OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (654)

El evangelista san Marcos

Siglo XII

Evangeliario

Monte Athos, Grecia

Orígenes, Nueve homilías sobre el libro de los Jueces

Homilía III: Sobre el hecho que los hijos de Israel fueron entregados “en manos de sus enemigos”, y de Gothoniel y de Aot (Jc 2,14 ss.)

Introducción

Ingeniosa y admirable lectura espiritual es la que se nos presenta en el párrafo 5, a partir del hecho de la condición “ambidextra” del nuevo juez suscitado por el Señor para salvar a los hijos de Israel. Por contrapartida, los de condición “ambiizquierda” están del lado de Zabulo y sus secuaces, por causa de sus malas acciones (§ 5).

Es necesario doblegar el corazón por medio de la penitencia, para convertirse al Señor y con actitud humilde recibir su divina clemencia (§ 6.1).

En apoyo de lo expresado en el párrafo precedente, Orígenes recurre al testimonio de la Escritura, que muestra lo que el Señor realizó en Egipto por intermedio de Moisés; y también la liberación de manos del ejército de Senaquerib, que sitiaba a Jerusalén. En ambos casos, la acción de Dios se realiza por medio de un ángel “exterminador” (§ 6.2).

En el final de la homilía, Orígenes invita a tener dos actitudes fundamentales: estar atentos y clamar siempre al Señor. Así nos será posible, con la ayuda del ángel del Señor, apartarnos del camino “izquierdo” y confesar el nombre de nuestro Salvador, Jesucristo (§ 6.3).

Texto

Ambidextro

5. “Y los hijos de Israel, dice (la Escritura), estuvieron sometidos[1] a Eglón, rey de Moab, dieciocho años” (Jc 3,14). Observa que la divina Escritura indica incluso la medida de la pena. Decía antes: “Dieciocho años” (Jc 3,8), y ahora: “Dieciocho años” (Jc 3,14). Pero es cierto que, según la medida del pecado y el retraso de nuestra conversión, también son determinados los tiempos del castigo. Pues estos dieciocho años de esclavitud pasaron así, y no se refiere que hayan clamado al Señor o que se hubieran convertido de su iniquidad. Mas dieciocho años después se vuelve a decir: “Los hijos de Israel clamaron al Señor, y el Señor les suscitó como salvador a Aoth, hijo de Gerá, hijo de Gemino, guerrero ambidextro” (Jc 3,15 LXX)[2]. Éste es el que fue suscitado para salvar a Israel. No tiene nada de izquierda, sino que tiene dos manos derechas, porque a este se lo llama ambidextro. Es verdaderamente un digno jefe del pueblo y juez en la Iglesia, quien nada hace por izquierda, de modo que “lo que hace su mano derecha, lo ignora su izquierda” (cf. Mt 6,3); es derecho de uno y otro lado, es recto en la fe, recto en las acciones; nada tiene de aquellos que son colocados a la izquierda (cf. Mt 25,33), a quienes se les dice: “Vayan lejos de mí, obreros de iniquidad, no los conozco; vayan al fuego eterno que Dios ha preparado para Zabulo y sus ángeles” (cf. Mt 25,41; Lc 13,27). Si se permite en estos temas poner una comparación, pienso que, conforme a la comprensión espiritual, por una parte, se puede decir que todos los santos son ambidextros, por otra, a la inversa, Zabulo y sus príncipes, si se puede decir así, son declarados “ambiizquierdos”[3]. Porque todo lo que hacen es izquierdo, todo perverso, todo destinado al fuego eterno con aquellos que están a la izquierda.

La espada de dos filos de Aoth

6.1. Pero veamos qué hace este juez ambidextro: “Los hijos de Israel, dice (la Escritura), enviaron presentes a Eglón, rey de los moabitas, por medio de Aoth; y Aoth se hizo una espada de doble filo, del largo de un palmo extendido, y se la ciñó al fémur derecho” (cf. Jc 3,15-16). Lo ves: es por la derecha todo lo que hace este Aoth, este ambidextro, y es derecho en sus manos, y derecho en sus pies. Lleva, en efecto, la espada sobre el fémur derecho para ir a ver al rey de Moab y para matarlo. Dijimos más arriba[4] que, a estos que Dios suscita para la salvación del pueblo y para liberar a los hijos de Israel, se les llama salvadores o jueces, y llevan la imagen de ciertos jefes de la milicia celestial (cf. Lc 2,13), y de las potestades de lo alto, que Dios envía para socorrer a quienes clamaron hacia Él de todo corazón; y que, por la conversión de la penitencia, se inclinan hacia la divina clemencia.

El poder celestial que obra por medio de los ángeles

6.2. Pero para evitar que a los oyentes esto no parezca una conjetura de nuestra parte, debemos fundarlo por medio de la autoridad de las Escrituras. Está escrito en el Éxodo que nuestros padres, los hijos de Israel, después de haber sido esclavos por largo tiempo de los egipcios y del durísimo rey, el Faraón, para la confección de ladrillos de barro de arcilla (cf. Ex 1,14), clamaron, dice (la Escritura), al Señor (cf. Ex 2,23), tanto así que el Señor mismo dijo: “El clamor de los hijos de Israel ha subido hasta mí” (Ex 3,9). Y por el envío de Moisés los hizo salir visiblemente. Ahora bien, la Escritura refiere que un ángel exterminador fue enviado para matar a todos los primogénitos de Egipto, pero sin tocar a ninguno de los israelitas. Por donde se muestra claramente que fue el poder celestial que, destruyendo y abatiendo a los egipcios, liberó a los hijos de Israel del yugo de la servidumbre (cf. Ex 11,4 ss.). Un hecho semejante también es narrado en los libros históricos: bajo Senaquerib, rey de los asirios, el ángel del Señor fue enviado para que ciento ochenta y cinco mil quinientos enemigos fueran cercenados y masacrados en una sola noche (cf. 2 R 19,35), liberando a la ciudad sitiada y al pueblo de una muerte inminente.

Conclusión

6.3. Así, por consiguiente, ahora, por la misma razón, nosotros debemos velar, si es que alguna vez somos entregados a la cautividad por nuestros pecados, y clamar al Señor. Y clamemos, no solo de palabra, sino en espíritu, de modo que el dolor de nuestro corazón “haga brotar de nuestros ojos una fuente de lágrimas” (cf. Si 22,19 [24]; Jr 9,1 [8,23]), como aquel que decía: “Cada noche bañaré mi lecho, con mis lágrimas regaré mi cama” (Sal 6,7). Si nos convertimos de nuestras malas acciones en modo de no tocar las cosas malas en adelante, si renunciamos al orgullo de forma que no sintamos gusto por nada soberbio, nada arrogante, también a nosotros el Señor nos enviará su potencia celestial para liberarnos del yugo de la esclavitud de Zabulo. Que esa potestad nos haga todas la cosas rectas y prósperas, que ella nos haga abandonar el camino de la izquierda, que conduce a la perdición (cf. Mt 7,13), y nos vuelva a llamar hacia el verdadero camino, hacia Aquél que declara: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), Jesucristo nuestro Señor, a quien pertenecen la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).



[1] El verbo servio pude traducirse por: vivir en la esclavitud, ser esclavo, servir.

[2] El texto hebreo dice: “que era zurdo”.

[3] Ambisinister (ambisinistri en nuestro texto): que tiene dos manos izquierdas, que sería característico de Satanás.

[4] Cf. § 3.