OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (724)

Jesucristo proclama las bienaventuranzas

Hacia 1440

Inglaterra

Orígenes, Homilías sobre los Salmos

Homilía V sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

La sabiduría verdadera consiste en saber cómo ordenar nuestra entera existencia a fin de evitar el pecado. Solo así será posible escapar de los castigos eternos (§ 5.1).

Un problema que Orígenes reconoce como “chocante” para los seres humanos es la opulencia y buena vida de que gozan los impíos. La respuesta en la fe es: los justos, como, por ejemplo, Moisés, atraviesan, pasan a través para tener una gran visión. Es decir, atravesamos con nuestra inteligencia las realidades temporales, para poder contemplar aquellas que son eternas (§ 5.2-3).

Es necesario atravesar, trascender con una mirada que no se estanca en lo meramente visible y exterior, hacia las realidades eternas e invisibles. En otras palabras, vivir nuestro presente con dimensión de eternidad (§ 5.4).

Imitar a Jesucristo, imitar a Dios, es ver toda la existencia humana desde una perspectiva de fe. Se trata de una visión que le permite a todo ser humano creyente superar los acontecimientos presentes, por más nefastos que ellos sean, para ascender hacia la contemplación anticipada de las realidades futuras (§ 5.5).

El Espíritu Santo le permite al cristiano ver toda la realidad presente como lo que realmente es: pasajera. Y al mismo tiempo le concede la contemplación de la realidad que no pasa, porque es eterna (§ 5.6).

Orígenes aplica, en una nueva explicación, el versículo treinta y cinco del salmo a los herejes que se engrandecen a sí mismos enseñando falsedades. Es necesario refutarlos, sostiene el Alejandrino, para que no existan más sus erradas enseñanzas (§ 5.7).

Prosiguiendo con la argumentación del párrafo precedente, Orígenes insiste en que es imprescindible superar la letra, porque atados a ella se enseñan y divulgan toda clase doctrinas falsas (§ 5.8).

Texto

La locura de los pecadores

5.1. “Cuando mueran los pecadores, verás” (Sal 36 [37],34). Tal vez, esto sucederá antes que los justos vean a los pecadores y a los impíos condenados. Antes, en efecto, que se decreten los castigos y los suplicios de los pecadores, cuando los justos hayan visto y reconocido la distancia entre una buena y una mala vida, y hayan comprendido que, viviendo bien, escaparon de tantos males; así como aquellos que estando en los tormentos, viendo a quienes están en la gloria, dicen: “Nosotros, necios, pensábamos que la vida de ellos era una locura” (Sb 5,49). Por tanto, después de haber visto cómo perecen los pecadores, entonces ellos mismo, los justos, serán exaltados y llevados al cielo para heredar la tierra.

Un problema “chocante”

5.2. Ya ahora la palabra provoca y trae alivio a este problema que, muy a menudo, golpea el corazón de casi todos los hombres. Pues frecuentemente, como enfermos que somos, viendo a los inicuos y pecadores pasar esta vida con toda felicidad y prósperos con sucesos florecientes, con abundancia de riquezas, de honores, gozando de una fecunda y numerosa prole, felicitándose en las delicias, nos escandalizamos y decimos en nuestros corazones: “¿Dónde está la justicia de Dios?”. Si los acontecimientos están dirigidos por la Providencia divina, ¿permitirá Dios que ese inicuo e impío ascienda a tanta felicidad? Por eso, entonces, ahora la Palabra divina, en la persona de los justos, dice: “Vi al impío no solo exaltado, sino muy exaltado y elevado, no por encima de cualesquiera árboles, sino por encima de los cedros del Líbano” (cf. Sal 36 [37],35). Sea que este árbol es muy alto, sea que su sitio es en una montaña altísima, y, sin embargo, viendo estas cosas “pasé, dice (el salmista), y he aquí que ya no estaba” (Sal 36 [37],36). ¿Qué piensas que ha atravesado el justo para que cese la elevación? Si ustedes se acuerdan de lo que dijimos antes: que Moisés atravesó para ver una gran visión (cf. Ex 3,3)[1], pueden también ahora saber lo que quiere decir que el justo atraviesa.

Atravesar

5.3. Cuando vemos exaltados y crecidos en un excesivo orgullo a los impíos, atravesemos también nosotros con la mente y la inteligencia más allá de las cosas visibles y temporales, y transfiramos nuestros pensamientos hacia las realidades que no se ven y son eternas (cf. 2 Co 4,18). Pensemos que aquellas son temporales y las que parecen elevadas duran pocos días. Contemplemos el día del juicio, y así con nuestro pensamiento veamos que aquel que “mucho se exalta y se eleva como un cedro del Líbano” (Sal 36 [37],35), en el día del juicio ya no existe más. Pues quien no tiene parte con Aquel que existe siempre, esto es con quien dijo: “Yo soy el que soy” (Ex 3,14), ése, se dice, ya no existe. Por consiguiente, los pecadores no se cuentan con el que es. Por lo que también el Apóstol decía sobre la vocación de los gentiles: “Dios eligió a los que no son para destruir a los que son” (cf. 1 Co 1,28). Y en el libro de Ester se dice: “No entregues, Señor, tu cetro a esos que nada son” (Est 14,11 [Vulgata; 4,17q LXX]). 

Elevarse hacia las realidades eternas

5.4. Por consiguiente, mientras quien mira a los soberbios en su elevación, mientras adula a los pecadores y a los orgullosos, es cierto que no ha atravesado ni ha visto que no existen, sino que permanece en este estado presente, y por eso admira en ellos la gloria presente. Pero si ha atravesado de ese modo del que antes hablamos, es decir, ha trascendido con la mente y la inteligencia de las realidades presentes y temporales a las futuras y perpetuas, entonces con verdad dice sobre el que vio «elevado como los cedros del Líbano: “Pasé y he aquí que ya no estaba más”» (Sal 36 [37],35-36). Porque “también el cielo mismo y la tierra pasarán” (Mt 24,35 

Imitar a Cristo

5.5. Para el Señor todas las realidades que [para nosotros] son futuras se tienen por ya hechas. Y por eso decía: “Me dieron hiel como alimento” (Sal 68 [69],22 LXX), lo que sin duda todavía era algo futuro, Él lo decía como ya hecho. “Para mi sed me han dado vinagre” (Sal 68 [69],22), no dice “me dieron”. Así, por tanto, para Dios, las realidades que son futuras se dice que ya están hechas. Si tú eres también imitador de Dios e imitas a Cristo, no esperas que el pecador atraviese, no esperas que ese hombre elevado sea humillado y se extinga, sino que, para ti mismo, en tu mente y en tu alma ya lo ves como que ha pasado, si tú mismo por el pensamiento y la inteligencia atraviesas de las realidades presentes hacia las futuras. 

Una visión de la realidad animada por el Espíritu Santo 

5.6. Recibe otro ejemplo sobre esto que decimos. Si navegas y estás sobre un navío, ves pasar las tierras, los promontorios y las montañas, no porque ellos estén en movimiento, sino porque tú con el soplo próspero del viento pasas, y te parece que se sustraen (a tu vista), que se mueven. Así también en esto, si el Espíritu Santo sopla y alienta tu inteligencia, navegas con un curso feliz y próspero; superarás con tu entendimiento todo lo que ves, pues son cosas temporales, y contemplarás aquellas realidades que son eternas (cf. 2 Co 4,18). Sin duda, dices que todas las cosas que se ven ya no existen, puesto que no existirán en el futuro. Por tanto, “vi al impío muy exaltado y elevado por encima de los cedros del Líbano, y pasé y he aquí que ya no estaba” (Sal 36 [37],35-36).

“La Ley es espiritual”

5.7. Algo me mueve todavía más fuertemente en este pasaje. Porque veo también otro impío que se exalta por encima de los cedros del Líbano (Sal 36 [37],5) y se engrandece. Pues cuando los herejes se fabrican[2] por encima del Dios Creador otro Dios, y son exaltados y engrandecidos con una palabra de mentira, negando que el Dios Creador de todas las cosas sea el Dios bueno, sus predicaciones impías los alzan por encima de los cedros del Líbano; es decir que, apoyándose sobre potestades adversas, por inspiración de las cuales simularon invenciones contra el Dios Creador de todas las cosas, para comprender la Ley solo según la letra, ignorando que ella es espiritual (cf. Rm 7,14), se han engañado con sus propios pensamientos (cf. Col 2,8). Yo, por tanto, si veo a estos y atravieso, ya no existirán más. ¿Qué significa que atravieso? Si atravieso la letra, si atravieso la superficie de la historia y llego al sentido espiritual, porque la Ley es espiritual (cf. Rm 7,14), si todos aquellos pasajes en los que ellos erran y se engañan, los explico espiritualmente, sus dogmas impíos e inicuos no existirán más. Y así sucederá que el impío exaltado y elevado ya no existirá cuando yo pase.

El Espíritu es el que vivifica

5.8. Pero también “cuando se busque su lugar no se lo encontrará” (Sal 36 [37],36). El lugar del dogma impío es la letra de Ley, una letra que mata. Cuando, por consiguiente, nosotros pasamos de la letra que mata al Espíritu vivificante (cf. 2 Co 3,6), no podemos encontrar siquiera el lugar del dogma impío, una vez desechada la letra. ¿Pero cómo la buscaremos? Cuando disputamos contra ellos y cuando buscamos juntos, entonces encontramos el lugar de esos dogmas en la letra de la Ley, y cuando se muestra que, según la historia, ella no se sostiene, removida y descartada la letra, para nosotros que habíamos discutido y buscado, en ninguna parte ciertamente se encuentra el lugar del dogma impío.



[1] Cf. Hom. 36,IV,1.4-5.

[2] Lit.: se hacen (fingunt).