OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (647)

Jesús multiplica los panes y los peces

1412-1416

Liturgia de las horas

París

Orígenes, Nueve homilías sobre el libro de los Jueces

Homilía I: Sobre lo que está escrito en el libro de los Jueces: “Y sirvió el pueblo al Señor todos los días de Jesús, y todos los días de los ancianos, los cuales vivieron muchos días después de Jesús, que vieron todas las grandes obras que hizo el Señor por Israel” (Jc 2,7)

Introducción

La luz de los impíos, que es la que principalmente se presenta en el párrafo 1.4, está asociada de manera estrecha con el se disfraza de ángel de luz, el demonio. Y, por tanto, es él quien inspira las actitudes injustas y pecaminosas, las filosofías nefastas y las herejías. Por tal motivo, afirma Orígenes, siguiendo a san Pablo, no puede haber comunión o participación entre la luz y las tinieblas (§ 1.5).

Debemos orar sin cesar, para ser liberados de los días malos, de los engaños y trampas del Maligno, para que no solo no haya días malos en nuestras vidas, para que el siglo no sea malo para nosotros (§ 1.6)

Los ancianos que vivieron largos días después de Josué son, en la lectura espiritual de Orígenes, los apóstoles. Pero con una diferencia sustancial: han sido constituidos por el Señor Jesús como “luz del mundo” (§ 2).

Texto

La luz de los impíos y la luz de los justos

1.4. Pero los impíos tienen también su luz, de la cual sin duda se levantan días malos para ellos. ¿Y quieres saber que también esto te es probado por las Escrituras? Escucha lo que está escrito: “La luz, dice, para los justos (brilla) siempre, pero la luz de los impíos se extinguirá” (Pr 13,9; Jb 18,5). Por tanto, tú lo ves, hay una luz propia de los impíos, que se extinguirá; y una luz de los justos que permanece para siempre. Y no sé si se puede tener una compresión tan inepta como para creer que existe una luz sustancial que será llamada “de los impíos”, y otra (llamada) “de los justos”. Lo cual evidentemente no puede ser de ninguna manera. Porque única es la luz del mundo creada por Dios, que brilla para todos en común de igual forma. Pero sobre el aspecto que antes presentamos, hay que comprender que nuestra alma, o bien “es iluminada por la luz verdadera” (cf. Jn 1,9), que nunca se extinguirá, que es Cristo; o bien, si el alma no tiene en sí esta luz, que es eterna, sin duda ella es iluminada por una luz temporal y destinada a extinguirse por aquel que se transfigura en ángel de luz (cf. 2 Co 11,14), y que ilumina el corazón del pecador con una luz falsa, para que le parezca bueno y resplandeciente lo que es actual y perecedero. Con esta luz son iluminados los que dicen que el placer es el sumo bien[1]. Con esta luz son iluminados los que buscan las riquezas y los honores del siglo, y la gloria terrenal, como si fuera memoria de eternidad. Por tanto, también estos están en los días de esa luz que se extinguirá, pues todo lo que hacen, lo que desean y apetecen con ansia, se extinguirá. Con esta luz son iluminados asimismo los herejes que celebran una seudo ciencia (cf. 1 Tm 6,20). Iluminado por ella, Marción habla del Dios de la Ley justa, pero que no es bueno[2].

No hay comunión entre la luz y las tinieblas

1.5. Si hemos comprendido bien cuáles son los días iluminados por nuestro Señor Jesucristo, la verdadera luz, y cuáles son los días iluminados por el que se disfraza como ángel de luz y cuya luz se extinguirá, podremos comprender correctamente también estos días de Jesús, sobre los que se dice: “El pueblo sirvió al Señor todos los días de Jesús” (Jc 2,7). Pues es cierto que quien tiene en sí los días de Jesús sirve al Señor, no puede, teniendo en sí los días de Jesús y la luz de Cristo, servir a Zabulo[3] o servir a la avaricia. No puede ser que alguien iluminado por la luz de la verdad sirva a la mentira; y quien está iluminado por la luz de la santificación no puede ser esclavo de la libidinosidad y la impureza. Por último, el Apóstol también así lo dice: “¿Qué participación tiene la justicia con la iniquidad? ¿O qué asociación entre la luz y las tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Beliar? ¿O qué relación entre el fiel y el infiel?” (2 Co 6,14-15).

Días malos y siglo malvado

1.6. Oremos, por tanto, para que siempre Cristo, que es la verdadera luz (cf. Jn 1,9), obre en nosotros días buenos, y que nunca nos ilumine Zabulo, teniendo en nosotros días malos, sobre los que dice el Apóstol: “Aprovechando el tiempo, porque los días son malos” (Ef 5,16). Nosotros tenemos, en efecto, días malos cuando buscamos las realidades carnales en vez de las espirituales, las terrenas en vez de las celestiales, las perecederas en vez de las eternas, las presentes en vez de las futuras. Por consiguiente, si nunca ves que se elevan en ti deseos de esta clase, debes saber que estás en los días malos, en los peores. Por eso insiste en tus oraciones para ser liberado de los días malos, como dice el Apóstol, para que seas liberado del presente siglo malo (cf. Ga 1,4). Pues, bajo el aspecto del cual hablamos antes, no solamente los días devienen malos, sino que también el siglo se hace malvado.

Los apóstoles son la luz del mundo

2. “El pueblo sirvió al Señor todos los días de Jesús y todos los días de los ancianos que vivieron después de Jesús” (Jc 2,7). Es feliz quien sirve al Señor en los días de Jesús, quien es iluminado por su palabra y su sabiduría, quien es iluminado por sus preceptos, quien recibe de su doctrina la luz del conocimiento. En segundo lugar, sin embargo, es bienaventurado también quien, después de Jesús, sirve al Señor en los días de los ancianos que vivieron después de Jesús. Los ancianos que vivieron o con Jesús, o después de Jesús, ¿qué otros son sino los apóstoles? Ellos también iluminan nuestros corazones con sus escritos y sus preceptos; y ellos asimismo obran en nosotros días que proceden de esa luz, que recibieron en participación de la luz verdadera. Por tanto, el que está iluminado e instruido por los preceptos de los apóstoles, formado por las reglas apostólicas para el servicio del Señor, éste es quien, se dice, “sirve al Señor en los días de los ancianos que vivieron después de Jesús”. Pero, ¿quieres ver que, como el Salvador era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1,9), igualmente los apóstoles eran la luz del mundo? Está escrito en el Evangelio, y es a ellos que el Señor les dice: “Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5,14). De modo que, si los apóstoles también hoy son la luz del mundo, sin ninguna duda con sus preceptos y mandatos iluminan para nosotros días en que podemos servir al Señor.



[1] Orígenes presenta una visión más bien negativa de la filosofía epicúrea, atribuyéndole la búsqueda sistemática del placer de los sentidos y la negación de la Providencia (SCh 389, p. 56, nota 1). Cf. Contra Celso I,8 y III,80.

[2] La oposición entre un Dios justo, pero celoso y vengador, y el Dios bueno, alejado del mundo, Padre de toda misericordia, es la tesis principal de Marción (cf. SCh 389, p. 57, nota 2).

[3] Zabulus (o Zabolus): el diablo.