OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (713)

El martirio de san Policarpo

Hacia el año 1000

Constantinopla

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía III sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

La fuente de la que manan todos los bienes verdaderos es la bendición del Señor. Y heredaremos la tierra que mana leche y miel, en la medida que siempre bendigamos a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo, nuestro Dios y Señor (§ 12.1).

En la conclusión de su homilía (§ 12.2), Orígenes nos recuerda que nunca debemos insultar o maldecir al prójimo; antes bien, tenemos que bendecirlo y ver siempre en él al Señor Jesús, conforme Él mismo nos lo enseña en el evangelio de san Mateo (25,31 ss.).

Texto

“Heredarán la tierra”

12.1. “Porque quienes lo bendicen heredarán la tierra, pero quienes lo maldicen serán destruidos” (Sal 36 [37],22). Por tanto, los justos que bendicen al Señor heredarán la tierra, la tierra buena, la tierra para la que no hace falta un mojón[1] o una señal. En efecto, una tierra así no es mucha, pero ellos heredarán aquella tierra que mana leche y miel (cf. Ex 3,8; Lv 20,24; Nm 13,27; Dt 6,3). Heredarán aquella tierra donde están los bienes verdaderos. Pues “quienes bendicen al Señor heredarán la tierra, pero quienes lo maldicen serán destruidos” (cf. Sal 36 [37],22).

12.1. “Porque quienes lo bendicen heredarán la tierra; pero quienes lo maldicen, serán exterminados” (Sal 36 [37],22). Quienes lo bendice, es decir, los que bendicen al justo, heredarán la tierra. ¿Qué tierra? Aquella tierra buena, heredarán la tierra que mana mucha leche y miel (cf. Ex 3,8. 17), donde están aquellos bienes que son verdaderamente bienes. La poseerán quienes bendicen al justo, pero los que lo maldicen serán exterminados (cf. Sal 36 [37],22). ¿Y a ustedes les parece poca cosa hablar mal algunas veces de los santos, y muy leve cosa es para ustedes decir sobre los servidores de Dios: “Aquel es así y asa, aquel finge, y aquel ama el mundo; pero aquel es un impostor”. No oyes que quien maldice al justo será exterminado?

Conclusión

12.2. Existe un peligro no menor en maldecir al justo e insultar al justo. Los que bendicen al Señor heredarán la tierra, y los que maldicen al justo serán destruidos (cf. Sal 36 [37],22). Porque el Señor dice al justo: “Seré enemigo de tus enemigos y me opondré a tus adversarios” (Ex 23,22). Por tanto, en poner la maldición sobre el justo está el peligro de la muerte eterna[2], cuando Jesús en aquel día ha de decir sobre el justo injuriado no solo: “Tuve hambre y no me dieron de comer” (Mt 25,42), y lo que sigue; sino (que dirá): “Aguanté y me insultaron”. Y dirá el que ha insultado y no se dio cuenta de haber injuriado a Cristo: “¿Señor, cuándo te he insultado, oh Cristo Hijo de Dios?”. Pero Cristo también responderá y dirá: “Has insultado a estos, has hablado mal de estos, a mí me has insultado”. Y has debido comprender lo que implicaban las palabras: “Diste de comer a estos, a mí me diste de comer. Diste de beber a estos, a mí me diste de beber; me has vestido a mí, si has vestido al que estaba desnudo; has ofendido a estos, a mí me has ofendido; has bendecido a estos, a mí me has bendecido” (cf. Mt 25,35-36. 42-43). Por eso, invoquemos a Dios para que nos conceda bendecir siempre a Dios y a los justos, y nunca abrir la boca pecadora contra ellos, para que no seamos destruidos, sino para que seamos justificados en Cristo Jesús, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

12.2. O bien, si esto les parece poca cosa, escuchen también a Dios que, en otro lugar, dice al justo: “Yo seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios” (Ex 23,22). ¡Ven qué peligroso es enemistarse con los justos o hablar mal de los santos! Porque si creemos verdaderamente aquello que ha dicho el Señor sobre cada uno de sus siervos: “Tuve hambre y no me dieron de comer” (Mt 25,42), a lo que también añade: “Lo que hicieron a uno de los más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40), y consecuentemente asimismo esto dice: “Ustedes que me maldicen, ustedes que me difaman, que hablan falsedades contra mí y que me acusan”. Y si decimos: “Señor, ¿cuándo hablamos mal de ti, te difamamos, dijimos falsedades contra ti?”. Entonces Él nos dirá: “En verdad les digo, lo que hicieron a uno de los más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40). “Como, en efecto, dando de comer a uno de estos a mí me lo hicieron, y dando de beber a uno de estos a mí me dieron de beber, y como vistiendo a uno de estos a mí me vistieron, así también maldiciendo a uno de estos a mí me maldijeron, y si bendijeron u honraron a uno de estos, a mí me bendijeron y honraron”. Como también, del mismo modo, dice en otro lugar: “Quien a ustedes los recibe, a mí me recibe” (Mt 10,40); y: “Quien a ustedes los desprecia, a mí me desprecia” (Lc 10,16). Por esta razón, en consecuencia, refrenemos nuestra lengua, admiremos a los siervos del Señor, bendigamos a los justos y nunca los difamemos. No abramos nuestra boca para hablar lo malo, no suceda que seamos exterminados, sino bendigamos para conseguir también nosotros la bendición, por Cristo nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos (cf. Ap 5,13). Amén. 



[1] Kentron: aguijón, clavija, centro.

[2] O también: de la destrucción final.