OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (738)

Jesucristo en majestad

Hacia 1170-1180

Misal

Hildesheim, Alemania

Orígenes, Homilías sobre los Salmos 

Homilía I sobre el Salmo 38 (39)[1]

Introducción

El primer párrafo es una introducción, dirigida principalmente a explicar el título del salmo. Pero el predicador subraya sobre todo la necesidad de ir más allá de la sola letra. Se trata de una amable invitación a comenzar una ascensión hacia las realidades espirituales y celestiales (§ 1.1-3).

El título del salmo confirma la necesidad de la precedente explicación (§ 2.1). Además, el epígrafe mismo explica para quién compuso David el salmo (§ 2.2).

Texto

El crecimiento de la Ley

1.1. Como un solo hombre progresa según Dios, y aplicándose, se mejora a sí mismo, así también sucede con el pueblo todo. Por lo que, de su progreso mismo resulta asimismo para él un crecimiento en la Ley. Así, como está escrito en la Ley, hay ciertos preceptos para los sacerdotes y los levitas, que conciernen a los sacrificios y otras solemnidades. Pero cuando el pueblo aumenta, en un tiempo en que se encontraba todavía en él la fuerza para crecer, no permaneció todo conforme a aquel orden, sino que ciertas legislaciones más elevadas fueron unidas a estas prescripciones en un segundo y en un tercer tiempo.

Las diversas funciones de los sacerdotes y los levitas

1.2. Y si alguien quiere saber cuáles sean estos agregados concernientes a los sacerdotes y a los levitas, que lea el primer libro de los Paralipómenos (cf. 1 Cro 9,10-33). Y que examine con paciencia todo aquel catálogo; encontrará allí un cierto orden admirable, y una distribución de las tribus según el nombre y el lugar de cada una, que tiró a suertes una cierta preminencia en un orden solemne (cf. 1 Cro 24,5 ss.; 25,8 ss.; 26,13 ss.). Pero también encontrará levitas y sacerdotes distribuidos en diversas oficios y órdenes: unos, por ejemplo, son encargados de abrir las puertas del templo (cf. 1 Cro 9,17-27; 26,1-19), a otros se les confían las llaves (cf. 1 Cro 9,26. 27), a otros se les encarga el cuidado de los sacrificios y de los altares (cf. 1 Cro 9,28-32). Y se podrían decir muchas cosas a partir del sentido literal de ese libro, sobre las reglas de conducta[2] de los sacerdotes.

Ascender hacia las realidades celestiales

1.3. Por tanto, si alguien puede examinar cómo los judíos servían al modelo y la sombra de las realidades celestiales (cf. Hb 8,5: Ex 25,40), que ahora ascienda del fundamento más bajo de la palabra hacia sus cumbres y cimas superiores; y que desde allí contemple el estado del sacerdocio futuro, y aquella elección celestial; allí, contemplará qué son esas clases sacerdotales, o cuáles son los oficios de los levitas que presentados en los ministerios celestiales, y por su pensamiento reunirá en los cielos todo lo que vio dispuesto sobre la tierra. Pues también allí habrá un pueblo, y entre ese pueblo de Dios levitas escogidos. Además, elegidos de entre ellos, excelentes sacerdotes; e igualmente, sacerdotes de muy diferentes clases; así, en el primer libro de los Paralipómenos, se menciona que había veinticuatro clases de sacerdotes, unos bajo Eleazar, otros bajo el príncipe Itamar (cf. 1 Cro 24,1 ss.), entre los cuales, se dice, están aquellos que aseguran el servicio cotidiano.

El título del salmo

2.1. Es posible que alguien de entre los que me escuchan se pregunte: “¿Qué relación puede tener esto con el salmo?”. La tiene y mucho. Porque el epígrafe de este salmo dice: “Para el final[3], para Idithun[4], salmo de David” (Sal 38 [39],1). Nosotros encontramos que este Idithun es uno de aquellos a quienes fueron confiadas la tarea y la solicitud de los himnos de Dios (cf. 1 Cro 16,41-42). Hallando, por tanto, este nombre escrito al inicio del salmo, nos era necesario mostrar quién fue este Idithun, y como, después una primera ley, se hizo un segundo reglamento para el ordenamiento de los oficios sacerdotales.

David entregó el salmo a Idithun

2.2. Entre los griegos, todos los que escribían poemas o composiciones musicales las ofrecían a quienes quisieran para cantarlas en el transcurso de una lucha. Y sucedía que uno vencía en el combate, pero otro escribía un canto para el vencedor. En los salmos, entonces, de la divina Escritura, todos los que llevan por título, conforme a la Setenta: “Para el fin”, tienen como título en otros traductores: “Sobre la victoria”, o: “Para la victoria”, o: “Al vencedor”, por ese hecho de que, seguramente, presentan como una alabanza de la victoria. En consecuencia, David, lleno del Espíritu divino, compuso este salmo y lo entregó a Idithun, cuyo oficio era cantar los himnos a Dios, dada su capacidad en esta disciplina. Y por eso, en consecuencia, se escribió en el título: “Para el final, para Idithun, salmo de David” (Sal 38 [39],1).



[1] No disponemos del texto griego de esta homilía. Traducimos entonces a partir de la versión latina de Rufino editada por Emanuela Prinzivalli (con introducción, traducción y notas de H. Crouzel, sj, y L. Brésard, ocso), Paris, Eds. du Cerf, 1995, pp. 328-367 (Sources Chrétiennes [= SCh] 411). La subdivisión de los párrafos y los subtítulos son agregados nuestros.

[2] Traducción de instituta.

[3] Eis to telos en la LXX. Expresión que aparece en muchos encabezamientos de los Salmos en la versión griega, que también podría traducirse: para el cumplimiento. Como si se tratara de un título se “anotan las pautas musicales de la partitura y se describe el motivo y la ocasión del canto o poema, es decir, son anotaciones que se refieren a cómo y por qué ha desarrollarse la actuación, ‘el cumplimiento’ del rito” (La Biblia griega Septuaginta. Natalio Fernández Marcos - María Victoria Spottorno Díaz-Caro [Coordinadores], Salamanca, Eds. Sígueme, 2013, p. 29, nota a [Biblioteca de Estudios Bíblicos, 127]).

[4] Transcribo el texto latino. Otras formas: Idithoyn (en la LXX); Yedutún o Jedutún (en nuestras versiones castellanas). Se trata de un grupo de levitas encargado del canto o de la vigilancia de las puertas del templo (cf. 1 Cro 16,38-42).