OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (690)

Pentecostés

1391

Evangeliario

Akdamar, Turquía

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía II sobre el Salmo 15 (16)

Introducción

El alma humana no está exenta de vacilar, y por eso necesita la presencia habitual del Señor, para poder decir: “Yo no vacilo” (§ 4.1).

«“La doctrina sobre el alma” es uno de los temas centrales en el pensamiento de Orígenes. Él la ha elaborado a partir de premisas bíblicas y filosóficas (en primer término, platónicas, pero en parte también estoicas), sobre todo en polémica con el gnosticismo valentiniano y su doctrina de “las naturalezas fijas”. La refutación de las tesis de estos le ofrece al Alejandrino la ocasión para poner de relieve constantemente el libre arbitrio del ser humano, que él considera un elemento constitutivo de la predicación eclesiástica… El esquema de la antropología tripartita -espíritu, alma y cuerpo-, inspirado en 1 Ts 5,23, orientaba ya de por sí al reconocimiento del rol intermedio del alma… Orígenes pone de relieve este aspecto para el alma de Cristo, en cuanto asegura la mediación entre la divinidad y la humanidad en el Logos hecho carne… En este párrafo redimensiona, en cierto sentido, el papel de la mediación del alma: ella es una realidad común a todos los seres racionales, pero esto es solo la premisa o el punto de partida para un obrar libre que puede orientarse hacia las realidades corpóreas o hacia las espirituales, hacia el mal o hacia el bien»[1] (§ 4.2).

Un estupendo ejemplo de la apropiación del salmo nos es ofrecido en la tercera parte del párrafo cuatro. Modelo de la forma en que debemos orar con el libro de los salmos (§ 4.3). En un notable esfuerzo por superar la atomización del exegética inevitablemente inducida por el proceder verso a verso…, se nos propone la apropiación del salmo, a imitación de Cristo, hombre y Dios, que habla en el texto bíblico[2].

La invitación – llamado -orden es a ser santos como nuestro Dios es santo. En esto consiste la imitación de Cristo, llegar a participar de su misma divinidad, con el auxilio de la gracia divina (§ 4.4). 

«Los Salmos, oración de Cristo, hombre y Dios, ofrecen “un modelo” para la oración y a vida del cristiano… Todo el esfuerzo exegético del predicador apunta a hacer emerger del mejor modo posible el estatuto de los Salmos como libro de Cristo y de la Iglesia. Para Orígenes el cristiano está llamado, a ejemplo de Pablo, no solo a imitar la humanidad de Cristo…, sino a responder a la llamada de Dios a la santidad, empeñándose, con la ayuda de la gracia, en el progreso espiritual hacia la perfección del Padre. La imitatio Christi se transforma así en una imitatio Dei, tanto del Hijo de Dios como del Padre del universo. Y esta “imitación de Dios” es una exigencia de la existencia en la naturaleza misma del hombre, creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26)… La imitación y la deificación incluyen la inhabitación de Dios en el hombre»[3] (§ 4.5).

Texto

No vacilemos

4.1. “Veía siempre al Señor ante mí” (Sal 15 [16],8), a veces sí, a veces no, pero “siempre ante mí, porque él está a mi derecha” (Sal 15 [16],8). Puesto que siempre en el lugar más honorable y digno del alma estaba presente el Ayudador[4], estaba presente el Padre, o bien estaba presente el primogénito de toda la creación (cf. Col 1,15), unido al alma, para que el alma dijera: “Para que yo no vacile” (Sal 15 [16],8). Es como si el alma hubiera vacilado, no viendo siempre al Señor ante sí, pues está a la derecha. En efecto, por cuanto se refiere a la naturaleza del alma, ella puede vacilar.

Sobre el alma

4.2. Algunos no comprenden la verdadera doctrina sobre el alma; dicen que el alma es algo intermedio, estando el cuerpo debajo, con las realidades inferiores; y el espíritu con aquellas superiores. Y afirman que algunos son psíquicos, no viendo que, según otra enseñanza, sobre la cual hemos hablado a menudo, todos los hombres nacen, en primer lugar, como psíquicos, por medio del alma. Después de haber sido psíquicos por medio del alma, siendo primero psíquicos antes del pecado y antes del recto obrar, para expresarme de una forma más bien osada, se hacen terrenos por causa del pecado y devienen espirituales por medio de la virtud. Por tanto, lo psíquico no es todavía terreno, ya que se hace terreno cuando cae (cf. 1 Co 15,47); y lo psíquico no es todavía espiritual, porque deviene espiritual cuando obra rectamente.

Recapitulación del texto del Salmo

4.3. Por consiguiente, “veía siempre al Señor ante mí, porque él está a mi derecha para que no vacile. Por eso mi corazón se alegró” (Sal 15 [16],8-9); pues “mis riñones hasta de noche me han instruido” (Sal 15 [16],7), puesto que veía siempre al Señor ante mí, porque él está a mi derecha siempre, para que no vacile. Por eso mi corazón se ha alegrado, por eso mi lengua ha exultado, por eso “mi gloria ha exultado” (Sal 15 [16],9), como si, no habiéndose realizado lo que antes se dijo, no se realizara tampoco lo que se agrega después.

Santos ante el Señor

4.4. Cada vez que escuchas estas palabras pronunciadas por Jesús, escucha también a Pablo que te ordena: “Háganse imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1 Co 11,1). ¿De quién debo hacerme imitador? ¿Tal vez, del primogénito de toda la creación (cf. Col 1,15), de la Sabiduría, del Verbo, de la Verdad? ¿O bien, siendo hombre se me ordena hacerme imitador del hombre Jesús, para que yo imite su humanidad? No digo que es imposible imitar su divinidad: elevándome, progreso y por la gracia de Dios puedo incluso llegar a imitar la divinidad de Cristo, si realmente se nos propone imitar la divinidad de Cristo y la del Dios del universo. Porque (la Escritura) dice: “Sean perfectos como su Padre que está en los cielos es perfecto, y serán santos, pues yo soy santo, el Señor su Dios” (Mt 5,48; Lv 11,45). Y agrega: “Serán santos ante el Señor su Dios” (Dt 18,13).

Imitadores de Cristo

4.5. Por tanto, haciéndonos imitadores de Cristo, esforcémonos en decir lo que Cristo dice en tanto que hombre. Dice, en efecto, estas cosas a fin de que poseamos un ejemplo para imitar y digamos: “Bendeciré al Señor que me ha dado inteligencia” (Sal 15 [16],7), para que también nosotros afirmemos: “Sus riñones nos han instruido también de noche” (Sal 15 [16],7). Pues del mismo modo nosotros hemos nacido teniendo en los riñones algún principio de bien, y después de haber cultivado las semillas de los bienes que hemos traído con nosotros, gracias a eso que poseemos, se dice: “en los riñones”.



[1] Origene, pp. 180-181, nota 13.

[2] Cf. ibid.., p. 181, nota 14.

[3] Ibid.., pp. 182-183, nota 15.

[4] O: Defensor, Ayudante, Asistente (boethos).