OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (614)

San Juan Bautista predicando

Hacia 1440-1465

Liturgia de las Horas

Francia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía X: Sobre el engaño de los gabaonitas (Jos 9,3 ss.)

Introducción

“La libertad de los israelitas” es el tema central de esta última parte de la homilía. Esa expresión señala la oposición de las hijas y los hijos de Dios auténticos a quienes solo sirven a Dios exteriormente. Nuestro Señor Jesús nos invita, nos llama a una profunda conversión interior (§ 3.1-2).

“La libertad de los israelitas” es la que nos mueve a no dejarnos esclavizar por el pecado. Y si, por acaso, caemos en tal servidumbre, la del pecado, salgamos pronto de ella, apresurémonos hacia la libertad; evitemos permanecer en los pecados; volvamos a escuchar las palabras de Dios. En modo alguno se puede aceptar la condición permanente de servidores, “leñadores y aguateros”, del pecado. Para lograr esto es imprescindible anhelar y procurar con absoluta sinceridad la conversión, la enmienda de nuestras vidas (§ 3.3-7).

Texto

Debemos cambiar de conducta para entrar en la libertad de las hijas y los hijos de Dios

3.1. Es necesario saber qué es lo que nos enseñan la semejanza de esas figuras.

3.2. Si hay algunos entre nosotros para quienes la fe se limita a venir a la iglesia e inclinar la cabeza ante los sacerdotes, a exhibir sus servicios, a honrar a los servidores de Dios, a contribuir al ornato del altar y de la iglesia; pero no se aplican a un esfuerzo por mejorar sus costumbres, enmendar sus acciones, deponer sus vicios, honrar la castidad, mitigar la ira, reprimir la avaricia, refrenar la rapacidad, no admitir la maledicencia, ni la necedad en el hablar, ni las bromas, ni los venenos de las detracciones de su boca. Sabiendo que obran así, que no quieren enmendarse, sino que en esas actitudes perseveran hasta la última senectud, recibirán su porción y su heredad del Señor Jesús junto con los gabaonitas. Por eso, les rogamos, hermanos, cumpliendo nuestra función de embajadores de la palabra de Dios (cf. 2 Co 5,20), mientras todavía podemos enmendarnos, esforcémonos y apresurémonos a deponer las antiguas sordideces y las viejas vestimentas de los vicios para ser unidos y asociados a la libertad de los israelitas.

El retorno a la libertad

3.3. ¿Quieres ver cuánta sea la libertad de los israelitas? En la Ley se prescribe que no es lícito, para un servidor hebreo, si acaso cae en la esclavitud, servir por más de seis años; el séptimo año la Ley ordena que sea liberado (cf. Ex 21,2). ¡Tanto es entre ellos el cuidado de la libertad! Tomemos este texto en su sentido espiritual. Si también tú eres servidor de los hebreos y caíste en la esclavitud, porque es esclavo aquel que la volubilidad de su corazón hizo caer en la esclavitud. ¿Qué esclavitud? Dice la Escritura: “Quien peca, es siervo del pecado” (Jn 8,34). En esta servidumbre cae no el alma viril y perfecta, sino pueril e indolente. Por eso, si también tú eres servidor hebreo, es decir el fiel que ya recibió el bautismo en la Iglesia y después cayó en la esclavitud del pecado, que te basten seis años de servidumbre, y en el séptimo año ten cuidado de no servir, sino apresúrate hacia tu libertad.

De regreso “a la nobleza paterna”

3.4. El número siete significa la Ley de los mandamientos; en cambio, el número seis designa la figura de este mundo. Mientras, por consiguiente, gustas de las cosas que son de este mundo (cf. Col 3,2), de ellas te ocupas y piensas según la carne (cf. Rm 8,5), forzosamente eres esclavo del pecado. Pero cuando llegues al número siete, esto al conocimiento de la Ley, entonces busca tu libertad y vuelve a la nobleza paterna (cf. Lc 15,20 ss.); no sea que, si permaneces en tus maldades y perseveras en los pecados, te sea fijada en la oreja la marca de la ignominia, y no oigas las palabras de Dios, que te amonesta y te llama de nuevo a tu prístina libertad, a fin de que no seas esclavo del pecado para siempre.

Abandonar la condición servil

3.5. Por tanto, te pregunto a ti que eres padre de familia y varón noble: ¿libremente quieres devenir esclavo en este mundo? Sin duda, no quieres. Porque vemos que también los de condición servil, la mayoría, se apresuran hacia la libertad y, en cuanto pueden, incluso desean obtener riquezas y ocultar bajo los honores, que buscan de todas las formas posibles, la vergüenza de su auténtica bajeza de condición.

¿Aceptaríamos la esclavitud?

3.6. Por ende, si en esta vida nadie quiere ser esclavo, sino que, en cuanto es posible, se desea ser libre, rico y noble, no solamente para tener suficiente para sí mismo, sino también para dar con largueza a otros, ¿tratándose de bienes eternos y para siempre inmutables, toleraremos con indiferencia la esclavitud? ¿Y nos parecerá poco si se nos ubica entre los leñadores y los aguateros? (cf. Jos 9,23).

Conclusión

3.7. Por eso, entonces, mientras es de día (cf. Jn 9,4), trabajemos en lo que es bueno y esforcémonos en la enmienda de nuestras acciones, para que nuestras obras, nuestra conversión y nuestras costumbres nos hagan merecer títulos de nobleza. Y seamos dignos de recibir el espíritu de adopción (cf. Rm 8,15), pero que, ante todo, estemos entre los hijos de Dios, por mediación del único y verdadero Hijo suyo, Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).