OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (662)

Jesucristo Arquitecto del universo

Hacia 1220-1230

Biblia

París

Orígenes, Nueve homilías sobre el libro de los Jueces

Homilía VI: Sobre el cántico que cantó Débora (cf. Jc 4,3-9; 5,2 ss.)

Introducción

El ser humano es invitado a servirse de su cuerpo, cual una bestia de carga, para el bien de su alma, de su interioridad. En consecuencia, el alma debe gobernar los movimientos corporales (§ 5.1).

Cuando el alma gobierna y modera los movimientos corporales, la carne, el cuerpo, se torna resplandeciente, bendiciendo con alegría al Señor en la Iglesia (§ 5.2).

El pueblo fiel del Señor solamente puede triunfar si vive y actúa conforme a la justicia de Dios. En tanto que la injusticia lo aleja del Señor y lo conduce al desastre (§ 5.3).

Nuestra lucha constante contra el Maligno y su séquito solo es posible llevarla adelante merced a la presencia de Cristo en nosotros. Estando Él en nuestro corazón, nada debemos temer, pues es más fuerte que ellos (§ 6).

Texto

Montados sobre una bestia de carga

5.1. “Poderosos del pueblo, bendigan al Señor, ustedes que están montados sobre una bestia de carga[1]” (Jc 5,9-10). ¿Qué significa “estar montado sobre una bestia de carga”? Este mi cuerpo es una bestia de carga. Porque ha sido dado al alma para ayudarla y servirla. Pero soy yo, es decir, el hombre interior, el que está montado sobre esta bestia de carga, a quien se le dice que bendiga al Señor. Por tanto, si tú verdaderamente estás montado sobre tu cuerpo, si has llegado a ser superior a los deseos corporales, y si los movimientos de tu cuerpo son gobernados con el freno de tu alma y la moderación del hombre interior, se dice de ti que estás montado sobre una bestia de carga para bendecir al Señor.

Carne resplandeciente 

5.2. ¿Pero qué quiere decir lo que sigue: “Sentado sobre vehículos, dice (la Escritura), y sobre asnas refulgentes[2]” (Jc 5,10 LXX)? ¿Qué serían estas asnas refulgentes? Pues la Escritura declara que es necesario que “bendigan al Señor los que están sentados sobre vehículos y sobre asnas refulgentes”. A mi parecer, he aquí lo que se consigna en estos pasajes difíciles: cuando esta bestia de carga, es decir, mi cuerpo, llegue a estar bajo el yugo de la palabra de Dios, entonces el vehículo de mi cuerpo comenzará a resplandecer y se dirá que esa asna, es decir, mi carne, entonces resplandecerá, cuando esté adornada con el esplendor de la castidad y el pudor. Y así con razón se dice que el alma sentada sobre un asna resplandeciente bendice al Señor, y lo alaba en medio (de la asamblea) con alegría (cf. Sal 21 [22],23).

La justicia es la fortaleza del pueblo de Dios

5.3. “Allí darán justicias al Señor” (Jc 5,11)[3]. “El sacrificio agradable para el Señor” (cf. 1 P 2,5), es aquel que se ofrece a Dios en la justicia y la equidad, y por eso se dice: “Los justos fueron fortalecidos en Israel” (Jc 5,11)[4]. En otras naciones se llaman “poderosos” para el combate aquellos que son más fuertes por el vigor de su cuerpo; pero en Israel, se llaman “más poderosos” en las guerras los que son más justos, porque la justicia, aunque débil en fuerzas físicas, es victoriosa; en cambio, la injusticia, aunque tiene combatientes numerosos y robustos, es vencida, Así, por tanto, en esta nación nuestra, es decir, en el pueblo de Dios, o bien triunfamos por la justicia, o bien por la injusticia somos vencidos.

Conclusión

6. “Levántate, Débora, levántate, y pon en marcha a las decenas de miles del pueblo” (Jc 5,12)[5]. La profecía, ¿cuándo se levanta? Sin duda, con la venida de Cristo, y no solamente se levanta, sino que también pone en marcha los pueblos hacia la fe. “Lleva cautiva la cautividad, hijo de Abineen” (Jc 5,12). Abineen se traduce: respuesta del padre. Este es hijo de Barac. Lleva cautiva la cautividad de los enemigos, quien observe las respuestas del Padre celestial. “Señor, humilla delante mío a los que son más fuertes que yo” (cf. Jc 5,13). Esta voz es la de los creyentes: ellos confiesan con simplicidad que sus enemigos son más fuertes, estos enemigos contra los cuales combatimos y luchamos. Porque “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre -sino nuestro adversario no sería más fuerte que nosotros-, nuestra lucha es “contra los principados y las potestades, contra los dominadores de ese mundo de tinieblas, y contra los espíritus del mal” (cf. Ef 6,12); por eso dice el profeta: “Señor, humilla en mi presencia a los que son más fuertes que yo”. ¿Cómo, en efecto, esa inmensa fuerza de espíritus no será mucho más poderosa que nuestra humana fragilidad? Pero he aquí Aquel en quien “Dios viene en auxilio de nuestra debilidad” (cf. Rm 8,26), en quien declara el Apóstol: “Yo lo puedo todo en aquel que me conforta” (Flp 4,13), Cristo. Por tanto, esas potestades son más fuertes que nosotros, pero de nuevo, Aquel que está en nosotros nos fortalece, Cristo, que es más fuerte que todas ellas, a Él pertenecen la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).



[1] Lit.: jumento (iumentum).

[2] El manuscrito A de la LXX dice: “Los que cabalgan sobres asnos, los que van sentados en carros cubiertos”. Y el manuscrito B: “Los que cabalgan sobre una asna al mediodía” (trad. castellana citada, pp. 102-103). En mi versión mantengo el vocablo latino - castellano refulgente, que Rufino alterna con resplandeciente.

[3] LXX, manuscrito A: “Allí harán justicia al Señor”. Manuscrito B: “Allí harán actos de justicia para el Señor” (trad. cit., p. 103).

[4] Sigue el manuscrito A de la LXX: “Los justos se hicieron fuertes en Israel” (trad. cit., p. 103)

[5] Para esta parte del cántico de Débora, Rufino sigue principalmente el manuscrito A de la LXX: “Despierta, despierta, Débora, despierta a miles con el pueblo... esclaviza a tu esclavitud, hijo de Abinéem (v. 12)... Señor, humíllame a los que son más fuertes que yo (v. 13)” (trad. cit., p. 103).