OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (624)

La Transfiguración del Señor

Siglo XI

Evangeliario

Venecia, Italia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XVI: Sobre Jesús ya anciano (Jos 13,1 ss.)

Introducción

El párrafo 4 está dedicado a la interpretación espiritual de los sidonios, los cazadores en la traducción de Orígenes, que son los demonios. Ellos ponen trampas a los seres humanos, pero el Señor los destruye. Y cuando ya no quede ninguno y no puedan hacer caer a las almas en el pecado, será la hora del reposo pleno.

En el párrafo 5, Orígenes dice seguir una interpretación de un maestro judío convertido al cristianismo. Según esta lectura la sinagoga del Señor, que nos ha precedido en los santos Padres, destruirá a nuestros enemigos por medio de sus súplicas y oraciones (§ 5.1-2)

La conclusión vuelve a insistir en que las armas de combate del cristiano contra los enemigos invisibles son: la oración, la meditación de la palabra de Dios -que incluye la exégesis espiritual-, las buenas obras y los buenos pensamientos. Así estaban munidos nuestros Padres que triunfaron por la fe y sus obras (§ 5.3-4).

Texto

“Los perversos cazadores”

4. Después de esto, cuando ha enumerado muchas naciones, solo sobre los sidonios dice: “Yo exterminaré a todos los sidonios delante de los hijos de Israel” (Jos 13,6 LXX). También son nombrados los cananeos; asimismo son nombrados esos que están contra el rostro de Egipto (cf. Jos 13,3), y esos que están en los confines de Accaron (cf. Jos 13,3 LXX) y en la orilla izquierda, y otras muchas naciones; pero solamente a los sidonios dice el Señor que a ellos los exterminará. Ahora bien, sidonios, como antes ya dijimos, significa cazadores[1]. ¿Quiénes, por tanto, se comprende que son estos perversos cazadores, a los cuales extermina el Señor, sino aquellas potestades enemigas, sobre las que dice el profeta: “Prepararon lazos para mis pies” (Sal 56 [57],7), las cuales cazan las almas y las arrastran[2] al pecado? Por consiguiente, a estos los extermina el Señor, porque si esos cazadores son exterminados, cuando ya no haya ninguno que tienda lazos y redes para arrastrar las almas hacia el pecado, entonces cada uno descansará bajo su viña y bajo su higuera (cf. Mi 4,4).

La división de la herencia

5.1. Hoy nos han leído que Moisés dio la herencia a algunos (cf. Jos 13,8 ss.); pero después también se leyó que Jesús distribuyó la heredad, según el mandato del Señor (cf. Jos 14,1 ss.). Primero, en consecuencia, Moisés distribuyó la herencia, y después Jesús una segunda vez. Comprende ahora que Moisés es la Ley. Por tanto, esos que vivieron bajo la Ley, recibieron, los primeros, la herencia, pero fuera de la tierra prometida. Entonces cuando recibieron la tierra de la heredad, no la poseyeron ni la dividieron entre sí, sino que esperaron hasta que Jesús la distribuyera por sorteo.

Dios quiso reservar la verdadera herencia para nosotros

5.2. ¿Acaso no es esto evidentemente lo que dice el Apóstol a los hebreos, escribiendo sobre los primeros Padres, sobre quienes dijo que agradaron a Dios por la fe (cf. Hb 11,2)? Y agrega: “Pero todos ellos, teniendo un testimonio por la fe, no consiguieron las promesas. Dios proveyó algo mejor para nosotros, para que no alcanzaran sin nosotros la perfección” (Hb 11,39-40). Ya tienen su promesa y descansan (cf. Jos 1,13). Y Moisés los ha juzgado dignos de recibir la heredad. Sin embargo, todavía combaten y están en la lucha a favor de aquellos que militan bajo Jesús. Pero preguntas: ¿quiénes son estos combatientes y cuál es el combate que libran? Yo pienso que (son) todos aquellos Padres que se durmieron antes que nosotros, luchan con nosotros y nos ayudan con sus oraciones. Así también lo he oído decir a uno de los antiguos maestros[3], hablando sobre lo que está escrito en (el libro) de los Números: “Esta Sinagoga devorará aquella Sinagoga, como el ternero devora la hierba verde del campo (cf. Nm 22,4)”. Decia: ¿Por qué utilizar esa comparación, si no para comprender en este pasaje que la Sinagoga del Señor, que nos precedió en los santos, consumirá la boca y la lengua de la Sinagoga adversaria, esto es, destruirá a nuestros enemigos con sus oraciones y sus súplicas?

Conclusión de la homilía: el Señor se ha cubierto de gloria

5.3. Por tanto, no hay que luchar con armas contra nuestros enemigos invisibles, sino con oraciones, meditaciones de la palabra de Dios, obras y pensamientos rectos. Porque así se armaron nuestros Padre, venciendo por la fe y las obras (cf. St 2,14-26). Mira, entonces, que así está escrito sobre ellos: «Creyeron, dice (la Escritura), en Dios y en su servidor Moisés; y Moisés entonó este cántico y dijo: “Cantemos al Señor, pues ha sido honrado gloriosamente”» (Ex 14,31—15,1).

5.4. Así también nosotros (tengamos) fe plena y obras perfectas, oraciones sin cesar; reverenciemos la meditación de la palabra divina, su interpretación espiritual; y en todas estas realidades, como armados con las armas de Dios, resistamos contra las astucias del diablo (cf. Ef 6,11), invocando a Dios nuestro auxilio en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).



[1] Cf. Hom. XIV,2.7.

[2] Lit.: las engañan hacia el pecado (decipiant ad peccatum).

[3] Tal vez, un judío convertido; cf. Homilías sobre el libro de los Números XIII,5.1: «Y para que sepas que algo así pensaba el rey, entiéndelo a partir de las palabras de la Escritura, cuya explicación he aprendido de un maestro de origen hebreo, que llegó a creer… Decía, entonces, aquel maestro que de los hebreos había pasado a la fe: “¿Por qué se ha valido (la Escritura) de tal ejemplo, diciendo como devora el novillo la hierba del campo? Sin duda por esto: porque el novillo corta con la boca la hierba del campo, y con la lengua, como una hoz, corta todo lo que encuentra; así también este pueblo lucha con la boca y con los labios como un novillo, y tiene las armas en las palabras y en las súplicas”». Sabemos, en efecto, que Orígenes frecuentaba algunos maestros y doctores judíos de su tiempo (cf. SCh 71, pp. 368-369, nota 1).