OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (644)

Jesús enseñando a la gente desde una nave

1904

New York, USA

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XXVI: Sobre las espadas de piedra que fueron enterradas, y sobre el altar que construyeron las dos tribus y media que están del otro lado del Jordán (Jos 21,42 ss.)

Introducción

La primera parte de la homilía se centra sobre el tema de nuestra forma de recibir al Señor, y prepararle en nuestro interior una digna morada. A este tópico se une el de la circuncisión espiritual (§ 1.1-2.1).

La renuncia bautismal es comparada con la salida de Egipto y de su oprobio (§ 2.2). Éste es amputado por medio de la espada de la palabra de Dios, que no es obra de un hábil artífice, sino de Jesucristo, que ha dado sus dones espirituales a los creyentes (§ 2.3-5).

Texto

La heredad de Jesús

1.1. Más arriba se dijo que los hijos de Israel le dieron una heredad a Jesús en la montaña de Efraím y que, después de recibir su parte, “Jesús construyó una ciudad y habitó en ella” (Jos 19,49-50). Ahora la Escritura retoma el mismo tema, agregando esto: “Las espadas de piedra”[1], es decir, los cuchillos de pedernal, “con los cuales Jesús había circuncidado a los hijos de Israel en el desierto, los hizo esconder en la ciudad que había construido y en la que habitaba” (cf. Jos 21,42d LXX). Por tanto, debemos retomar nuestra exposición y explicar esta adición, para dar cuenta, con la ayuda de Dios, del sentido íntegro de la Escritura.

¿Quién puede recibir al Señor y prepararle una morada?

1.2. En efecto, como lo dijimos antes[2], nuestro Señor Jesucristo nos pide un lugar para construir y habitar en él. Y nosotros debemos transformarnos de tal modo, en la pureza de corazón, la sinceridad del alma, la santidad del cuerpo y del espíritu, que el Señor se digne recibir un lugar en nuestra alma, construir su morada y habitaren ella. Y ¿quiénes piensas que son, entre todo el pueblo, gratos a Dios y que dignos de ser elegidos? ¿Se puede decir que haya algunos capaces? Pero el pueblo entero, la Iglesia misma en su totalidad, ¿son capaces de recibir en sí mismos al Señor Jesús y procurarle una morada?

Las montañas fructíferas

1.3. Veamos, entonces, cuál es ese lugar en que debe habitar Jesús: “Sobre la montaña de Efraím” (Jos 19,50), dice (la Escritura), es decir, sobre una montaña que dé fruto. ¿Cuáles piensas que son en nosotros esas montañas fructíferas en las que habita Jesús? Aquellas evidentemente en que se encuentran “los frutos del Espíritu: la alegría, la paz, la paciencia y la caridad” (Ga 5,22), y lo demás. Estas son, por tanto, las montañas fructíferas, las que producen el fruto del Espíritu y cuyos pensamientos y esperanzas están siempre en las alturas. Hay pocos que reúnen estas condiciones. Sin embargo, aunque estas almas sean poco numerosas, habitando en ellas el Señor Jesús, Él, que es “la luz verdadera” (Jn 1,9), enviará los rayos de su luz también a todos los demás, sobre aquellos que al inicio no fueron juzgados dignos de ser su habitáculo.

La circuncisión espiritual

2.1. Ahora, por tanto, veamos cuáles son esas espadas de piedra con las cuales Jesús circuncidó a los hijos de Israel. Si ustedes rezan por nosotros de modo que nuestra palabra sea viva y eficaz, mas afilada que cualquier otra espada (cf. Hb 4,12), el Señor Jesús nos concederá que la palabra de Dios, que les dirigimos, realice en quienes la escuchan la circuncisión de toda inmundicia, la supresión de las impurezas, la escisión de los vicios de los oyentes y la amputación de todo lo que debilita la fuerza del espíritu y las facultades naturales. Y así serán circuncidados también ustedes por Jesús gracias a la palabra de Dios, que lleva aquí el nombre de espada de piedra, y oirán: “Hoy les he quitado el oprobio de Egipto” (Jos 5,9).

La liberación del oprobio de Egipto

2.2. Pues, ¿para qué sirve haber salido de Egipto si llevamos con nosotros el oprobio de Egipto? ¿Qué beneficio reporta la marcha por el desierto? Esto es, ¿para qué nos sirve haber renunciado al mundo en el bautismo, si conservamos nuestras antiguas costumbres de pecado y las impurezas de los vicios de la carne? Por tanto, es necesario que, después de haber atravesado el Mar Rojo, es decir, después de la gracia del bautismo, Jesús nuestro Señor haga desaparecer de nosotros los viejos hábitos de los vicios de la carne, para que finalmente seamos liberados del oprobio de los egipcios. 

La palabra de Dios es una espada que realiza la circuncisión espiritual

2.3. Esas espadas pétreas, esos cuchillos de piedra, con los cuales Jesús nos circuncidó por segunda vez, estás ubicados en el lugar que Jesús pidió y recibió; es allí, en el lugar que Él posee en el alma del justo, que Jesús ocultó las espadas. Hemos mostrado a menudo que la palabra de Dios es llamada espada[3], pues en el alma de aquellos que la escuchan esa palabra corta y limpia los pecados. Este es, por tanto, el lugar donde se oculta la fuerza de la palabra divina; el alma recibe una palabra de conocimiento y sabiduría, de modo en el momento oportuno esa alma, colmada con el don del Espíritu por la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento, profiere esas espadas en la Iglesia y opera una segunda circuncisión en quienes tienen necesidad.

Las espadas de piedra 

2.4. En cuanto a la expresión “espadas de piedra”, que designa los cuchillos sacados de la piedra y no los cuchillos de hierro, que se deben al artificio de un obrero, ella muestra que esa palabra de Dios que puede circuncidar de su impureza los corazones de los oyentes, no proviene del arte de un gramático o un rétor, no ha sido modelada por los martillos de los sabios, ni afilada en la piedra de los estudios, sino que desciende de esa “piedra que, desprendida de la montaña sin mano humana, ha llenado toda la tierra” (Dn 2,34. 45) y ha dado sus dones espirituales a los creyentes.

Los regalos que ofrece Jesús

2.5. Después de esto, Jesús convoca a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés (cf. Jos 22,1 ss.), que habían servido bajo sus órdenes para vencer a los enemigos de Israel, y los envía de vuelta a sus heredades, dándoles también regalos, como está escrito. He aquí, a mi parecer, el misterio significado: después de la entrada de la multitud de los gentiles (cf. Rm 11,25), después de haber recibido del Señor Jesús lo que se les había prometido, aquellos que había sido enseñados e instruidos por Moisés, y que nos ofrecieron, en medio de los combates, sus súplicas y oraciones y que, según la expresión del Apóstol, no habían alcanzado todavía el objeto de las promesas (cf. Hb 11,39), pues esperaban que también se cumpliera nuestro llamamiento, ahora obtienen la perfección que había sido diferida para ellos (cf. Hb. 11,40). Ellos la obtienen con los presentes que reciben de Jesús. De modo que, cada uno habita en paz, es el fin de todas las guerras y de todas las luchas.



[1] Machaeras petrinas, son espadas anchas y cortas de un solo filo, hechas de piedra.

[2] Hom. XXIV,3.

[3] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Génesis, III,6: «¿Cuál es el “cuchillo de piedra” y cuál “la espada” con la que fue circuncidado el pueblo de Dios? Oye lo que dice el Apóstol: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más aguda que espada alguna de doble filo; penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hb 4,12). Esta es, por tanto, la espada con la que debemos ser circuncidados; sobre ella dice el Señor Jesús: “No he venido a traer paz a la tierra, sino la espada” (Mt 10,34)».