OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (693)

Un hombre arando con bueyes

Hacia 1410

Liturgia de las Horas

Francia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía II sobre el Salmo 15 (16)

Introducción

«Orígenes, siempre atento a la semántica propia de la Escritura, llama la atención de los fieles sobre las expresiones idiomáticas del lenguaje bíblico, como “ver” (= experimentar) o “conocer” (en el sentido de hacer o experimentar). La especificidad emerge de la comparación con “la costumbre” del lenguaje hablado, aunque el mismo término indique también el uso lingüístico de la Escritura» (§ 9.1-2)[1].

La conclusión vuelve a proponer, a modo de síntesis, la lectura cristológica del entero Salmo 15 (16), y retorna al tema del compuesto corpóreo del Verbo encarnado, como protagonista del ascenso celestial. Contemporáneamente, Orígenes insiste sobre el aspecto eclesiológico de la interpretación cristológica del salmo, poniendo de relieve que los fieles son miembros del cuerpo de Cristo. En tanto que la centralidad del Salvador es reafirmada sobre el plano de la historia salvífica: la pluralidad de los caminos viene representada por medio de las revelaciones del AT, la Ley y los profetas, que culminan en el verdadero Camino al Padre y la Vida plena en Cristo, participando de las delicias del Padre en comunión con Él (§ 10.1-2)[2].

Texto

Conocer a Cristo es conocer la justicia

9.1. “No dejarás que tu santo vea la corrupción” (Sal 15 [16],10). La Escritura designa de una manera particular “ver”, con el sentido de “experimentar”; por ejemplo, “¿qué hombre vivirá sin ver la muerte” (Sal 88 [89],49). De modo que, quien muere ve la muerte, quien se corrompe ve la corrupción, el que no se corrompe no ve la corrupción (cf. Hch 2,27). Lo mismo sucede con el conocimiento, ocurre habitualmente según el modo de expresión de la Escritura. ¿Cómo según la Escritura, sino en aquello: “El que no había conocido pecado, lo hizo pecado por nosotros” (2 Co 5,21)? También sin duda la costumbre del lenguaje designa de manera diferente el conocimiento del pecado. La mayoría sabe qué cosa es el pecado, pero es diferente para la Escritura. Ahora bien, si el que ha pecado conoció el pecado y el que no ha pecado no ha conocido el pecado, es evidente que quien conoce a Cristo ha conocido la justicia, mientras que aquel que conoce la injusticia es injusto. Conociendo la injusticia conoce ésta, pero no conoce a Cristo, no conoce la justicia, y cada uno que conoce el pecado no conoce la justicia.

9.2. Sea dicho esto sobre las palabras: “No dejarás que tu santo vea la corrupción” (Sal 15 [16],10), pues era necesario examinar también lo que se dice de manera poco habitual para la costumbre lingüística de la mayoría.

Los caminos de vida

10.1. “Me has dado a conocer caminos de vida” (Sal 15[16],11). Su naturaleza humana dice las palabras: “Me has dado a conocer caminos de vida”. La naturaleza humana, en efecto, se levanta sobre los caminos de la vida y, sobre todo, sobre el camino en el cielo. El compuesto corpóreo sobre el cual afirmamos esto, dice: “Me has dado a conocer caminos de vida”. Pero, tal vez, habla sobre ti. Porque todo lo que está en ti, Él lo asume sobre sí, en ti -entiendo- en cuanto cuerpo y miembros de Él, para dar a conocer los caminos de vida, no un camino de vida, sino los caminos de vida, no los caminos de las vidas, sino los caminos de vida. Una, en efecto, es la vida y muchos son los caminos que conducen a ella: los primeros, los segundos, los terceros y los últimos. El primer camino, conforme a los primeros rudimentos, conduce a esta vida. Si quieres, señala a Moisés como el primer camino, los rudimentos iniciales, la Ley como pedagogo, los ecónomos, los custodios (cf. Ga 4,2). Todos estos son ciertamente caminos de la vida, pero caminos de vida que no llevan directamente a la vida. Así como los caminos que llevan a la capital son muchos, algunos directos, otros menos directos[3], así también hay caminos directos y caminos menos directos que llevan a la vida, hacia Aquel que ha dicho: “Yo soy el camino” (Jn 14,6), que conduce a Dios y Padre del universo.

Conclusión

10.2. Después, siguen las palabras: “Me llenarás de gozo con tu rostro” (Sal 15 [16],11). También respecto de estas palabras es necesario decir que las verdaderas alegrías son aquellas de las que Cristo está lleno, las que le vienen de la contemplación del rostro del Padre. Y también Él lo llena de alegrías y de manera excelente Aquel que es llamado el rostro de Él y que es asimismo “delicias a su derecha” (Sal 15 [16],11), con las cuales recibe a Cristo y a los santos junto a sí. Pero antes que alguien llegue al fin, no es capaz de participar de las delicias a la diestra de Dios. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

 


[1] Origene, p. 202, nota 28.

[2] Ibid., pp. 202-203, nota 29. Cf. en esta misma nota la explicación sobre la designación del AT como “rudimentos iniciales” (stoicheiosis; pp. 203-205).

[3] Lit.: lejos, muy lejos, remotos (porro).