OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (754)

Jesús entrega las llaves a san Pedro después de su confesión

Siglo XI

Evangeliario

Reichenau, Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos 

Homilía I sobre el Salmo 67 (68)

Introducción

En el inicio del párrafo cuarto, Orígenes nos ofrece una sutil y profunda reflexión sobre la diferencia entre cantar y salmodiar. Esta distinción tendrá un éxito notable en el ámbito del monacato cristiano[1], sobre todo en Oriente. Pero en su explicación lo más importante, lo que quiere transmitirnos el Alejandrino, es esto: las realidades sensibles, por medio de las cuales se expresa el texto bíblico, son la base desde la cual podemos ascender desde el significado literal hacia la comprensión espiritual de la Sagrada Escritura (§ 4.1)[2].

Mediante el recurso a una llamativa comparación musical, Orígenes pone de relieve la necesidad de hacer sonar el salterio de la palabra de Dios rectamente, de forma no discordante. Y, al mismo tiempo, alerta sobre el peligro de una audición superficial o discordante de la Ley divina (§ 4.2).

“La distinción entre cantar y salmodiar o cantar tocando un instrumento refleja la diferencia entre la actividad del alma y d ella mente, es decir, el ejercicio de la inteligencia para la comprensión de los misterios divinos, y la del cuerpo, que debe poner en práctica los preceptos de Cristo”[3]. Esta distinción ha sido expresada de modo admirable, a mi parecer, por Evagrio Póntico[4] (§ 4.3). 

La explicación de los textos de la Sagrada Escritura se puede realizar, ante todo, merced al auxilio de la oración, tanto personal como comunitaria. Y, en segundo término, aprendiendo a iluminar los pasajes bíblicos con la ayuda de otros de la misma procedencia (§ 5.1).

Quitar las piedras del camino es tarea principal del predicador. Él debe ayudar al oyente de la Palabra a comprender que “toda la Sagrada Escritura es un camino que conduce a la salvación” (§ 5.2).

Al igual que es posible preparar el camino para el pueblo de Dios, a fin de que pueda comprender los textos bíblicos, así también podemos disponer una vía para el Señor, que quiere caminar en nuestro interior (§ 5.3).

El tema de la santificación y/o divinización es frecuente en Orígenes. Y él lo apoya, principalmente, sobre tres textos de la Escritura: Jn 14,23; Lv 26,12 y 2 Co 6,16[5] (§ 5.4). En el Comentario al Cantar de los Cantares afirma:

“Porque así dice este rey: Pondré mi morada en ellos y andaré entre ellos(Lv 26,12), en realidad, entre aquellos que presentan al Verbo de Dios una anchura tal de corazón, que incluso pueda decirse que Él se pasea por ellos, es decir, por espacios de compresión más amplia y de conocimiento más dilatado” (II,8,38).

Y en sus Homilías sobre el Éxodo:

«El espíritu inmundo ha habitado en nosotros antes de creer, antes de haber venido a Cristo, cuando todavía, como dije antes, nuestra alma fornicaba lejos de Dios y estaba con sus amantes, los demonios. Pero después de haber dicho: “Volveré a mi primer marido” (cf. Os 2,7) y de haber venido a Cristo que desde el principio la creó a su imagen (cf. Gn 1,27), (es) necesario que el espíritu adúltero deje el lugar, tan pronto como ve al legítimo marido. Hemos sido, por tanto, acogidos por Cristo, ha sido purificada nuestra casa de sus pecados pasados, y ha sido adornada (cf. Lc 11,25) con los adornos de los sacramentos de los fieles, que conocen quienes han sido iniciados. Pero esta casa no merece tener inmediatamente a Cristo como habitante, a no ser que su vida y su conducta[6] sean santas, puras, incontaminadas, para merecer ser el templo de Dios (cf. 2 Co 6,16). Porque no debe ser sólo la casa, sino el templo en el que Dios habite...» (VIII,4).

También con un sentido eclesiológico, en las Homilías sobre el Levítico dice:

«Si a ti, que eres un miembro, no te parece perfecta la alegría si falta otro de los miembros, cuánto más al Señor y Salvador, que es la cabeza y el autor de todo el cuerpo (cf. Ef 4,15. 16), no considera que haya para sí alegría perfecta mientras falta alguno de los miembros de su cuerpo. Y por eso, tal vez, la oración que derramaba delante de su Padre: “Padre santo, glorifícame con aquella gloria que tenía junto a Ti antes que el mundo existiera” (Jn 17,5). No quiere, por consiguiente, recibir su gloria perfecta sin ti, esto es, sin su pueblo, que es su cuerpo y que son sus miembros. Porque quiere, en este cuerpo de su Iglesia y en estos miembros de su pueblo, habitar Él mismo como en el alma, para que todos los movimientos y todas las obras sean según su voluntad, para que se cumpla verdaderamente en nosotros aquello que dice el profeta: “Habitaré y caminaré en (medio) de ellos” (cf. Lv 26,12)» (VII,2).

Para que Dios pueda pasearse en nuestro interior es necesario que los caminos, por los que Él va a transitar, estén limpios. Debemos, en consecuencia, proceder a la eliminación de los malos olores, nuestros pecados, y de las piedras de tropiezo que están en nuestros corazones (§ 5.5).

Dios quiere caminar en nuestro interior, mas no solo esto, sino también pasear en nuestro corazón. Para que esto sea posible, debemos limpiarle el lugar de su paseo, quitando las espinas, es decir, las preocupaciones inútiles, las riquezas, los placeres (§ 5.6). 

Texto

Cantar y salmodiar

4.1. Es hermoso, por tanto, cantar a Dios, y esto es hermoso en primer término, pero en segundo lugar es hermoso salmodiar “a su nombre” (Sal 67 [68],5). En efecto, cuanto difiere Dios en sí mismo del propio nombre, así difiere cantar de salmodiar. Por eso la Escritura le hace corresponder lo que es mejor: cantar; mientras que lo inferior, salmodiar, lo hace corresponder no a Él, sino “a su nombre”. Y no ha dicho: “Canten al nombre del Señor”, sino: “Salmodien”, no al Señor sino “a su nombre”. Para que se comprenda la diferencia entre cantar y salmodiar, iré de nuevo a las realidades sensibles; pues las realidades sensibles hacen las veces de base para comprender las realidades superiores. Por este motivo toda la Escritura se expresa con realidades sensibles, para que a partir de ellas ascendamos a las realidades espirituales. Y si la Escritura no hubiera hablado [primero] de la Ley con palabras sensibles, no podríamos decir partiendo de ella: “Sabemos, en efecto, que la Ley es espiritual” (Rm 7,14). Ahora bien, quien canta utiliza solo la voz; en cambio, el que salmodia también [se sirve] de un instrumento. Está el salterio como instrumento y está el canto como algo más límpido, puesto que el instrumento del salterio no puede expresar la limpidez de la voz humana. Pero el instrumento, en cierto sentido, imita, en cuanto es posible, la limpidez de la voz humana. Por tanto, si quieres llegar a comprender la diferencia entre cantar y salmodiar, considérate a ti mismo en tanto que separado del cuerpo y comprende el cantar. Considera también tu cuerpo, pues sabes que resucitará, y mira el salmodiar.

Aprender a cantar armoniosamente con la Sagrada Escritura

4.2. Pero si también se debe transferir la distinción entre cantar y salmodiar a las realidades presentes, diremos que cuando comprendes rectamente sobre Dios y hablas bien de la divinidad, le cantas a Él. En cambio, cuando obras convenientemente, por medio del movimiento de un instrumento, que para ti es un salterio espiritual, me refiero al cuerpo, salmodias a Dios. El artista al salmodiar no confunde las cuerdas, sino que conoce los tiempos y los ritmos[7]; y sabe cuándo tocar la cuerda más baja y cuándo la segunda cuerda, cuándo la cuerda de sonido más agudo, cuándo tocar la cuerda de sonido más elevado, y cuándo, en cambio, dar el sonido más bajo. Así, sabiendo cómo salmodiar con el salterio lo afina[8] con la palabra de Dios, y sabe cuándo mover la cuerda de la mano, y cuándo mover la cuerda del pie, para que suene[9] como conviene, para que ejecute lo que corresponde. Sabe cuándo dar la vista a su ojo, para que el ojo no vea algo disonante -mira algo de modo discordante “si mira a una mujer para desearla” (Mt 5,28)-, y para que el oído no reciba algo inconveniente ni escuche algo disonante. ¿Pero qué hace el oído cuando alguien transgrede el mandato que dice: “No admitirás una audición superficial” (Ex 23,1 LXX), para que aquella cuerda que es la boca no cante algo desentonado? Y esta cuerda de la boca canta de modo desentonado cuando proferimos una palabra vana sobre lo que está escrito: “Rendirán cuenta sobre ella en el día del juicio” (Mt 12,36).

Salmodiar por medio del cuerpo

4.3. También es posible servirse de la cuerda del vientre armónicamente[10], cuando comemos y bebemos para gloria de Dios (cf. 1 Co 10,31); y asimismo es posible servirse [de esa cuerda] de modo discordante[11], cuando por nuestra gula hacemos cosas tales como para que se diga sobre nosotros: “Su dios es el vientre” (Flp 3,19). Pero ustedes mismos completarán aquello que sigue: para quienes han recibido indicaciones de cuanto precede es decoroso callar las expresiones sobre lo que sigue. Y porque el Apóstol ordena: “Hagan todas las cosas en nombre de Jesús” (Col 3,17), por esto ciertamente hay que comprender que [la Escritura] ha dicho “cantar a Dios” (cf. Sal 67 [68],5) sobre las cosas mejores; en cambio, “salmodiar a su nombre” (cf. Sal 67 [68],5), en referencia a salmodiar por medio del cuerpo, como se ha demostrado.

Abrir camino

5.1. En atención al instrumento del salterio consideremos un tercer mandato. ¿Qué nos ordena la Palabra? “Preparen el camino para aquel que ha subido hacia el occidente. Su nombre es Señor”[12] (Sal 67 [68],5). En Isaías está escrito: “Quiten las piedras [que están] en el camino y preparen la vía para mi pueblo” (Is 62,10), y tomando ejemplo de esto pasaré a la que me parece ser la explicación del texto que tenemos delante, que me será concedida conforme a sus oraciones.

Quitar las piedras del camino

5.2. El que prepara un camino se esfuerza por quitar de él las piedras de tropiezo, para que, el que camina, camine sin tropiezo. Por eso está escrito: “Quiten las piedras del camino y preparen la vía para mi pueblo” (Is 62,10)[13]. Y esto se ha dicho para que, partiendo de lo sensible, se comprenda cómo el que enseña al pueblo quite las piedras del camino. Pues siempre que elimina todo lo que parecía un tropiezo, a causa de la circunspección y obscuridad de la Escritura, y presenta a los oyentes la recta doctrina, quita las piedras del camino. Y cuantas veces refuta las interpretaciones contrarias, que surgen de la letra, y con claridad hace plana la Escritura -porque toda la Escritura es un camino que conduce a la salvación-, entonces cumple el mandato que dice: “Quiten las piedras del camino y preparen la vía para mi pueblo” (Is 62,10). Pero explicar ahora qué es la piedra de tropiezo (cf. Is 8,14; Rm 9,33; 1 P 2,8) nos conduciría a una digresión.

“Sube hacia occidente” 

5.3. Por consiguiente, así como es posible preparar el camino para el pueblo, como lo hemos explicado, así también para Dios, que quiere caminar en nosotros que nos encontramos en esta región, en la tierra situada al lado opuesto del jardín de Dios, plantado en oriente (cf. Gn 2,8). Dice, en efecto, [el salmo]: “Preparen el camino para aquel que ha subido hacia el occidente. Su nombre es Señor” (Sal 67 [68],5). Y puesto que, tal vez, alguno esté inclinado a comprender mal las palabras: “Aquel que ha subido hacia occidente”, considerándolas negativamente, porque el occidente se opone al oriente, por eso la Escritura ha debido agregar: “Su nombre es Señor”, para que tengas el atrevimiento de declarar que el Señor sube hacia el occidente, donde se encuentra Adán expulsado del paraíso (cf. Gn 3,24), aunque parezca injurioso decir que el Señor sube hacia occidente. 

El Señor se pasea en nosotros

5.4. ¿Qué significa, entonces: “Preparen el camino para aquel que ha subido hacia el occidente” (Sal 67 [68],5)? El Señor busca un camino en ti, no solo para habitar en ti -porque no te prometió únicamente esto-, sino también para pasear[14] dentro de ti (cf. Lv 26,12). Por tanto, busca un camino para pasear dentro de ti, como busca en ti una casa para habitar en ti (cf. 2 Co 6,16). Por consiguiente, construye una casa para el Señor y esfuérzate por comprender espiritualmente, como espiritual, lo que dice el profeta, y decirlo con una disposición semejante a la suya. En efecto «Acuérdate, Señor, de David y de toda su mansedumbre, así como ha jurado el Señor, ha prometido al Dios de Jacob: “Si subiré sobre el cobertor de mi lecho, si daré sueño a mis ojos y adormecimiento a mis párpados, y descanso a mis sienes, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una carpa para el Dios de Jacob”» (Sal 131 [132],1-5), no dormirás “hasta que encuentres un lugar para el Señor” (Sal 131 [132],5), donde le construirás una casa. Busca, para que se cumpla lo que ha prometido diciendo: “Yo habitaré en ellos”[15] (2 Co 6,16). No “des sueño a tus ojos ni reposo a tus párpados[16]” (Pr 6,4), hasta que prepares un camino para Él, que quiere caminar en ti. ¿Qué significa preparar un camino para Dios, que quiere caminar en ti? El Señor camina sobre lo que es puro, el Salvador celebra una fiesta en un lugar limpio. Limpia tu lugar del mismo modo que lo hacen los ricos. En efecto, cuando los ricos tienen un lugar de paseo en sus casas, se toman algunas disposiciones para prepararlo: barrerlo, limpiarlo y regarlo, para hacer el lugar de paseo más agradable al dueño. Así también tú comprende que tienes en ti mismo lugares de paseo.

Limpiemos el camino para que Dios se pueda pasear en él

5.5. Pero si quieres escuchar lo que dice la Escritura sobre estos lugares de paseo, oye a Salomón que dice: “No se emborrachen con vino, sino conversen unos con otros, y platiquen en los lugares de paseo” (Pr 23,31). En consecuencia, considerando la naturaleza de estos lugares de paseo, que han sido construidos para que Dios pasee en ellos, comprende que si están llenos de mucha suciedad por causa de la maldad, con muchas piedras de tropiezo, con mucho hedor de los pecados, “porque se han apestado y se han podrido mis llagas” (Sal 37 [38],6), lo cual se dice sobre la naturaleza de los pecados[17]. Por tanto, viendo los lugares de paseo llenos del hedor de los pecados y de las piedras de tropiezo, comprendiendo lo que se ha dicho aquí -“Preparen el camino para aquel que ha subido hacia el occidente” (Sal 67 [68],5)-, prepara tu camino para Dios.

El lugar de paseo que Dios quiere

5.6. Dios, en efecto, busca pasear en ti, observa y procura un lugar, y no lo encuentra. Muchas veces ve espinas, y no quiere caminar sobre espinas. Pues cuando ve que los placeres te tienen en su poder y observa que eres atraído por las riquezas del mundo[18], cuando ve en ti las preocupaciones, observa las espinas en tus lugares de paseo, busca otros sitios de paseo más limpios y te abandona. Porque Dios no puede caminar en esos lugares de paseo. Las espinas son las preocupaciones, los placeres, las riquezas, según la interpretación que da Lucas en la parábola sobre el sembrador (cf. Lc 8,14).



[1] Cf. Evagrio Póntico, Tratado Práctico, 69; SCh 171, p. 654: “Es una gran cosa rezar sin distracción, pero es una cosa más grande aún salmodiar sin distracción”; Tratado sobre la oración, 85; SCh 589, p. 300: “La salmodia es la imagen de la sabiduría multiforme (cf. Ef 3,10). La oración, en cambio, es el preludio de la gnosis inmaterial y simple”.

[2] Cf. Origene, pp. 406-407, nota 19.

[3] Ibid., p. 408, nota 21.

[4] Cf. Tratado sobre la oración, 82-83; SCh 589, p. 298: “Ora con mansedumbre y sin ansiedad; salmodia con inteligencia (cf. Sal 46 [47],8) y armonía, y serás como el aguilucho que vuela en las alturas.

La salmodia calma las pasiones y apacigua la intemperancia del cuerpo. La oración, en cambio, hace que el espíritu se ejercite en la actividad que le es propia”.

[5] Origene, p. 412, nota 23.

[6] Conversatio.

[7] Lit.: espacios, posiciones (topoys).

[8] Lit.: según la cadencia, regula, lo arregla (rythmizo).

[9] Lit.: caminase hacia necesario (o: preciso: peripate eis deon).

[10] O: melodiosamente, con medida (emmelos).

[11] O: negligentemente (exmelos).

[12] Otra versión posible: “Hagan camino para el que cabalga sobre el ocaso, Señor es su nombre” (así  La Biblia griega Septuaginta. Natalio Fernández Marcos - María Victoria Spottorno Díaz-Caro [Coordinadores], Salamanca, Eds. Sígueme, 2013, p. 99 [Biblioteca de Estudios Bíblicos, 127]).

[13] Orígenes cita este texto invirtiendo el orden, el original dice: “Abran camino al pueblo. Reparen, reparen el camino, y límpienlo de piedras”.

[14] Traduzco el emperipateo conforme a sus dos sentidos principales: pasearse en, caminar en, alternando ambas versiones.

[15] O también: “entre ellos”; o: “en medio de ellos”.

[16] Lit.: “ni te duermas sobre los párpados”.

[17] Cf. Orígenes, Homilía I sobre el salmo 37, 4.3: «Considera un pecador que se deleita en sus pecados y está contento en sus maldades. Porque él mismo se revuelca en el fétido estiércol y ningún olor, que sale del estiércol del pecado, percibe su sensibilidad; se deleita como en las sumas voluptuosidades y en las más gratas delicias. Pero si sucede que este depone la percepción y el olfato de los cerdos, y recibe la comprensión de la palabra de Dios, de modo que pueda sentir el hedor de sus pecados, en seguida se convierte hacia la penitencia y buscando la enmienda, no pudiendo soportar el propio hedor, clama al médico celestial (cf. Mt 9,12) y le muestra las cicatrices de sus heridas putrefactas, y dice: “Mis cicatrices huelen mal y están putrefactas, debido a mi locura” (Sal 37 [38],6). Rectamente, en efecto, llamó “locura” a este pecado. Pues ningún sabio ha cometido pecado alguna vez».

[18] Lit.: por la riqueza mundana.