OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (609)

La parábola de las diez vírgenes

Siglo VI

Evangeliario

Rossano, Italia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía IX: Sobre el altar construido por Jesús. La segunda Ley (Jos 8,30 ss. [LXX: 9,2])

Introducción

Josué escribió la Ley, dice la Escritura Sagrada, en presencia de los hijos de Israel. Nuestro Señor Jesús escribe ahora esa Ley en nuestros corazones, quita el velo y nos regala el Espíritu Santo para que gocemos de la libertad del entendimiento (§ 4.1-2). Esto lo hace en presencia de los ángeles, ya no ante la asamblea de los hijos de Israel; para todos aquellos que reciben sus palabras con oído y corazón íntegros (§ 4.3-4).

“Todo verdadero israelita” debe caminar junto al Arca de la Alianza, ante la cual se hace la lectura de la Ley; y como pueblo sacerdotal la puede cargar sobre sus hombros (§ 5.1-2). Porque el verdadero Israel es el que cumple la Ley verdadera (§ 5.2).

Texto

La libertad de la inteligencia

4.1. En verdad me conmueve lo que agrega a continuación la Escritura. “Y escribió, dice, Jesús el Deuteronomio sobre piedras ante los hijos de Israel” (Jos 8,32 = 9,2 [3] LXX). ¿Cómo pudo escribir un libro tan grande asistiendo y permaneciendo allí los hijos de Israel, no dejándolos marchar hasta que se concluyó la escritura de todos los versículos? ¿O también cómo las piedras del altar podían contener tan gran libro? Que me lo digan esos judíos defensores de la letra, que ignoran el espíritu de la Ley. ¿Cómo se demuestra en esto la verdad de la historia? Pero entre ellos, “hasta hoy, cuando se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones” (2 Co 3,15). En cambio, para nosotros, que nos hemos vuelto hacia el Señor Jesús, el velo ha sido quitado, porque donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad de entendimiento (cf. 2 Co 3,16-17).

En presencia de los ángeles

4.2. Por tanto, nuestro Señor Jesús no necesita mucho tiempo para escribir el Deuteronomio, para grabar la segunda ley en los corazones de los creyentes y para imprimir la ley del Espíritu en sus almas, las que han sido elegidas como dignas para la construcción del altar. Puesto que, desde el momento en que alguien cree en Jesucristo, la ley del Evangelio está escrita en su corazón, escrita en presencia de los hijos de Israel. Porque entonces están presentes, cuando te es transmitido el misterio de la fe, las virtudes celestiales, los ministerios de los ángeles, la asamblea de los primogénitos (cf. Hb 12,23). En efecto, si comprendemos rectamente que Israel significa el que ve a Dios en espíritu (cf. Jn 4,23-24), esto se dice aún más correctamente de los ángeles servidores. Conforme a la sentencia del Señor hablando sobre los niños -y tu fuiste niño en el bautismo-, pues “sus ángeles siempre ven el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,10). Por tanto, ante esos hijos de Israel, que estaban presentes en aquel tiempo, cuando se te entregaron los misterios de la fe, y que veían el rostro de Dios, ante ellos Jesús escribió el Deuteronomio en tu corazón. 

Ante los hijos de Israel

4.3. ¿Todavía quieres que probemos esto más evidentemente con las santas Escrituras, “que Jesús escribió la segunda Ley ante los hijos de Israel”? El Apóstol de forma manifiesta lo afirma a los hebreos diciendo: “Porque no accedieron al sonido de la trompeta y a la montaña ardiente, sino que llegaron al monte Sión y a la ciudad de Dios, la Jerusalén celestial, y a la asamblea de los primogénitos inscrita en el cielo, y a las multitudes de los ángeles alabando a Dios” (Hb 12,18-19. 22-23). Ves, por consiguiente, que ante todos los que siempre ven a Dios, que merecidamente son llamados hijos de Israel, escribió Jesús su ley en los corazones de los creyentes.

Una fe íntegra

4.4. Pero también ahora, por medio de esto que les decimos, Jesús escribe el Deuteronomio en sus corazones, en quienes con fe íntegra y con toda el alma reciben lo que se les dice; quienes con oído íntegro e íntegro corazón, sin un pensamiento corrompido y réprobo acerca de la fe, oyen y retienen lo que se dice; porque es necesario que el Deuteronomio se escriba sobre piedras íntegras. 

El Arca de la alianza del Señor

5.1. Después de aquello se dice: “Y todo Israel, afirma (la Escritura), los ancianos, los jueces y los escriban precedían el Arca de la alianza del Señor a uno y otro lado” (Jos 8,33 = 9,2 [4] LXX). El Arca de la alianza del Señor es donde se conservan las tablas de la Ley escritas por la mano de Dios. Y todo verdadero israelita (cf. Jn 1,47) está cerca del Arca de la alianza, camina junto a ella[1]. Pero los levitas y los sacerdotes incluso la llevan sobre sus hombros.

El verdadero pueblo sacerdotal

5.2. En consecuencia, todos los que quieran vivir la religión de una forma sacerdotal y santa, no como esos que solo se los ve sentarse en la asamblea sacerdotal, sino más bien como aquellos que obran sacerdotalmente, de los cuales es la heredad del Señor, y que no tienen ninguna otra heredad en la tierra, estos son los verdaderos sacerdotes y levitas del Señor, los que llevan la Ley de Dios sobre sus hombros, actuando y cumpliendo verdaderamente, por medio de sus obras, lo que está escrito en esa Ley.



[1] Lit.: camina y no está lejos de ella (incedit et non est longe ab ea).