OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (628)

La entrada de Jesús en Jerusalén

Siglo XV

Liturgia de las Horas

Flandes, Bélgica

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XVIII: Sobre el comienzo de la división de la tierra, que fue distribuida por Jesús. Y cómo Caleb accedió a Jesús y le pidió Hebrón (Chebron; cf. Jos 14,6-15)

Introducción

El pedido de Caleb a Jesús ofrece el ámbito propicio para afirmar que el sabio está obligado a luchar contra las herejías y las doctrinas “exaltadas” de los sistemas filosóficos (§ 3.1-2). 

Recibir la bendición de Jesús, le permite al recipiente, que se consagra al estudio y la meditación de la Sagrada Escritura, poder llegar a su corazón, poder ser sabio en la Ley de Dios (§ 3.3).

La interpretación espiritual de Hebrón conduce a Orígenes a establecer una conexión entre los grandes patriarcas de Israel y Caleb. La sabiduría, representada por Caleb, nos abre el acceso a la contemplación de la historia de salvación (§ 3.4).

Texto

Qué pidió Caleb

3.1. Pero veamos también su petición, la que Caleb, hijo de Jefoné, propuso primero a Jesús: “Te pido, dice (la Escritura), esa montana, como lo dijo el Señor aquel día” (Jos 14,12).

3.2. Nada abyecto ni soez pidió el santo, nada que yaciera en el fondo de los valles, sino que buscó la montaña excelsa y una montaña en que hubiera ciudades grandes y fortificadas. Porque está escrito: “Donde residían los anaquitas[1], en ciudades grandes y fortificadas” (Jos 4,12). Y esto pedía quien sabía combatir, como está escrito: “El sabio ocupó las ciudades fortificadas y destruyó las murallas en las que confiaban los impíos” (Pr 21,22). ¿Crees que cuando decía esto Salomón nos quería enseñar que el sabio toma las ciudades y destruye las murallas construidas con piedras? ¿O que más bien indica que la ciudad y la muralla son las doctrinas y los silogismos de los filósofos, con los que construyen opiniones impías y contrarias a la ley divina, los cuales se observan entre los paganos y los bárbaros? También hay que poner entre estas opiniones impías y ciudades fortificadas, situadas en las montañas, las afirmaciones que los herejes atribuyen a las Escrituras, como colocándolas en las altas montañas. Estas, por tanto, son las ciudades de la mentira que los sabios derriban con el ariete de la verdad, como también lo decía el apóstol Pablo: “Destruyendo los pensamientos y toda altura que se exalta contra la ciencia de Dios” (2 Co 10,5)[2].

Ser corazón en la Ley de Dios

3.3. Por ende, también este sapientísimo Caleb de pie ante Jesús promete ser fuerte para la guerra y pronto para el combate; por eso pide la facultad de disputar, a fin de atacar a los dialécticos del mundo, cuando estos sostienen opiniones falsas en vez de la verdaderas, para refutarlos, vencerlos y derribar todas aquellas falsedades que construyeron con sus afirmaciones. Y por ello, viendo su celo Jesús lo bendice, afirma la Escritura (cf. Jos 14,13), es decir, (bendice) ese deseo y esa audacia. Pero también tú, si quieres entregarte a la obra del estudio, a meditar prudentemente y hacerte corazón en la Ley de Dios, podrás derribar esas grandes y amuralladas urbes, esto es, las afirmaciones de la falsedad, para que merezcas la bendición de Jesús y de él recibas Hebrón.

Interpretación espiritual de Hebrón 

3.4. Hebrón se traduce por unión o matrimonio[3]. Tal vez, el significado de esto es la doble cueva que se preparó el patriarca Abraham, que se encuentra en esa ciudad donde yacen los restos de los patriarcas con sus esposas; es decir, Abraham con Sara (cf. Gn 23,19); Isaac con Rebeca; Jacob con Lía. Caleb mereció, por tanto, recibir en heredad los restos de sus padres, sin duda porque con la sabiduría que estaba en él, la que estaba vigente bajo Moisés y bajo Jesús. Había comprendido la razón de esos matrimonios y había percibido cuáles eran los motivos por los que Sara yacía sola con Abraham, y ni Agar ni Quetúra (Chettura) merecieran estar con él; o cuál era la causa por la cual con Jacob se viera yacer solo a Lía y no a Raquel, que fue la más amada; y que ninguna de sus concubinas estuviera junto a él en su sepulcro. Por consiguiente, el prudente y sabio Caleb recibió la heredad en memoria de sus padres. Y a él mismo Jesús le dio Hebrón, la ciudad de los anaquitas, y la constituyó en su heredad hasta el día de hoy (cf. Jos 14,14).

Conclusión

3.5. Ojalá también se me diera la heredad de Abraham, Isaac y Jacob; y el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (cf. Hch 7,32; Ex 3,6) fuera mi herencia, en Jesucristo Señor nuestro, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).



[1] Ibi sunt Enachim: donde están los de Enaquim.

[2] Cf. Homilías sobre el libro del profeta Jeremías 12,12: “¿Cuáles son los montes tenebrosos? Los que levantan alturas contra el conocimiento de Dios (cf. 2 Co 10,5). El diablo es un monte tenebroso…”.

[3] Cf. Hom. XIII,2; Filón de Alejandría, Post., 60-62.