OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (714)

Cristo Rey del universo

Siglo XI

Reichenau, Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía IV sobre el Salmo 36 (37)[1]

Introducción

Se nos propone, en el inicio de esta última homilía sobre el salmo treinta y seis, fijar la atención en dos términos: pasos y pasar a través. Ambos nos conducen, en la lectio de Orígenes, a reflexionar sobre los pasos de nuestra vida espiritual. Ella debe pasar a través de las realidades mundanas para poder llegar a la contemplación de “la gran visión” (§ 1.1).

En su Tratado sobre la oración, XXV,2, Orígenes afirma: «Nos hallamos en camino de perfección siempre que “olvidando lo que está detrás nos lanzamos a lo que está por delante” (Flp 3,14). A medida que progresamos alcanzaremos la cima del reino de Dios cumpliéndose la palabra del Apóstol: “Cuando Cristo entregue a Dios Padre el Reino... para que Dios sea todo en todos” (1 Co 15,24-28). Por lo cual oremos “sin cesar” (1 Ts 5,17), como divinizados por el Verbo, y digamos a nuestro Padre que está en el cielo: “Santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Mt 6,9-10)» (§ 1.2).

Nos ayuda a la comprensión de esta ascensión en la contemplación que nos propone Orígenes lo que él mismo dice en otra de sus obras: “… Se escribe de Moisés haber entrado en la oscuridad donde estaba Dios (Ex 20,1). Y del mismo Moisés se dice: Solo Moisés se acercará a Dios, pero los otros no se acercarán (Ex 24,2). Otra vez, para representarnos el profeta lo profundo de las doctrinas sobre Dios, profundidad incomprensible para quienes no tienen aquel espíritu que todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios (cf. 1 Co 2,10), dice así: El abismo es su veste, como un manto (Sal 103 [104],6). Es más, nuestro mismo Salvador y Señor, Verbo que es de Dios, nos hace ver la grandeza del conocimiento del Padre cuando nos dice que, digna y principalmente, sólo por Él mismo es comprendido y conocido y, en segundo lugar, por los que tienen iluminada su mente por el mismo Verbo-Dios: Nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare (Mt 11,27). Y es así que ni al increado y primogénito de toda la creación (cf. Col 1,15) lo puede nadie conocer dignamente como el Padre que lo engendró, ni al Padre como el que es Verbo viviente, sabiduría y verdad suya. Participando de Él, que es quien quita del Padre las tinieblas que puso por su escondrijo y el abismo de que se cubrió como de veste, y revelándonos así al Padre, lo conoce todo el que es capaz de conocerlo”[2] (§ 1.3).

El camino de las grandes contemplaciones que Moisés recorrió, y al que también nosotros estamos invitados, para poder transitarlo requiere una adecuada preparación: observar los mandamientos de Dios (§ 1.4). 

“Pasar a través” implica un cambio de vida, una conversión de costumbres que debe manifestarse en la conducta; y más explícitamente, en el abandono de los vicios. Pero para ello no basta la sola voluntad del ser humano, necesita indefectiblemente la ayuda de Dios (§ 1.5)[3].

El peligro de permitir que nuestros pasos sean desviados por el diablo es permanente en nuestra existencia humana. Por eso siempre debemos consolidarnos en la vivencia de nuestra fe, una fe simple y sencilla, que no nos aparte de Cristo. Porque solo el Señor puede enderezar nuestros pasos (§ 1.6). 

Texto

Pasar a través

1.1. (El salmo) dice: “Por el Señor son enderezados los pasos del hombre” (Sal 36 [37],23). La elocución “los pasos” no es habitual entre quienes hablan el griego, sean personas no instruidas, sean personas que buscan la precisión del lenguaje, y los traductores la han expuesto de idéntica forma, poniendo una sola palabra de significado equivalente. Querían restituir la etimología hebraica y fijar la atención de quien lee la Escritura sobre el significado de la palabra “pasos”. Y no solo aquí encontramos la elocución “pasos”, sino también en este mismo salmo cuando una vez dice: “La boca del justo meditará la sabiduría y su lengua hablará el juicio; la Ley de su Dios está en su corazón y no recibirán zancadillas sus pasos” (Sal 36 [37],30-31). Pero también hallamos la elocución en el salmo setenta y dos que así dice: “Cuán bueno para Israel es Dios, para los rectos de corazón. Pero por poco no han vacilado mis pies, por poco no se han desviado mis pasos” (Sal 72 [73],1-2). Si “mis pasos” (procede) de atravesar, entonces tenemos el mismo significado, con otra forma de expresión en el Éxodo, cuando Moisés vio la llama de fuego, el ángel y la zarza que no se consumía (cf. Ex 3,2-3). Y dijo: “Pasando a través, entonces, podré ver qué es esta gran visión” (Ex 3,3). Tomo precisamente este punto de partida para comprender el pasaje, en cuanto es posible, habiendo leído la exposición de alguien que ha dicho qué significan las palabras: “Pasando a través, entonces, podré ver qué es esta gran visión”. En la explicación de esta pasaje decía que no es posible ver “la gran visión” para quien está inmerso en las preocupaciones de la vida, sino que la mente debe atravesar las realidades mundanas y llegar a una condición superior, y a la contemplación de las realidades inteligibles para poder contemplar “la gran visión”.

1.1. “El Señor dirige, dice (el salmista), los pasos del hombre” (Sal 36 [37],23). Y también en este mismo salmo habla sobre los pasos del justo de este modo: “La Ley de su Dios está en su corazón y sus pasos no vacilarán” (Sal 36 [37],31). Pero asimismo en el salmo setenta y dos se dice: “Poco faltó para que mis pasos se desviarán” (Sal 72 [73],2). Llamamos, por tanto, “pasos” al vocablo que procede de “pasar”, según aquello que está escrito en el Éxodo, que Moisés vio una llama de fuego y a un ángel, cuando una zarza ardía pero no se consumía y dijo: “Pasando, o atravesando, veré esta gran visión” (Ex 3,2-3). A partir de este pasaje, entonces, se nos da la ocasión de comprender el texto que tenemos en las manos. Por eso, sobre esto que está escrito en el Éxodo citamos lo siguiente: “Pasando veré esta gran visión” (Ex 3,3); y escuché a uno de los sabios decir antes que nosotros, cuando explicaba este pasaje, que no es posible ver primero una gran visión, esto es contemplar y penetrar los grandes misterios, permaneciendo en la forma de vida y en las obras de este mundo; sino que es necesario atravesar estas realidades y trascender todas las cosas seculares, liberando nuestra inteligencia y nuestra mente, y entonces llegar a la contemplación de las realidades grandes y espirituales, y así finalmente ver una gran visión. Esto es lo que aquel hombre nos explicaba cuando comentaba el texto que antes recordamos.

“La gran visión” 

1.2. Aquel, por tanto, ha hecho tales consideraciones sobre el pasaje; pero nosotros, mientras deseamos elogiar a un hombre sabio (queremos) también añadir algo respecto de él (cf. Pr 9,9), y observamos lo que sigue sobre este texto. Cada uno de los que están en camino hacia la virtud, en primer término, progresa y después llega a ella; por consiguiente, en el progresar se pasa siempre a través, “y se extiende hacia las cosas que están delante, olvidando las que están detrás” (Flp 3,13)[4]. Pasando a través, como si superase la efusión inicial del mal, superando algunos pecados, y no estando más en ellos, extendiéndose hacia las cosas que están delante, se encuentra estar en (los pecados) menores -concederé, en efecto, para mi argumentación, que existan también males menores-, se halla estar en males menores y más reducidos. Y esto es pasar a través, según la Palabra de Dios, hasta que aquel que pasa a través, pase a través del mal y de lo que procede del mal, y contemple, según el Éxodo, la gran visión (cf. Ex 3,3). Pues nadie que se encuentre en el mal y no haya pasado a través de este podrá contemplar la gran visión. ¿Y cuál sería la gran visión si no Dios, que es visto por quien es puro de corazón (cf. Mt 5,8)? ¿Y cuál sería la gran visión si no la Sabiduría y el Verbo de Dios (cf. 1 Co 1,24), su Cristo, que nadie puede conocer si el Padre mismo no se lo revela (cf. Mt 16,17; 11,27)? ¿Cuál sería la gran visión si no el Espíritu Santo?

1.2. Pero nosotros, que conforme a las admoniciones de las Escrituras, nos aplicamos a alabar las palabras de los sabios y agregarles algo (cf. Pr 1,5-6; 9,9), podemos añadir alguna cosa a lo que aquel hombre dijo. Cada uno de los que hace camino hacia la virtud progresa caminando, para llegar paulatinamente, por los muchos progresos de su itinerario, hasta ella. Por tanto, haciendo camino y marchando, como dando pasos, avanza siempre, y pasa más allá de lo que ha explicado y, dejando lo que está detrás, se extiende hacia lo que está delante (cf. Flp 3,13). Por consiguiente, marchando, primero atraviesa el lugar de la malicia, y entonces, avanzando con pasos y andares, supera otros mojones de pecados; después, a continuación, (deja atrás) las rocas escarpadas de la impiedad, y las resbaladizas y abruptas de los vicios. Pero cuando ha atravesado también esto, siempre se extiende hacia las realidades que están delante, y nada de malicia le queda, sino que todo le favorece el camino. Sin embargo, avanzando (debe) observar con cautela sus pasos para no caer, de modo que, superando uno a uno, todos los lugares de malicia, para que no tropiece su pie en ellos (cf. Sal 90 [91],12), según lo que está escrito en el Éxodo podrá contemplar una gran visión (cf. Ex 3,3). Pues nadie que todavía permanezca en la malicia y no la atraviese y pase a través de ella, podrá tener esta gran visión de los secretos de Dios, es decir, de su ciencia y su sabiduría (cf. Col 2,3). Por consiguiente, es una gran visión cuando con un corazón puro se ve a Dios (cf. Mt 5,8). Es una gran visión cuando con un corazón puro se reconoce la Palabra de Dios y la Sabiduría de Dios, que es su Cristo (cf. 1 Co 1,24). Es una gran visión reconocer y creer en el Espíritu Santo. Es, en consecuencia, una gran visión la ciencia de la Trinidad[5].

“Moisés se acercará solo a Dios”

1.3. Tal vez, como en el Éxodo hay muchas “grandes visiones”, está escrito: “Por consiguiente, pasando a través contemplaré esta gran visión” (Ex 3,3). Porque para diferenciarla de otras grandes visiones dice: “Contemplaré esta gran visión”. ¿Pero qué era aquella gran visión que contempló el que pasó a través sino un ángel? Pues comprendiendo la naturaleza del ángel y aceptando en qué sentido se dice todo lo que está escrito sobre los ángeles, pero también: “El que hace a sus ángeles espíritus y como un fuego inflamado a sus ministros” (Sal 103 [104],4); habiendo comprendido la razón de la zarza y habiendo comprendido el ángel que se apareció en una llama de fuego sobre la zarza (cf. Ex 3,2), ha visto una visión, pero menor a la visión más grande que después contempló Moisés. Pues Moisés contempló esta gran visión, pero no se quedó en este gran espectáculo. Lee, por tanto, todo lo que se relata en el Éxodo y considera que Moisés observa un segundo gran espectáculo, tal vez más grande que el primero. Y de nuevo ve una tercer espectáculo, hasta que llega a la mayor de las visiones, penetrando en la tiniebla donde estaba Dios (cf. Ex 19,16; 20,21). Puesto que, si el ángel que apareció en la llama de fuego (cf. Ex 3,2) era una gran visión, ¿cómo no podía ser una visión más grande, cuando entró en la tiniebla donde estaba Dios? Pero si quieres ver una visión todavía más grande que esta, considera el anuncio: “Moisés se acercará solo a Dios, pero los otros no se acercarán” (Ex 24,2). Esta es la visión más grande[6].

1.3. Sin embargo, ciertamente entonces Moisés también contempló una gran visión en el Éxodo, y se dice que vio un ángel en la zarza ardiente (cf. Ex 3,2), y la llamó una gran visión (cf. Ex 3,3). Comprendió, en efecto, quién estaba en el ángel. Y en seguida (el Ángel) le dijo: “Yo soy, dice (la Escritura), el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,6). Ves, por tanto, qué grande es esta visión, aunque asimismo sea grande saber que Dios “hizo a sus ángeles espíritus y a sus ministros fuego ardiente” (Sal 103 [104],4). Y ahora, sin duda, para Moisés, que todavía lleva a pastar a las ovejas de su suegro Jetró (cf. Ex 3,1), y que atraviesa o va más allá de ese lugar, es esta una gran visión en la cual se dice que un ángel se le apareció (cf. Ex 3,2). Pero cuando también haya atravesado el Mar Rojo, una columna de nube lo haya cubierto (cf. Ex 14,20) y haya adorado los futuros misterios (cf. 1 Co 10,3-11), entonces también podrá contemplar una gran visión. Porque entrará en la tiniebla y en la tempestad, donde se dice que está Dios mismo (cf. Ex 19,16 ss.), donde está escrito que Moisés solo se aproximaba a Dios, mientras que los demás estaban a distancia (cf. Ex 20,21).

Las visiones de Moisés

1.4. De nuevo, sobre Moisés, si quieres, recoge de las Escrituras las visiones (de Moisés) y verás todavía mayores. “Si he hallado, dice (la Escritura), gracia ante ti, manifiéstate tú mismo a mí” (cf. Ex 33,13), después de tan grandes visiones revélate claramente a mí (cf. Ex 33,13). Y entonces Dios le dice: “Te pongo en una hendidura de la piedra” (Ex 33,22), pero la piedra era Cristo (cf. 1 Co 10,4), para que él vea a través de una pequeña hendidura, cuando todavía debía contemplar muchas cosas, ejercitándose previamente con lo que había contemplado a través de la hendidura, “y verás mis espaldas, pero mi rostro no lo verás” (Ex 33,23). También los Números (cf. Nm 8,4; 12,6. 8; 24,4. 16) hallarás otras grandes visiones, y de nuevo en el Deuteronomio (cf. Dt 28,34), las visiones de Moisés. Por tanto, ¿por qué examino (las palabras) “pasando a través”, y todavía no llego a: “son enderezados los pasos del hombre” (Sal 36 [37],23)? Porque esto ahora precede a la explicación; cada paso, por tanto, a menudo hace contemplar una visión. Pues se dice de modo admirable: “Si deseas sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dará con generosidad” (Si 1,26).

1.4. Y por estas grandes visiones Moisés progresa, para poder decir a Dios: “Si he encontrado, dice (la Escritura), gracia ante ti, manifiéstate Tú mismo ante mí para que te vea claramente” (Ex 33,13). Y entonces oyó de Dios: “Te pondré en la hendidura de la roca” (Ex 33,22) -“pero la roca era Cristo” (1 Co 10,4)-, para que por una pequeña hendidura veas mis espaldas (Ex 33,23), es decir, para que reconozcas lo que se cumplirá en los tiempos finales por la asunción de la carne[7]; “pero no podrás ver mi rostro” (Ex 33,23). Pero dejando de lado las muy numerosas visiones, volvamos ahora a lo que expusimos sobre el salmo: “El Señor, dice (el salmista), guía los pasos del hombre” (Sal 36 [37],23). Más arriba explicamos cómo se avanza en el camino hacia la virtud; pues quien hace camino hacia la virtud debe superar muchas cosas y pasar a través.

Dios dirige nuestros pasos

1.5. Por tanto, muchos son los pasos: atraviesa[8] la fornicación, atraviesa el adulterio. Pero si eres bienaventurado, atraviesa también la ira, atraviesa asimismo la tristeza, atraviesa también el deseo de dinero. Hasta que no hayas atravesado estos vicios, sino que permanezcas en ellos, no contemplarás ninguna gran visión, estando ciego y tullido por el hecho mismo de no pasar a través. Tenemos, verdaderamente, otros pies que pasan a través de forma espiritual[9]; para que, pasando a través, al recorrer el camino llamado “Yo soy el camino” (Jn 14,6), lleguemos[10] hasta Dios. Muchos, por consiguiente, son los pasos hacia el cielo, y estos pasos son enderezados por el Señor (cf. Sal 36 [37],23). Porque no es suficiente para el hombre que quiera pasar a través por su propia voluntad, si Dios no dirige sus pasos. En efecto, es posible, queriendo, pasar a través; ciertamente es posible pasar a través, pero no por el camino recto, sino caminando transversalmente y pasando a través de manera oblicua.

1.5. Por tanto, tú que también tiendes hacia Cristo, que es la fuerza de Dios[11], deja[12] la lujuria, las meretrices, los adulterios; deja los robos, los falsos testimonios; entonces, después deja también la avaricia y toda concupiscencia de las riquezas y de otras cosas malas; deja la envidia, por la cual la tierra bebió por vez primera sangre humana (cf. Gn 4,11); deja la mentira; deja la tristeza del mundo. Si no pasas a través de todas estas cosas, no podrás contemplar aquella gran visión de Dios. Por consiguiente, hay en nosotros pasos y pies por medio de los cuales recorremos este camino: son los pasos del hombre interior, con los que podemos caminar por aquel Camino que dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)[13]. Marchando sobre este camino, debemos hacer muchos pasos para pasar a través de todo lo que antes dijimos, porque “el Señor dirige los pasos del hombre” (Sal 36 [37],23).

Pasos oblicuos

1.6. Si consideras a los que practican la filosofía mundana, alejados de la verdad, habiendo comprendido muchas cosas, no dudes en decir que estos pasan a través y que han dado pasos, pero no pasos derechos, sino oblicuos. Pues se inclinan a derecha e izquierda. Si miras a los (que están) en las herejías, que quieren pasar a través de la falta de instrucción y no les es suficiente con la sola fe, conociendo ciertamente algo más profundo, pero no verdadero, mira cómo también estos dan pasos, pero sus pasos no están enderezados por el Señor (cf. Sal 36 [37],23). Para hablar de una forma más atrevida, sus pasos son desviados por el diablo y se hacen oblicuos. Pero nosotros, que deseamos ambas cosas, pasar a través y que nuestros pasos sean rectos y atraviesen, esforcémonos para pasar a través y realizando el pasar a través, oremos, para que nuestros pasos sean enderezados por el Señor.

1.6. No es suficiente para el hombre que quiere marchar por este camino la sola voluntad de su propósito, si el Señor no dirige también sus pasos. Porque frecuentemente les sucede a quienes marchan, que ciertamente hacen camino, y, sin embargo, no pueden mantener un camino recto, sino que caen en algunos errores. Como aquellos que son versados en la erudición filosófica, y parece que ciertamente progresan en el camino de la virtud, pero puesto que sus pasos no son dirigidos por el Señor, no mantienen un camino recto. Y también los herejes marchan asimismo ellos en un camino, pero cuando comprenden las Escrituras carnalmente, no espiritualmente, se desvían hacia la izquierda. Sin embargo, si la comprenden de forma espiritual, pero en esta misma forma de comprensión espiritual no mantienen la regla de la verdad apostólica, ellos igualmente se desvían, hacia la derecha. Pues el diablo, por así decirlo, no dirige sus pasos, sino que los aparta del camino recto. Por tanto, nosotros “no desviándonos ni a derecha ni a izquierda” (Nm 20,17), avancemos por el Camino del medio, que es Cristo Señor, pues el Señor dirige los pasos de quienes caminan en Él. “El Señor, en consecuencia, dirigirá los pasos del hombre, y él deseará su camino” (Sal 36 [37],23), o sea ese camino del que hablamos más arriba. Deseará, en efecto, a Cristo quien es dirigido por Dios, y deseará permanecer siempre en Cristo.



[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume I. Omelie sui Salmi 15, 36, 67, 73, 74, 75. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2020, pp. 306-337 (Opere di Origene, IX/3a), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 157-172 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19). Agregamos, después de cada párrafo, en letra cursiva, la versión de la traducción latina de Rufino editada por Emanuela Prinzivalli (con introducción, traducción y notas de H. Coruzel, sj, y L. Brésard, ocso), Paris, Eds. du Cerf, 1995, pp. 180-221 (Sources Chrétiennes [= SCh] 411). La subdivisión de los párrafos y los subtítulos son agregados nuestros.

[2] Contra Celso, VI,17.

[3] Cf. Orígenes, Homilías sobre Jeremías, V,2: «Dado que hemos sido llamados y hemos dicho: “Aquí nos tienes, seremos tuyos” (Jr 3,22), demostremos con obras que, habiendo prometido pertenecerle a Él, no nos hemos ofrecido a ningún otro más que a Él. Y añadimos: “Porque tú eres el Señor, nuestro Dios” (Jr 3,22); pues nosotros no reconocemos como Dios a nadie, ni al vientre, como los glotones, cuyo Dios es el vientre(cf. Flp 3,19), ni al dinero, como los amantes del dinero, ni a la avaricia, que es una idolatría(cf. Ef 5,5); nosotros no divinizamos ni erigimos como Dios nada de lo que la multitud diviniza, sino que tenemos por Dios al Dios que está sobre todas las cosas, al que está por encima de todo, a través de todo y en todo(cf. Ef 4,6), y, puesto que pendemos del amor a Dios -pues el amor nos une a Dios-, decimos: Aquí nos tienes, seremos tuyos, porque tú eres el Señor, nuestro Dios».

[4] Lit.: “Pero una sola cosa (hago): las cosas de atrás olvidando, y a las de adelante extendiéndome…”.

[5] Rufino añade al texto de Orígenes “la scientia Trinitatis como cuarto miembro recapitulativo de las afirmaciones de Orígenes… El enunciado, marcado por un consciente paralelismo retórico, subraya ‘la alineación’, por así decirlo, de las tres Personas, insertando a título pleno también al Espíritu Santo en ‘la gran visión’ que encierra la manifestación teofánica…” (Origene, p. 310, nota 4).

[6] Cf. Orígenes, Homilías sobre Jeremías, XVI,4: «Está escrito en el Éxodo: “Un ángel del Señor se apareció a Moisés en forma de llama de fuego de zarza. Moisés vio que la zarza ardía, pero no se consumía(Ex 3,2). Y la Escritura, como dijo al comienzo que se apareció un ángel, no por eso dijo “el ángel del Señor”, sino: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,6). Luego allí estaba Dios contemplado en el ángel…». Orígenes da a entender que “la angelfanía de la zarza es, en realidad una manifestación de Cristo, que se aparece como un ángel” (Origene, p. 311, nota 5).

[7] Cf. Ireneo, Adversus haereses, IV,20,9: «El Verbo “hablaba con Moisés cara a cara, como un amigo habla con su amigo” (Ex 33,11). Moisés, sin embargo, deseó ver abiertamente a aquel con quien hablaba, y se le dijo: “Quédate sobre la roca y te cubriré con mi mano. Cuando pase mi gloria verás mis espaldas; pero no verás mi rostro; pues ningún ser humano puede ver mi rostro y vivir” (Ex 33,20-22). Reveló ambas cosas: por una parte el hombre no puede ver a Dios, y, por otra, mediante la sabiduría de Dios en los últimos tiempos el ser humano lo verá sobre la roca, es decir, en aquel que será hombre en su venida».

[8] O: pasa a través de.

[9] Lit.: perceptible o inteligible.

[10] Lit.: nos adelantaremos.

[11] Lit.: “virtud de Dios” (Dei virtus).

[12] Digredere: partir, salir, apartarse a otro lado.

[13] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Éxodo, III,3: «Yo entiendo por camino a Aquel que dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Por este camino debemos avanzar…».