OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (706)

Lázaro y el rico

Hacia 1150

Salterio

Canterbury, Inglaterra

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía III sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

Orígenes recurre a su proceder de lectura intertextual para aclarar el significado de arcos y flechas, sobre los que habla el salmo (§ 2). Hallamos un paralelo significativo en sus Homilías sobre el primer libro de Samuel: «“El arco de los poderosos se ha debilitado” (1 S 2,4). Las fechas del Maligno, que se dicen ígneas (cf. Ef 6,16), son lanzadas por el arco de los poderosos. Y los poderosos designan las potestades adversas, sobre las que se dice: “He aquí que los pecadores tensaron el arco” (Sal 10 [11],2); y: “En sí mismos[1] prepararon instrumentos de muerte” (Sal 7,14); y de nuevo: “Hizo ardientes sus flechas” (Sal 7,14). Pero ahora se dice que “el arco de los poderosos se ha debilitado”. Porque si te has revestido con las armas de Dios (cf. Ef 6,11), si te has protegido con el escudo de la fe (cf. Ef 6,16) y revestido con la armadura de la caridad (cf. 1 Ts 5,8), ceñido con la espada del Espíritu (cf. Ef 6,17), el arco de los poderosos se debilitará contra ti ante tales protecciones. Pues si contra ti fuera lanzado un dardo encendido (cf. Ef 6,16), este, recibido por el escudo de la fe, se extinguirá de inmediato; lanza también otro dardo, este es rechazado por la coraza de la justicia (cf. Ef 6,14), lanza un tercer dardo, este también es tronchado con la espada del Espíritu; tal vez, lanza un cuarto dardo, de manera semejante es expulsado por el casco de la salvación. Y cuando por todas estas acciones el hombre experimentado permanezca invulnerable, entonces el arco de los poderosos, después que tantas flechas hayan fallado por completo su finalidad, habrá perdido su fuerza»[2].

El simbolismo de la flecha es utilizado con frecuencia por Orígenes al referirse a las armas espirituales del cristiano. Cuando este obedece al Señor, se transforma en flecha de Dios. En cambio, cuando permite que el Maligno lo utilice para dañar, en cualquier forma que sea, a otros seres humanos, deviene flecha del diablo (§ 3.1)[3]. 

Las incitaciones del diablo, a través de los sentidos corporales, como es el caso de la lujuria, o por medio de la cólera encendida contra el prójimo, son los dardos incendiarios que él utiliza para hacer caer a los seguidores de Cristo (§ 3.2).

Además, debemos evitar que el diablo nos utilice como flechas encendidas contra nuestro prójimo. Es necesario tener siempre presente que muchos son los dardos de los que dispone el Maligno (§ 3.3).

La alianza que Dios establece con Noé, al final del diluvio, por medio del arco sobre las nubes, sugiere, por oposición, el arco del Maligno, con el cual este actúa para destruir la paz en el alma. Ante tal intervención, que suscita toda clase turbaciones, el cristiano dispone de la armadura de Dios (§ 3.4).

Texto

Los arqueros de las tinieblas

2. Por tanto, “los pecadores han desenvainado la espada, han tensado su arco” (Sal 36 [37],14). El Apóstol no ha mencionado los arcos, pero al describir la armadura de Dios (cf. Ef 6,13) no habló de los arcos, para que, partiendo de lo opuesto de aquellos -como ya hicimos precedentemente-, llegásemos a los arcos de los pecadores. Busco, por consiguiente, un pasaje de la Escritura que me procure recursos para explicar las palabras: “Han tensado sus arcos”, y encuentro en los Salmos un texto semejante: “He aquí que los pecadores tensaron el arco, prepararon las flechas en la aljaba para disparar en la sombra contra los rectos de corazón” (Sal 10 [11],2). Por tanto, el corazón del impío está lleno de flechas venenosas como una aljaba. Cada uno, en efecto, según el propio pecado, produce una flecha. Luego, el pecador posee un arco en correspondencia con estas flechas; él tensa el arco y dispone las flechas en la aljaba para asaetear. ¿Dónde? “En la sombra”. Estos arqueros, en efecto, no son arqueros que asaetean en la luz, sino en la sombra. ¿Y a quién asaetean? A “los rectos de corazón”. Al mismo tiempo, es claro que el discurso no se refiere (solo) a los hombres pecadores, sino también a las potestades. Son estas las que quieren “asaetear en la sombra a los rectos de corazón”. Por ende, aquellos que quieran ser rectos de corazón, vigilen día y noche, ya que aquellos están dispuestos para asaetear, y han dispuesto para asaetear arcos y flechas, y custodien con mucho cuidado su corazón.

2. No hay que pasar por alto sin motivo lo que también se dice (en el salmo): “Tensaron su arco” (Sal 36 [37],14). Esto ahora no lo explicamos por la yuxtaposición de opuestos, como lo hicimos en otros pasajes, sino a partir de textos semejantes[4]. En el salmo diez está escrito: “Los pecadores tensaron el arco, prepararon las flechas en su aljaba para asaetear en la sombra a los hombres rectos de corazón” (Sal 10 [11],2). Por donde aparece que el corazón del impío, como una aljaba, está lleno de flechas envenenadas. Son, por tanto, las flechas de los impíos pésimos proyectos y pensamientos; la boca y los labios de ellos son un arco tensado, y después distendido, por medio del cual se lanzan los dardos de un corazón envenenado. Y las palabras: “En la sombra”, se dicen adecuadamente. Pues tales personas no acometen de día (cf. Rm 13,12-13), es decir, en la luz de Dios, sino que caminan en las tinieblas y se ocultan en la oscuridad de la malicia y de la ignorancia. Ellos “asaetean a los rectos de corazón”, es decir, a los simples y a los que ignoran sus maldades; pero pienso que esta palabra no se refiere tanto a los hombres pecadores cuanto a las potestades adversas. Porque son ellas las que, en la sombra, lanzan flechas contra los rectos de corazón. Por eso, entonces, que vigilen día y noche estos que tienen un corazón recto, pues aquellos han preparado flechas. El profeta no dice que han lanzado, sino que han preparado flechas; no asaetearon ni hirieron, sino que se preparan para lanzar. Ves, se nos advierte, antes que seamos heridos, para que nos defendamos de sus heridas y preservemos nuestro corazón con una buena custodia.

Flechas de Dios, elegidas para hacer el bien

3.1. Tal vez, ahora consiga encontrar algo nuevo sobre el texto (que examinamos), para no sacar partido siempre de los mismos argumentos, sino para hallar, por medio de la renovación de la mente (cf. Rm 12,2), (argumentos) antiguos y nuevos (cf. Mt 13,52). Lo que quiero decir es esto: como el Salvador es una flecha de Dios -según las palabras: “Me ha puesto como una flecha elegida” (Is 49,2)- y, análogamente al Salvador, Moisés, los otros profetas, los apóstoles de Cristo, los justos son flechas de Dios que hieren con una flecha elegida, para que quien es herido diga: “Herida de amor estoy yo” (Ct 2,5 LXX); así, del mismo modo el Anticristo, de forma análoga a la flecha elegida, podría ser la flecha del Maligno; de forma semejante a las flechas de aquellos que están sometidos a Cristo, las flechas del Maligno son los falsos profetas y los falsos apóstoles. Yo digo que todos los justos, en cuanto que son imitadores de Cristo, son flechas elegidas para Dios, sirviéndolo para hacer el bien y salvar a los hombres. Y así también todos los pecadores son flechas del diablo. Por tanto, si un pecador hace algo contra ti o dice algo contra ti, ten compasión de él porque se ha dejado usar como flecha del Maligno contra ti. En verdad, cuídate a ti mismo y toma “el escudo de la fe, para que puedas apagar todos los dardos encendidos del Maligno” (Ef 6,16)[5].

3.1. Quiero también darles a conocer algo más amplio, mientras sigo en este pasaje, para no hablarles siempre de temas poco elevados, sino que, alguna vez, tocar asimismo realidades superiores[6]. Considero, por tanto, que como el Salvador es una flecha de Dios, como está escrito: “Me puso como una flecha elegida” (Is 49,2), sin ninguna duda, por un ejemplo semejante, también Moisés, por quien habló, es una flecha de Dios. Y los otros profetas, y los apóstoles de Cristo, en quien Cristo mismo habló (cf. 2 Co 13,3), es cierto que por una flecha de Dios herían y traspasaban[7] el corazón de aquellos a quienes les transmitían la palabra de Dios; de modo que, quienes los escuchaban hablar, decían: “Yo he sido herida de amor” (Ct 2,5); así, por otra parte, pero a la inversa, como Cristo es la flecha elegida de Dios, así también el Anticristo es la flecha del diablo. Y como todos aquellos en quienes Cristo ha hablado o habla -según esta comparación, los profetas y los apóstoles- eran también flechas de Dios, y cualquier justo y predicador que dice una palabra de Dios para consumar la salvación de los hombres puede ser llamado flecha de Dios, de la misma manera todos los pecadores en los que habla el diablo pueden ser llamados flechas del diablo. Por consiguiente, si cuando te ves herido por las flechas del diablo por medio de la boca de un pecador, tienes piedad de aquel que para esta obra se muestra servidor del diablo, pero te resguardas y tomas el escudo de la fe, para poder extinguir con él todos los dardos encendidos del Maligno (cf. Ef 6,16).

Los dardos encendidos del Maligno

3.2. Tal vez, para sostener la interpretación presentada puedo proveer una exposición de las palabras: “Para que puedan extinguir todos los dardos encendidos del Maligno” (Ef 6,16). He aquí que una mujer te acecha, y mira si no es un dardo encendido, tiene fuego en la boca para hablarte y encenderte, tiene fuego en la mano -en efecto, te toca y te hiere-, tiene fuego en todo el cuerpo, en toda el alma. Así, si vieses que otro se irrita contra ti y te incita a pecar, considéralo un dardo encendido del Maligno, un dardo afilado, lanzado contra ti desde los arcos del diablo. Y si ves a otro que hace cualquier cosa para incitarte al mal, para provocarte a pecar, considera que todos estos son, de forma evidente, dardos del Maligno.

3.2. Pero no solo con palabras, sino que con acciones se dirigen contra nosotros las flechas del diablo. Porque si ves que te insidia una mujer para seducirte, ¿no es ella también una flecha encendida del diablo, cuando te habla así para excitar en ti el fuego de la libidinosidad? De manera semejante, también si alguien te instiga a la iracundia por medio de palabras amargas y ásperas, ¿no es una flecha encendida del Maligno, por la cual hacia el furor te inflama y excita? Mas si también alguien, en cualquier otra cosa, te provoca e instiga para que tú, llevado por la impaciencia, caigas en el pecado, comprende diligentemente y advierte que todas estas son flechas encendidas del Maligno, por medio de las cuales inflama a los rectos de corazón (cf. Sal 10 [11],2), y los hiere para que pequen.

Evitar que el diablo nos utilice para escandalizar a nuestros prójimos

3.3. Ahora bien, las flechas de Dios son pocas, pero el Maligno tiene muchas flechas. Las flechas del Maligno son las multitudes, ejércitos enteros, ciudades enteras. ¡Quiera el cielo que el Maligno solo pueda producir estas flechas aquí! Pero ahora temo, sea para los presentes como para mí mismo, que el diablo sirviéndose de mí para escandalizar a otros quiera usarme contra el alma de los hombres. Porque, quien ha sido escandalizado, ha sido herido con un pretexto, sea por un falso hermano, sea por un pagano, herido por alguien o por el dardo incendiario que el diablo le ha lanzado con su arco[8]

3.3. Pero lo que es más triste, veo pocas flechas de Dios; son pocos los que hablan de modo que inflamen el corazón del que escucha, para apartarlo del pecado y convertirlo hacia la penitencia. Pocos los que, después de haber golpeado el corazón del que los escucha, hablan para sacar del ojo una lágrima de penitencia; los que, descubriendo la luz de la futura esperanza y la grandeza del siglo venidero, y manifestando la gloria del reino de Dios, pueden persuadir a los hombres despreciar lo que se ve y desear lo que no se ve, desdeñar las cosas temporales y buscar las eternas (cf. 2 Co 4,18). Muy pocos son tales hombres, y estos mismos, que son pocos, si obran por envidia y celos ni siquiera un poco podrá haber, y no serán útiles para los demás. 

En cambio, las flechas del diablo abundan en todas partes, toda la tierra está llena de ellas. Los pueblos, las ciudades, la fuerza militar[9], son en buena parte flechas del Maligno; y ojalá que solo allí se encuentren y que el enemigo no prevalezca más que en ellos, para que los tenga únicamente a ellos como flechas. Pero ahora también temo a los (enemigos) que están dentro y me temo a mí mismo, no sea que el diablo me conduzca a causar algún escándalo y me use como flecha contra el alma de un hombre. Pues quien escandaliza a alguien sea con la palabra, sea en la acción, éste es para aquella alma que escandaliza una flecha y un dardo del diablo.

Y mira lo muy lamentable que nos sucede. A veces, mientras pensamos tener que hablar contra alguien y proferimos palabras inconsideradamente, mientras obramos muy porfiadamente y nos esforzamos para convencer por medio de cualesquiera palabras, entonces el diablo se sirve de nuestra boca como de un arco por medio del cual dirige sus flechas y las dispara contra los rectos de corazón (cf. Sal 10 [11],2), es decir, quienes nos oyen decir lo que los escandaliza[10].

El arco de Dios y el arco del Maligno

3.4. Y así como Dios “pone un arco en las nubes” (cf. Gn 9,13-16) para hacer cesar la tormenta y evitar un cataclismo, así el Maligno se opone usando el arco, no para hacer cesar la tormenta, sino para hacer cesar la tranquilidad del alma, extinguir la paz, suscitar una guerra y producir una tempestad. En efecto, si ves a alguien atormentado y turbado por las pasiones, no dudes decir que el diablo ha tensado su arco y ha lanzado una flecha contra él, para herir a los rectos de corazón (Sal 10 [11],2); pero los que están equipados con la armadura de Dios (cf. Ef 6,13) no serán heridos.

3.4. Y como Dios “pone su arco en las nubes” (Gn 9,13-16) para que no haya más diluvio y cese la tempestad; así también, en sentido contrario, el diablo pone su arco, no para hacer cesar, sino para suscitar las tempestades, para turbar la serenidad en el alma, para expulsar la paz, provocar las guerras y suscitar torbellinos y tormentas. Cuando veas, en efecto, a alguien agitado por los vicios y las pasiones andar acechando y engañando[11], y perturbar en todas partes, no dudes que este hombre es una flecha del diablo, y que ha puesto su boca como un arco y tensa las flechas de su palabra para lanzarlas contra los rectos de corazón. Pero quienes están munidos con las armas de Dios, no podrán ser heridos por tales flechas (cf. Ef 6,16). 



[1] In ipso. Otra traducción: Contra él.

[2] Homilía I: Sobre Helchana y Fennana, Ana y Samuel, y sobre Helí, Ofní y Finés (1 S 1,1 ss.), 16; cf. Origene, pp. 272-273, nota 3.

[3] Cf. Origene, pp. 274-275, nota 4.

[4] Al final de la primera homilía sobre este salmo Orígenes había opuesto las armas de Dios a las del diablo. Ahora relaciona el versículo que comenta con otro texto del Salterio (SCh 411, p. 132, nota 1).

[5] Cf. Orígenes, Sobre la oración, 12,1: “Sale del alma del que ora como un dardo que arroja el santo con su ciencia, razón y fe. Dardo que hiere los espíritus enemigos de Dios. Los derrota y los aniquila cuando ellos quieren enredarnos con lazos de pecado (cf. Sal 8,3)”. Traduzco el vocablo griego bele por flecha o dardo indistintamente.

[6] Los temas poco elevados son la explicación moral de la Sagrada Escritura, en tanto que las realidades superiores son las explicaciones místicas, relativas a Cristo y a la Iglesia (SCh 411, p. 134, nota 1).

[7] Lit.: aguijoneaban (compungebant).

[8] Lit.: desde su arco.

[9] Cf. Orígenes, Contra Celso, V,33: “No tomamos la espada contra pueblo alguno, ni aprendemos el arte de la guerra, pues por Jesús nos hemos hechos hijos de la paz, por Jesús, que es nuestro guía (Hch 3,15; 5,31; Hb 2,10; 12,2)”. Ver SCh 411, p. 138, nota 1.

[10] Escandalizar tiene aquí el significado evangélico (cf. Mt 18,7) de incitar al pecado (SCh 411, pp. 138-139, nota 2).

[11] El verbo latino es circumeo. Cf. Vicenta Salvá y Pérez, Novísimo diccionario latino-español, Paris. Ed. Garnier Hermanos, 1895, p. 202.