OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (673)

Jesucristo y la pesca milagrosa

Siglo XI

Evangeliario

Echternach, Luxemburgo

Orígenes, Homilías sobre el primer libro de Samuel

Homilía I (1 S 1,1 ss.)

Introducción

Dos son las condiciones para seguir a Cristo enumeradas de admirable forma en el párrafo seis: a) descalzarse, no se puede caminar sobre y con el Camino, que es asimismo la Verdad y la Vida, sin purificar los pecados de la vida pasada. Es necesario quitarse las sandalias hechas con cuero de animales muertos: ellas son un signo de muerte. b) Opisthótonos, para caminar con Jesús es imprescindible mirar hacia delante. No podemos seguir sus pasos mirando hacia atrás; es decir, imitando el nefasto ejemplo de la mujer de Lot; desobedeciendo el mandato del Señor que nos ordena poner la mano sobre el arado y no mirar detrás; hay que olvidar lo que se dejó y mirar hacia delante (§ 6.1-2).

La situación de los hijos de Helí le da pie a Orígenes para exponer dos temas: la importancia de la corrección, tópico presentado brevemente (§ 7.1); y la necesidad de ejercer con integridad el ministerio sacerdotal (§ 7.2-3). Los sacerdotes deben convertirse de todo corazón al Señor y servir al pueblo de Dios con las palabras y las acciones.

Texto

Descalzarse

6.1. Veamos hacia qué lugar iba Helchana con sus dos esposas: “A inmolar, dice (la Escritura), para el Señor en Silo. Y allí estaban Helí y los dos hijos de Helí, Ofní y Fines, sacerdotes del Señor” (1 S 1,3). Silo es el nombre de un lugar en el que se ofrecían sacrificios al Señor, antes que se edificar el templo en Jerusalén. Por ende, en este lugar, que se llama Silo, se ofrecían víctimas por los pecados y allí se hacía la purificación de los pecadores. Silo se traduce: arrancar o descalzar, es decir, desatar las sandalias, y ambos sentidos se adaptan convenientemente. Porque el lugar en el cual se purifican los pecados convenientemente es llamado: sacar; donde se arranca el corazón de piedra y se inserta el corazón de carne (cf. Ez 11,19); o descalzarse, porque todos hasta llegar al lugar santo estamos calzados, pero cuando llegamos a él, se nos ordena descalzarnos, como se le dice a Moisés: “Desata la correa de tu sandalia, porque este, lugar en el que estás, es tierra santa” (Ex 3,5). ¿Y cómo (evitar) pensar que en estas palabras no esté oculto un misterio, sino que, para execrar las sandalias corporales de Moisés, Dios le ordenaba eso? Más bien debemos considerar que, cuando salió de la tierra de Egipto, llevaba sandalias de cuero y estaba, de algún modo, encerrado en cierta mortalidad, pero cuando empezó a progresar en la virtud y ascender a la montaña de Dios (cf. Ex 4,27), y allí ser servidor de los misterios inmortales (cf. Ex 25,40; Hb 9,11), entonces se le dice que deseche las señales de la mortalidad, que se designan por medio de las sandalias de cuero. Además, yo pienso que el motivo por el cual también el Salvador les ordena a sus apóstoles que no lleven sandalias en sus pies (cf. Mt 10,10), es para que los pies de quienes corren (cf. Ef 6,15; 1 Co 9,24) para anunciar la vida eterna (cf. 1 Jn 1,2) carezcan de todo indicio de mortalidad; porque andan en aquel Camino que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Nadie, en efecto, marcha por el camino de la vida con una señal de muerte.

Opisthótonos

6.2. Tal es, por tanto, este lugar, Silo, donde también está Helí, hombre menos laudable. Pues por el pecado cayendo hacia atrás, murió (cf. 1 S 4,18). Y no pensemos que fue el único que, cayendo hacia atrás expiró, sino que también ahora si alguien cae hacia atrás, si alguien vuelve hacia atrás (cf. Lc 17,31) desde la fe y la verdad, es inevitable que caiga y de inmediato muera. Mas también en el Deuteronomio se amenaza con una conminación a los pecadores cuando se dice: “Y el opisthótono incurable” (Dt 32,24 LXX). Opisthótonos[1] designa una enfermedad de la espalda y de la parte posterior; y no sin razón que, entre tantas enfermedades que tienen los seres humanos, esta enfermedad se adscribe especialmente al pecador. Pues en el Génesis la mujer de Lot, que miró hacia atrás, se dice que transgredió el decreto divino por el cual le había sido ordenado “no mirar hacia atrás ni detenerse en región alguna” (Gn 19,17), y por ello se convirtió en estatua de sal (cf. Gn 19,26)[2]. También nuestro Señor y Salvador dice en el Evangelio: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios” (Lc 9,62). Además, después de muchas otras enseñanzas, añade también esto, diciendo: “Acuérdense de la mujer de Lot” (Lc 17,32). Por eso lo óptimo es olvidar lo que está atrás (cf. Flp 3,13), olvidar el pasado, para no ser víctima de la enfermedad del opisthótonos incurable, ni caer hacia atrás como Helí y morir.

Los hijos de Helí

7.1. “Allí estaban los dos hijos de Helí” (1 S 1,3). Helí se traduce: árabe o extranjero. Ciertamente es extranjero de Dios aquel que no tiene disciplina, que no castiga a su hijo cuando peca, no lo corrige para que se enmiende, el que permite los vicios y no castiga los delitos, como también lo dice el Apóstol: “Si ustedes. Están exentos de la corrección, de la que todos somos partícipes, entonces ustedes son bastardos y no hijos” (Hb 12,8).

Ofní: el que se aleja de la conversión

7.2. Ése, por tanto, es Helí, que, por dicha causa, fue castigado por Dios. Pero considera quiénes son sus hijos: “Ofní y Fines” (1 S 1,3), dice (la Escritura). Ofní se traduce: salido de la conversión. Y poco antes dijimos que Fennana era la conversión[3]; en cambio, Ofní es el que se aleja de la enmienda y no quiere convertirse al Señor, por eso permanece como un impío. Pero también cualquiera sea que no vemos convertirse hacia la penitencia después del pecado, ni recibir el temor del juicio futuro y la palabra divina que le enseña: “¿Acaso el que cae no querrá levantarse, o el que se aleja no volverá?” (Jr 8,4). Rectamente también decimos sobre este que es Ofní, alejándose de la conversión.

Boca obturada y boca retenida

7.3. El otro hijo se llama Finés[4]. Conocemos en la Escritura a otros así llamados: aquel justo Finés, hijo de Aarón (cf. Nm 25,7)[5]; y este injusto, hijo de Helí. Por ello son también correctamente dos interpretaciones de ese nombre, porque Finés significa en nuestra lengua obturación de la boca; o: retención de la boca. En consecuencia, el pecador o el que no tiene confianza para hablar, tiene la boca obturada; en cambio, el justo retiene su boca. También hoy, entre los sacerdotes del Señor, se encuentran ambos Finés y también Eleazar. El primer Finés es llamado epíscopo en las Escrituras, como está escrito en (el libro) los Números(cf. Nm 4,16 LXX). Por tanto, hoy en día son Finés los sacerdotes que retienen sus bocas y ninguna palabra mala sale de sus bocas (cf. Ef 4,29). Hay sacerdotes de cuyas bocas no procede ningún escándalo, ninguna mentira, ningún engaño, ninguna falsedad; y éstos merecidamente son comparados con aquel Finés hijo de Aarón. En cambio, hay sacerdotes como aquel segundo Finés, hijo de Helí, que tienen la boca obturada, sea por el vicio de la impericia, sea por la conciencia de los pecados. Por eso esto es lo que pido: que quienquiera que se vea admitido en el orden sacerdotal se esfuerce en corregirse e instruirse, y se apresure a ser parte del número de los bienaventurados, no sea que se lo encuentre entre esos sacerdotes que son reprobados y castigados por Dios.



[1] Tendido hacia atrás, con parálisis. Enfermedad que hace caer hacia atrás; cf. Novísimo Diccionario Latino-Español de Salvá, Paris, Ed. Garnier, s.d., p. 694 (opisthotonus); Platón, Timeo 84 e: “[Ciertas] enfermedades son denominadas, a causa del fenómeno de tensión, tétanos y curvación (opisthótonoi) tetánica” (trad. en: Platón. Diálogos. VI, Madrid, Ed. Gredos, 1992, p. 250 [Biblioteca Clásica Gredos, 160]).

[2] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Génesis V,2: «Huyendo de la destrucción de Sodoma con su mujer y sus hijas, habiendo recibido de los ángeles el mandato de no mirar hacia atrás (cf. cf. Gn 19,17), Lot se dirigía hacia Segor. Pero su mujer se olvidó del precepto: “(Ella) miró hacia atrás”, violando la ley impuesta, “se convirtió en estatua de sal” (cf. Gn 19,26). ¿Pensamos que con esto cometía una falta tan grande que, por haber mirado hacia atrás, la mujer incurrió en la muerte, a la que parecía escapar por favor divino? ¿Qué delito tan grave hubo en el mirar atrás del espíritu angustiado de esa mujer aterrada por un fantástico crepitar de llamas? Pero, puesto que “la Ley es espiritual” (cf. Rm 7,14) y lo que acaecía a los antiguos “acaecía en figura” (cf. 1 Co 10,11), veamos si tal vez Lot, que no miró hacia atrás, no sea el sentido racional y el alma viril, y su mujer no (sea) aquí imagen (o: figura) de la carne. Porque la carne, que mira siempre a los vicios, es la que torna con su vista hacia atrás, a la búsqueda de las voluptuosidades, mientras el alma tiende a la salvación. De donde por eso, también el Señor decía: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios” (Lc 9,62). Y añade: “Acuérdense de la mujer de Lot” (Lc 17,32). Lo de que “se transforma en estatua de sal” parece expuesto para indicar su falta de sabiduría (insipientiae). La sal significa, en efecto, la prudencia que le faltó».

[3] Cf. § 5.3.

[4] O Pinjás, según el texto hebreo.

[5] Se trata de Finés, hijo de Elezar, hijo de Aarón (Ex 6,25; Nm 25,7)