OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (646)

Moisés y los israelitas recogiendo el maná en el desierto

Hacia 1200-1254

Regensburg, Alemania

Orígenes (+ 253) 

1421. Nueve homilías sobre el (libro) de los Jueces (In librum Iudicum homiliae IX [latine, Rufino interprete])[1].

No se ha encontrado en Internet este texto en castellano, por lo que lo ofrecemos a continuación.

Orígenes, Nueve homilías sobre el libro de los Jueces[2]

Homilía I: Sobre lo que está escrito en el libro de los Jueces: “Y sirvió el pueblo al Señor todos los días de Jesús, y todos los días de los ancianos, los cuales vivieron muchos días después de Jesús, que vieron todas las grandes obras que hizo el Señor por Israel” (Jc 2,7) 

En el inicio de su predicación Orígenes corrige la lectura que se había hecho y presenta el texto que va a comentar. El centro de todo este primer párrafo será la opción del ser humano de colocarse en “días buenos o en días malos”. Necesitamos, por tanto, ubicar nuestra existencia en los días de Jesucristo; y evitar que nuestros días sean como los de aquellos que obraron mal (§ 1.1).

A partir del texto del Sal 71 (72) citado en este párrafo, Orígenes subraya, y es uno de sus temas preferidos, que es por propia decisión que cada cual obtiene días de paz o días de desasosiego (§ 1.2).

Los días de abundancia de paz los gozarán quienes respetan la justicia y aman el nombre del Señor (§ 1.3).

Días buenos y días malos

1.1. El lector de la presente lectura así leía: “Y el pueblo temió al Señor todos los días de Jesús”[3]. Pero nosotros tenemos: “Y sirvió el pueblo al Señor todos los días de Jesús, y todos los días de los ancianos que vivieron[4] largos días después de Jesús” (Jc 2,7 LXX). Es necesario saber, por consiguiente, que cada uno de nosotros se pone a sí mismo en disposición de estar bien en los días buenos o en los días malos, y de tener los días de Jesús o los días de los justos, o bien de tener los días de los impíos. Porque si comprendemos “la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9), y le presentamos nuestras almas para que las ilumine, o si “el Sol de justicia” (Ml 4,2 [3,20]) se eleva para nosotros e ilumina el mundo de nuestra alma, también nosotros tenemos también los días de Jesús el Cristo, días de salvación. Si, por el contrario, alguien presenta su alma para recibir esa luz que se extinguirá (cf. Jb 18,5), la luz contraria a la verdad, y es iluminado por ella, también tendrá días, pero malos; y no estará en los días de Jesús, sino en los días de Manasés o en los días del faraón, o en los peores días de cualquier otro. Por eso en los días de Achaz[5], rey inicuo y pésimo, Isaías no pudo tener una visión, ni pudo “ver al Señor Sabaoth, sentado sobre su trono excelso y elevado” (Is 6,1). Pero desde el momento en que murió el rey malvado, cuyos días eran malos (cf. Ef 5,16), entonces el profeta pudo tener la visión de Dios.

La responsabilidad personal

1.2. ¿Quieres saber que esos días, cuando se los dice de uno u otro en las Escrituras, no significan los tiempos de la vida de quien se habla, o de su presencia corporal? Escucha lo que el profeta predijo sobre los días de nuestro Señor Jesucristo: “En sus días brotarán la justicia y la abundancia de la paz hasta que no haya más luna” (Sal 71 [72],7). Si aceptamos que los días en que el Salvador habitó en la tierra fueron días de justicia y día de paz, ¿cómo probaremos que brotaron días de justicia para aquellos que lo crucificaron y no acogieron su advenimiento y la fe? ¿O cómo la abundancia de paz en esos días habrá podido existir entre quienes lo entregaron a la muerte con acusaciones falsas? ¿Cómo aparecerá que brotaron días de justicia y días de paz en aquellos cuyos espíritus se hallaban en las tinieblas de la injusticia y del furor? E incluso, si se relaciona con los días que el Salvador vivió en la carne lo que está escrito: “En esos días brotarán la justicia y la abundancia de paz” (Sal 71 [72],7), puesto que ahora aquellos días no existen, luego, ni brota su justicia y la abundancia de paz de Cristo no se encuentra entre quienes tenían fe y religión. Más bien, cada uno, por sus actos y su género de vida adquiere para sí días, bien de injusticia y guerra, bien de justicia y paz.

Los días de justicia

1.3. Escucha finalmente al profeta diciendo: “Sobre quienes temen mi nombre, afirma, se elevará el sol de justicia” (Ml 4,2 [3,20]), sin duda para hacerle vivir días de justicia, días de Jesús. Sobre los impíos, por el contrario, se dice que para ellos se pondrá el sol de justicia; sin duda para aquellos en quienes duerme la justicia y en quienes han surgido las tinieblas de la injusticia. ¿Y quieres al mismo tiempo aprender del profeta quiénes son los que tienen abundancia de paz? Escucha cómo se dice en los Salmos: “Paz abundante para aquellos que aman tu nombre[6], para ellos no hay piedra de tropiezo” (Sal 118 [119],165). Por tanto, días de justicia y la abundancia de paz brotarán para aquellos que aman el nombre del Señor.



[1] Continuamos con nuestra opción de respetar el orden propuesto por la Clavis Patrum Graecorum. Y dejamos de lado aquellas obras del Alejandrino que solo han llegado hasta nosotros de modo fragmentario.

[2] Texto latino en: Origenes Werke. VII. Homilien zum Hexateuch in Rufins Übersetzung, ed. W. A. Baehrens. Zweiter Teil. Die Homilien zu Numeri, Josua und Judices, Leipzig, J. C. Hinrichs’sche Buchhandlung, 1921, pp. 464 ss. (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ernsten drei Jahrhunderte, 30); y en Sources chrétiennes (= SCh), n. 389, Paris, Eds. du Cerf, 1993, pp. 50 ss. Adoptamos la numeración propuesta en la edición de SCh, pero introduciendo subdivisiones dentro de cada párrafo. Los subtítulos son propios.

[3] ¿Por contaminación con Ex 14,31? (cf. SCh 389, p. 50, nota 1).

[4] Lit.: fuerunt.

[5] Translitero habitualmente del latín los nombres propios.

[6] Tu Ley, dice el texto bíblico.