OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (635)

La Ascensión del Señor

851-862

Evangeliario

San Lazzaro, Venecia, Italia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XXII: Sobre la tribu de Efraím y los cananeos (Jos 17,14 ss.)

Introducción

En esta homilía Orígenes comenta las tres menciones de los cananeos en el libro de Josué, y presenta una interpretación espiritual para cada una de ellas (§§ 1-2). La meta a la que debe aspirar el cristiano es la aniquilación del cananeo, que simboliza la agitación-turbación, para que Cristo habite en nosotros, y así llevemos en nuestros miembros su misterio pascual (§ 2.3).

Sin embargo, hay una exigencia, una condición que no puede pasarse por alto negligentemente: debemos evitar que el alma viva carnalmente (§ 3).

Texto

Las tres menciones de los cananeos en medio de los hijos de Efraím

1.1. Por tercera vez son mencionados los cananeos en medio de los hijos de Efraím, pero observemos el orden de cada una de estas menciones; es decir, el contenido del primer pasaje que dice que los cananeos estaban con los hijos de Efraím, y qué dicen el segundo y el tercero. Porque si observamos diligentemente de qué modo se dice en el tercero que estaban los cananeos con los hijos de Efraím, y con la ayuda del Señor podemos investigar el orden de las tres menciones y penetrar el sentido de lo hechos que narra la primera, la segunda y la tercera, pienso que no seremos incrédulos, pues verdaderamente se han escrito no solo para narrar los hechos históricos, sino que están repletos de los misterios divinos y dignos de Dios.

Las tres narraciones

1.2. La primera mención dice: “Efraím no expulsó al cananeo, que habitaba en Gazer, sino que el cananeo habitó con Efraím hasta el día de hoy, y lo sometió a tributo, hasta que subió el faraón, rey de Egipto, tomó la ciudad, la incendió y mató cruelmente a los cananeos y a los fereseos que habitaban en Gazer; y el faraón la dio en dote a su hija” (Jos 16,10 LXX; 1 R 9,16). La segunda: “Sucedió, dice (la Escritura), que los hijos de Israel se hicieron más fuertes y sometieron a los cananeos, pero no los exterminaron” (Jos 17,13). La tercera, cuando los hombres de la tribu de Efraím contradijeron a Jesús (cf. Jos 17,14 ss.), queriendo, según su mayor número, que eran más y fuertes, recibir también una mayor parte de la heredad, y se les ordenó ascender en el bosque y hacerse lugar más amplio para sí mismos; de modo que pudieran tener un espacio más grande, y se les mandó exterminar a los cananeos.

Interpretación espiritual de las dos primeras narraciones

2.1. Veamos ahora, entonces qué significa esta triple narración sobre los cananeos.

2.2. En la primera, el cananeo habita con nosotros y está sometido a tributo; sin embargo, no está bajo obediencia ni es esclavo. En la segunda, también se ha convertido en esclavo y está sometido[1]. Tomemos a este cananeo como nuestra carne o lo que viene de la carne. Al principio está con nosotros, es decir, que está unido a nuestra alma, pero no le obedece, a no ser en lo que depende del tributo, o sea que cumple un servicio en la acción y en el movimiento; sin embargo, desea contra el espíritu (cf. Ga 5,17), y no obedece al alma, sino que cede a sus propios deseos. En cambio, cuando hacemos algún progreso, la carne se convierte en nuestro esclavo, obediente y súbdito de la voluntad del alma; éste es el segundo estado del alma, cuando la carne ha sido reducida a la obediencia y a la servidumbre.

Comprensión espiritual de la tercera narración

2.3. El tercer (grado) es el de la perfección. Porque si ya llegamos a la perfección, se dice que también hemos exterminado al cananeo en nosotros y lo hemos entregado a la muerte. ¿Cómo se cumple esto en nuestra carne? Oye al Apóstol que dice: “Den muerte en sus miembros que están sobre la tierra, la fornicación, la impureza” (Col 3,5), y lo demás que sigue. Y de nuevo dice: “Quienes son de Cristo crucifican su carne junto con los vicios y las concupiscencias” (Ga 5,24). Por tanto, en este tercer (grado), cuando llegamos a la perfección, mortificamos nuestros miembros y llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Cristo; y se dice (en la Escritura) que nosotros exterminamos a los cananeos.

Peligros a los que está expuesta el alma que vive unida a la carne

3. Pero no hay que pasar por alto negligentemente aquello que se dice respecto del faraón, que llegó y se apoderó de la ciudad de Gazer, en la que habitaba el cananeo con Efraím, y se la dio como dote a su hija. Gazer se traduce: constricción[2]. Por tanto, si el cuerpo y el alma habitan en una sola e idéntica constricción; es decir, si están unidos y asociados entre sí, de modo que por ello el alma viva carnalmente, y el alma no se apresure a reducir la carne a obediencia y sometimiento, es de temer que, llegando el faraón de Egipto, aprese la infeliz alma y la entregue como dote a su hija. Porque si consideras aquello que dice el Apóstol: “Se levantará otra ley en nuestros miembros y nos conducirá cautivos de la ley del pecado” (cf. Rm 7,23), descubrirás cómo aquel faraón, que es el autor y el rey del pecado, entrega en dote a su hija, que es la ley del pecado, al alma que vive carnalmente.



[1] Lit.: obediente (oboediens).

[2] Constrictio, que también se puede traducir por acto de apretar o estrechar. Algunos manuscritos leen constructio (construcción), cf. SCh 71, p. 444, nota 1.