OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (672)

Jesús es expulsado de la sinagoga de Nazaret

Hacia 1190-1200

Salterio (?)

Saint-Omer, Francia

Orígenes, Homilías sobre el primer libro de Samuel

Homilía I (1 S 1,1 ss.)

Introducción

En el extenso párrafo 5, primero la atención se dirige a la figura de Helchana, cuyo nombre, posesión de Dios, señala el carácter laudable de este hombre (§ 5.1-2). A continuación, se trata sobre el significado espiritual de las dos esposas de Helchana. En ellas se encuentra simbolizada una temática importante de la espiritualidad cristiana: el camino que comienza con las obras de conversión, para luego recibir la gracia. Ana se traduce por gracia; y Fennana por conversión. Para poder progresar en la vía del seguimiento de Cristo, en primer término, debemos convertirnos, apartarnos del pecado; para luego, por obra de la gracia, dar frutos, engendrar hijos que estén junto a Dios. En otras palabras, por la sincera conversión llegamos a la amistad con Dios (§ 5.3-4). 

La última parte del párrafo quinto está íntegramente marcada por la expresión: “el don del Espíritu”. Es decir, todo el esfuerzo que, sin duda, requiere la conversión y las obras que por ella hacemos, apunta a una sola meta: la recepción del Espíritu Santo. Porque el carisma del discernimiento es un don del Espíritu Santo, y es gracias a este don que podremos acercarnos, en espíritu y en verdad, a Dios mismo (§ 5.5).

Texto

El justo viene de las montañas

5.1. Este (hombre) laudable, marido de dos mujeres, era entonces uno solo. Veamos ante todo de dónde sea: “De la montaña de Efraím” (1 S 1,1). Por tanto, el justo no es ni de los valles, ni de las llanuras, ni de ningún lugar bajo, ni tampoco de las colinas, es de la montaña. ¿Y de qué montaña? De la de Efraím, que significa fructificación[1]. Es, por consiguiente, de la montaña fructífera y su tierra produce frutos[2]. Ves asimismo qué elogio hace la Escritura de las montañas: “Dios es el Dios de las montañas y no de los valles” (1 R 21,28).

“Posesión de Dios”

5.2. Pero el nombre de ese justo es Helchana (cf. 1 S 1,1), que significa: posesión de Dios. Es cierto que aquel sobre quien se dice que es un solo hombre, asimismo es posesión de Dios, y no posesión de los demonios. Aquel, en efecto, que poseen los demonios no es uno solo, sino muchos; como también los demonios mismos dicen sobre aquel que ellos poseían, cuando respondieron: “Su nombre es legión” (Mc 5,9)[3]. En verdad Helchana es uno solo, pues él es posesión de Dios, él tiene por patria la montaña de Efraím, la montaña fructífera. 

Las dos esposas de Helchana

5.3. Este hombre tan laudable “tenía dos esposas: el nombre de una era Ana y el nombre de la otra era Fennana” (1 S 1,2). Pero tenía hijos de la segunda, Fennana. Estéril era aquella más noble. Encuentras también hechos semejantes en el Génesis[4], pues las Escrituras divinas están ligadas entre sí. Allí encontrarás a la primera esposa de Abraham, Sara, la más noble. En cambio, la segunda, la egipcia Agar era innoble[5] (cf. Gn 16,1-2). Y Abraham antes de ser padre por la noble, lo fue por medio de la innoble; sin embargo, después también fue padre por medio de su noble esposa. Así, incluso aquí este Helchana, que es posesión de Dios, primero fue hecho padre por la segunda esposa, puesto que Dios había cerrado el seno de Ana (cf. 1 S 1,5), como antes también había cerrado el seno de Ana. Luego de varios partos de Fennana, también se abrió el seno de Ana por sus oraciones y sus preces; y asimismo fue hecha ella misma madre de su hijo, que ofreció a Dios. Veamos, por consiguiente, qué cosas se contienen en este misterio. Fennana se traduce: conversión; Ana se interpreta: gracia[6]. Cada uno de nosotros, en consecuencia, que quiere ser posesión de Dios, debe unirse a estas dos esposas y celebrar las nupcias con ellas. Primero que se una con la que es más noble y generosa: la gracia. Pues esta se une la primera a nosotros por la fe, como también dice el Apóstol: “Han sido salvados por la gracia, por medio de la fe” (Ef 2,8). Pero que se una a la segunda, Fennana, esto es a la conversión, para que después de la gracia de la fe tenga lugar la corrección de las costumbres y la conversión de la vida[7]. Pero, aunque este sea el orden de las nupcias, otro es el orden de la procreación. Pues la primera que nos da a luz hijos es Fennana, ya que los primeros frutos que producimos son los de la conversión[8]; y las primeras semillas de justicia que procreamos (vienen) de nuestras acciones y de nuestras obras. Puesto que la primera obra de justicia es convertirnos de nuestros pecados, porque si, ante todo, no nos convertimos y nos apartamos del mal, no podremos llegar a ser padres por medio de Ana, ni engendrar hijos por la gracia.

Interpretación espiritual de Fennana y Ana

5.4. Veamos ahora las diferencias entre ambas. Fennana tenía hijos, pero ellos no estaban cerca de Dios. En efecto, los hijos de la conversión no son tales que estén cercanos y adheridos a Dios. Con todo, no son inanes, ni totalmente ajenos a las cosas de Dios. Reciben las porciones de los sacrificios divinos y se alimentan de las ofrendas hechas a Dios. Cada uno de nosotros, por tanto, primero se convierte del pecado, y la conversión engendra obras de justicia; luego, Ana, se mueve en nosotros por el celo y el deseo del bien, derrama su oración ante Dios, para (poder) engendrar hijos también ella. ¿Quiénes son estos hijos engendrados por Ana, que es la gracia? Los que se acercan a Dios. Porque “la gracia y la verdad han venido por Jesucristo” (Jn 1,17).

Esposas y hermanas. La gracia del Espíritu

5.5. Este hijo de la gracia, por tanto, es el que se consagra a Dios y al Verbo de Dios. ¿Quieres que te muestre en los Evangelios una forma más evidente de una comprensión en tal sentido, la cual ciertamente en la Ley se delineaba por las esposas, pero en los Evangelios se describe de modo más amplio por las hermanas? Mira a Marta y María, de las cuales Marta se perturbaba y se agitaba en torno de muchos servicios (cf. Lc 10,41), y cumplía las obras de la conversión; por eso, en cierta forma, engendra los hijos de la conversión. Pero María, con otra actitud, a los pies del Verbo de Dios, se dice que eligió la óptima parte (cf. Lc 10,42). Y por esto se comprende que, de algún modo, procreó los hijos de la gracia. Por tanto, así también ahora Ana engendró un hijo. ¿Qué hijo? Samuel (cf. 1 S 1,20), afirma (la Escritura), que está cerca de Dios; sobre quien en los Salmos se dice: “Moisés y Aarón con los sacerdotes, y Samuel con los que invocan su nombre” (Sal 98 [99],6). Pero también Jeremías dice: “Incluso si Moisés y Samuel están en mi presencia, no los perdonaré” (Jr 15,1). En consecuencia, si el hijo de la gracia tiene un valor tan grande, apresurémonos de verdad hacia las nupcias con Ana; pero obremos con paciencia para que primero nos nazcan los hijos de la conversión; primero agrademos con las buenas obras; entonces después procrearemos asimismo un hijo por gracia y por el don del Espíritu (cf. Hch 2,38). ¿Quién es este hijo? Samuel, dice (la Escritura), que se traduce: Aquí está Dios mismo. ¿Ves qué hijo genera la gracia? Porque así está escrito sobre quienes han conseguido la gracia del Espíritu, pues el Apóstol dice: “Si todos profetizan y entra un infiel[9]o un no iniciado en la asamblea de ustedes, es examinado por todos, juzgado por todos, de modo que también las realidades ocultas de su corazón serán manifiestas, y entonces postrándose adorará a Dios, diciendo que verdaderamente Dios está entre ustedes” (1 Co 14,24-25; cf. Za 8,23). Esto es, por consiguiente, lo que significa Samuel: aquí está Dios mismo. Porque donde está el Espíritu de la gracia está Dios mismo. Pero un hijo así no puede nacer para nosotros si primero no preceden los hijos de Fennana, puesto que, si no preceden las obras de la conversión, no mereceremos la gracia del Espíritu, ni podremos engendrar de ella el don del Espíritu (cf. Hch 2,28; 10,45).



[1] Fructificatio. Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro de Josué XXI,2: “Efraín se traduce: el que da frutos. Por tanto, quien fructifica y crece en la fe, no puede exterminar al cananeo, pésima semilla, semilla maldita, semilla siempre cambiante, siempre incierta, pues esta es la traducción de cananeo. Y es cierto que siempre habita el cananeo con aquel que fructifica y crece; porque nunca cesa en él el movimiento de las tentaciones…”.

[2] Lit.: es fructífero (locus eius fructifer). Otra traducción: su país produce frutos.

[3] Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro del Levítico V,12: «… Quien es santo, es de Dios solo y con nadie es común. En cambio, quien es pecador e impuro, es de muchos. Puesto que muchos demonios lo poseen y por eso es llamado común. En fin, aquél que en el Evangelio fue curado por el Señor, cuando fue interrogado: «“¿Cuál es tu nombre?”. Dijo: “Legión, porque somos muchos” (Mc 5,9)».

[4] Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro del Génesis XII,1: “Examina por qué la Escritura dice de muchas santas mujeres que fueron estériles como la misma Sara (cf. Gn 11,30), y Rebeca (cf. Gn 25,21). Pero también Raquel, la amada de Israel, fue estéril (cf. Gn 29,31). Y también de Ana, la madre de Samuel, se escribió que fue estéril (cf. 1 S 1,2). Pero incluso en los Evangelios se recuerda que Isabel fue estéril (cf. Lc 1,7). Para todas estas mujeres se menciona un solo título (de honor): que todas, después de su esterilidad, dieron a luz un (hijo) santo.

[5] Ignobilis: de bajo nacimiento, era esclava.

[6] Cf. Homilías sobre el libro del Génesis XI,2: “… De un hombre justo como Elcaná se refiere en las Escrituras que tenía dos mujeres al mismo tiempo (cf. 1 S 1,2 ss.); una se llamaba Peninná y la otra Ana, es decir, la conversión y la gracia. Y se dice que tuvo hijos, primero de Peninná, esto es, de la conversión, y después de Ana, que es la gracia. La Escritura, en efecto, designa simbólicamente los progresos de los santos mediante los matrimonios. De ahí que también tú, si quieres, puedas ser esposo en un matrimonio de este género; por ejemplo, si practicas voluntariamente la hospitalidad, parecerá que la has tomado por esposa; si a ésta añades el cuidado de los pobres, parecerá que has tomado una segunda mujer; y si unes a ti la paciencia, la mansedumbre y las demás virtudes, parecerá que has tomado tantas esposas cuantas virtudes goces…”.

[7] Quien abraza el cristianismo comienza por creer, por efecto de la gracia, y luego corrige sus costumbres durante el catecumenado (SCh 328, p. 112, nota 1).

[8] O: vienen de la conversión.

[9] Imperitus, vocablo latino que corresponde al griego apeiros, pero el texto auténtico de Pablo lee: apistos (infiel), que aparece igualmente en las otras citas que Orígenes hace de 1 Co 14,24. “La confusión entre ambos términos, más fácil en griego que en latín, debe ser anterior a Rufino, quien la habría encontrado en su manuscrito griego. Por tanto, se debe conservar imperitus en la versión latina, porque pareciera que figuraba así originalmente, pero en la traducción (castellana) es necesario adecuarse a la palabra que, sin duda, usó Orígenes: apistos, infiel” (SCh 328, pp. 31-32, nota 1).