y trascendente[7], para que cuando nos atacan los enemigos y destrozan las puertas de nuestras almas, y hacen todo lo que está escrito, como mostrará la predicación...[8]. 

“¿Por qué me has rechazado?”

2.1. El profeta entonces duda y dice: “¿Por qué, Dios, me has rechazado para siempre?[9]” (Sal 73 [74],1), es decir, ¿cuál es la causa por la que has rechazado a tu pueblo y lo has expulsado? Una persona sencilla dirá que la causa son los pecados. Estos son, en efecto, la causa por la que Dios rechaza al que había acogido. En consecuencia, también nosotros si realmente no queremos ser rechazados por Dios, no pequemos. Pero quien mira también, aunque sea un poco, el significado más profundo dirá que la causa por la que el pueblo fue rechazado es porque hicieron morir[10] a Cristo Jesús. Pues verdaderamente también Dios ha rechazado fuertemente al pueblo después de la venida de Cristo por todo lo que se atrevió a hacer contra él. ¿Cuándo, en efecto, han sufrido así tanto tiempo? ¿Cuándo Jerusalén ha estado así desierta? Cuándo ha estado tanto tiempo el santuario inactivo, sin que se ofrecieran el sacrificio y el culto? Pero algún otro que conoce la historia de Adán, dirá que Adán fue rechazado a causa del pecado y del deleite[11], y “como todos morimos en Adán y todos tenemos vida en Cristo” (1 Co 15,22), así también todos los que en Adán fuimos rechazados, así también Dios a todos nos acoge en Cristo. Unirás a esto también la parábola del Evangelio: puesto que Dios había rechazado al que descendía de Jerusalén a Jericó, y porque había rechazado al que quería descender, por eso cae en manos de los ladrones (cf. Lc 10,30); si no hubiera sido rechazado por Dios, no habría caído en manos de los ladrones.

“Rechazado para siempre”

2.2. Sin embargo, sobre el ser expulsados por Dios también es necesario saber, sobre todo porque se le agrega: “para siempre” -pues la Escritura dice: “¿Por qué, Dios, me has rechazado para siempre?” (Sal 73 [74],1)-, que hay medidas en el rechazo con el que Dios rechaza a alguien. Comprenderás lo que digo a partir de las realidades corpóreas. Me está permitido rechazar a alguien lejos de mí, y rechazarlo en una medida mayor o menor, como también mantenerlo, al mismo tiempo, más lejos o más cerca, o rechazarlo para siempre; rechazado de tal forma que no haya ya un lugar hacia donde rechazarlo, cuando esté cerca de un barranco o de un lugar del que no es posible que sea rechazado. Si has comprendido el ejemplo de las realidades corporales, desplázate conmigo por medio del razonamiento a la intención de la Escritura y mira conmigo que, quien ha cometido un pecado y ha caído por un pequeño pecado, es rechazado por Dios un poco en relación a su pequeño pecado, de manera que está separado de Dios un poco. Pero si agregas al pecado no solo la cantidad sino también la dimensión, quien ha pecado así es rechazado todavía más por Dios. Y mientras seguimos pecando, Dios nos aparta de Él y de su vigilancia en la medida correspondiente. Pero si nuestros pecados llegan al culmen, de modo que nuestras faltas ya no tienen ningún límite, entonces Dios nos rechaza para siempre y, por así decirlo, no es posible que alguien sea rechazado por encima de esto.

Acercarse al Señor 

2.3. En efecto, que Dios y su supervisión[12] a cada uno lejos de Él según la medida de su pecados, está atestiguado en el salmo que dice: “Conforme a la multitud de sus pecados recházalos” (Sal 5,11). Pues no dice aquí simplemente: “Recházalos”, sino “conforme a la multitud de sus pecados recházalos”. Como Dios según la medida del modo de la conversión llama a alguno del rechazamiento y, si la perfecta conversión y transformación llegan al culmen, Dios lo convoca después de antes haberlo rechazado hasta el límite a causa de los pecados, de modo que quien ha sido convocado dirá: “Mi alma se ha adherido a ti[13]” (Sal 62 [63],9). Por consiguiente, están en nosotros las causas para ser rechazados por Dios, o ser convocados en una medida mayor o menor. Así como convocó a Moisés diciendo: “Solo Moisés se acercará Dios, pero los demás no se acercarán” (Ex 24,2). Y por esto lo llamó junto a sí, diciéndole que se dejara llamar y que se aproximara a Dios, porque Moisés no se había hecho digno del rechazo, del que ha sufrido toda la naturaleza humana.

Busquemos “adherirnos” a Dios 

2.4. Nosotros no vemos con los ojos del cuerpo de qué modo estamos lejos de Dios o estamos cerca de Él, o de qué modo, estando lejos, nos vamos alejando más de Él, por causa de nuestros pecados, que nos colocan en el límite; o bien, que, convirtiéndonos, nos acercamos a Él[14]. Por esto menospreciamos la lejanía de Dios y no nos esforzamos por su cercanía, y ni siquiera escapamos de la lejanía, cuando es necesario considerar que esto se comprende con los ojos espirituales[15]. Y el que peca se aleja de Dios según lo que se dice: “He aquí que quienes por sí mismos se alejan de ti morirán” (Sal 72 [73],27). Y a la inversa, el justo se adhiere[16] a Dios, según la justicia y según la virtud: “Pero para mí, el adherirse a Dios es bueno” (Sal 72 [73],28)[17].



[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume I. Omelie sui Salmi 15, 36, 67, 73, 74, 75. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2020, pp. 434-463 (Opere di Origene, IX/3a), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 225-237 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19).

[2] Origene, p. 435, nota 2.

[3] Origene, p. 436, nota 3.

[4] Origene, p. 437, nota 4.

[5] Cf. la excelente ayuda que se nos ofrece en Origene, pp. 439-441, nota 6.

[6] Cf. Sal 31 (32),1; 51 (52),1; 53 (54),1; 54 (55),1; 77 (78),1; 87 (88),1; 88 (89),1; 141 (142),1 (Origene, p. 434, nota 5).

[7] Lit.: sobre nosotros, o por encima de nosotros.

[8] Hay una laguna en el original griego. Cf. Origene, p. 437, nota 4.

[9] Otra versión: “Por qué me has rechazado, Dios, por completo?”, así La Biblia griega Septuaginta. Natalio Fernández Marcos - María Victoria Spottorno Díaz-Caro [Coordinadores], Salamanca, Eds. Sígueme, 2013, p. 109 [Biblioteca de Estudios Bíblicos, 127]).

[10] Anaireo: levantaron, mataron, condenaron a muerte.

[11] Cf. Gn 3,6: “… el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista…”.

[12] Episkope: vigilancia, cuidado.

[13] Lit.: “Se ha pegado mi alma en pos de ti” ( La Biblia griega Septuaginta, p. 94).

[14] Lit.: convirtiéndonos nos hacemos (o devenimos) cercanos de Él.

[15] Lit.: inteligibles (noetois).

[16] El verbo proskollao tiene el sentido fuerte de unirse en matrimonio; cf. Ef 5,31; Gn 2,24; Mt 10,7.

[17] Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro de los Números, XXVI,2.4: «Si no eres tal que en nada disientas de los mandatos de Dios, ni discrepes en algún punto de los preceptos evangélicos, no podrás vencer al enemigo, no podrás derrotar al adversario; puesto que por el hecho mismo de disentir ya has sido vencido; y eres vencido por el diablo, por el hecho mismo de estar en desacuerdo con Dios. Si en cambio quieres vencer al enemigo y ser la élite de los guerreros, adhiérete a Dios (cf. Sal 72 [73],28) y concuerda con Él, como aquel que decía: “¿Quién nos separará de la caridad de Dios? ¿La tribulación, la angustia, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?” (Rm 8,35); y en otra ocasión: “Ni la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni la altura ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos de la caridad de Dios, que está en Cristo Jesús” (Rm 8,38-39)».