OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (606)

El tributo del César

1650

Biblia

Londres

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía VIII: Sobre la toma y el saqueo de Hai (Jos 8,1 ss.)

Introducción

Orígenes retorna sobre el sentido espiritual de la fuga de Jesús, y considera recomendable escapar del pecado (§ 6.1). Con la certeza de que Cristo está junto a quienes huyen del pecado (§ 6.2). 

Al llegar a este punto el predicador se detiene en la explicación del texto, para poner de relieve la necesidad e importancia de la lectura espiritual (§ 6.3-4). Prepara así el terreno para el difícil abordaje del pasaje sobre el extermino de los pobladores de Gai (§ 7.1).

A este respecto la posición de Orígenes es muy clara: solamente es posible una comprensión espiritual de los pasajes de esa naturaleza. Se trata de nuestra lucha contra los demonios: a ellos debemos asesinarlos no pecando; hiriéndolos con la palabra de Dios (§ 7.2-3).

El exterminio de nuestros enemigos, los demonios, es nuestra alegría, nuestra gozosa celebración (§ 7.4).

Texto

Una fuga conveniente 

6.1. Pero también se me ocurren otras cuestiones al considerar el pasaje en que Jesús huye ante el ejército de Gai (cf. Jos 8,15). ¿Qué significa la huida de Jesús? Veamos si acaso no vencemos huyendo y haya una suerte de virtud perfecta en la fuga. El apóstol Pablo nos enseña diciendo: “Huyan de la fornicación” (1 Co 6,18). Ves, por tanto, que existe cierto espíritu de fornicación (cf. Os 5,4) del cual debemos huir si queremos permanecer casta, piadosa y púdicamente en Cristo. Esta es, en consecuencia, la huida que confiere la beatitud. No solo debemos huir del espíritu de fornicación, sino que, del mismo modo, al igual que está dicho: “Huyan de la fornicación”, oímos que se dice: “Huyan de la ira, huyan de la avaricia, huyan de la envidia y el odio, huyan de las detracciones y de la maledicencia. Sin embargo, ignoro si alguien huye, si alguien escapa.

Cristo está junto a quienes son perseguidos

6.2. Tal era el ejército de Gai, del cual Jesús enseñaba a sus soldados a huir; y sobre esos mismos (enemigos) Jesús les advertía a sus discípulos diciendo: “Si los persiguen en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en ésa, huyan a una tercera” (Mt 10,23). Porque quiere que nosotros huyamos de los enemigos de esta clase, quiere que nos alejemos de esa especie de males. Y, mientras tanto, si podemos evadir esos males, evitando el contagio, entonces viendo la devoción y el propósito de nuestras mentes, también las santas potestades -aquellas sobre los cuales dice el apóstol Pablo: “¿Acaso no son todas ellas espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que van a heredar la salvación?” (Hb 1,14)- viéndonos padecer la persecución de los demonios se levantan contra los que nos persiguen y cayendo por detrás los exterminan a todos. Porque Jesús está con quienes padecen persecución (cf. Mt 5,10. 11), incluso más que con aquellos que persiguen[1]. Y con justicia, pues Jesús se complace con esos que huyen de la fornicación, que huyen de la soberbia, que huyen del engaño y que huyen de la mentira.

El nuevo Adán que da vida

6.3. En consecuencia, si así comprendemos lo que ha sido escrito, quizás se verá que la lectura es digna del modo en que se expresa el Espíritu Santo. Pues ¿qué beneficio me reporta saber que el rey de Gai fue suspendido en un árbol doble? En cambio, si sé que el poder de la cruz es doble, en tanto que en ella fue suspendido Cristo en su carne; y que venció al diablo y a su ejército, mi alma será fortalecida merced a la comprensión de los misterios. Incluso si acaso queremos dilatar todavía más la amplitud del excelso misterio, en ese árbol comprendemos que estaba la ciencia del bien y del mal (cf. Gn 2,9), en ese árbol fueron suspendidos Cristo bueno y el diablo malo, pero sin duda el mal para ser aniquilado, el bien, en cambio, para vivir por el poder; como también lo dice el Apóstol sobre Cristo: “Y si fue crucificado, lo fue por su debilidad, pero vive por el poder de Dios” (2 Co 13,4). Más aún, no solo vive, sino que vivifica, puesto que Él mismo es “el nuevo Adán convertido en espíritu vivificante” (1 Co 15,45).

Riqueza del sentido espiritual

6.4. Pero estas realidades hay que entenderlas dichas en sentido figurado[2]. Porque Cristo mismo es llamado árbol de vida (cf. Pr 3,18). Sin embargo, así como en otros pasajes Él mismo es presentado como sacerdote, víctima y altar, y la comprensión de un sentido no impide el otro, sino que se entiende figuradamente, en su lugar, cada uno de estos sentidos; así también ahora, en las figuras de los misterios, nada impide que una misma persona asuma diversas funciones.

El exterminio

7.1. Veamos asimismo que se escribe en lo que sigue: “Los hirieron, dice (la Escritura), con el filo de la espada, hasta que no quedó ninguno de ellos que se salvara o escapara” (Jos 8,22. 24).

No pecar es asesinar los demonios

7.2. Cuando se leen estos textos los judíos se nos presentan crueles y sedientos de sangre humana, porque pensaban que era algo santo herir a los que habitaban en Gai, hasta no dejar ninguno de ellos, que nadie se salvara ni huyera, no comprendiendo que en estas palabras se ocultaban misterios. Y esto más bien es lo que se nos indica: de esos que habitan en el caos y reinan en el abismo, los demonios, no debemos dejar absolutamente ninguno, sino matarlos a todos. Pero si exterminamos a los demonios, no suprimimos la sustancia de ellos, sino que como su obra y su esfuerzo es hacer pecar a los hombres, y la vida de ellos consiste en que nosotros pequemos, por eso, sin duda, los matamos si no pecamos. Por tanto, los santos matan a los habitantes de Gai, los exterminan y no dejan escapar a ninguno de ellos. Esos ciertamente son los que con toda diligencia guardan su corazón para que de él no procedan malos pensamientos (cf. Mc 7,21), sino que vigilan su boca para que ninguna palabra mala salga de sus bocas (cf. Ef 4,29); es decir, no escapa ningún fugitivo cuando de sus bocas no sale ninguna palabra mala.

La espada de la palabra de Dios

7.3. Procedan, entonces, también ustedes, preparémonos para las luchas de esa especie, golpeemos a Gai con el filo de la espada y exterminemos a todos los habitantes del caos, a todas las fuerzas enemigas. Quiera Dios que también yo, mientras les hablo sobre la palabra de Dios, del mismo modo pueda tocar el corazón del pecador. Lo cual, si lo hiciere, es cierto que con la espada de mi boca golpeo la fornicación, golpeo la malicia, reprimo el furor; y si hay otros males, con la espada de la boca, esto es con la palabra de mi boca, los sofoco y ninguno de ellos se salva ni escapa.

La visión de la luz verdadera

7.4. Si, en efecto, exterminamos todos nuestros enemigos, entonces verdaderamente celebraremos un día de fiesta; y, vencidos por completo los adversarios, nos alegraremos en gozosas solemnidades. Así me parece que también lo indica el santo profeta en los Salmoscuando dice sobre sí mismo: “Por la mañana, aniquilo todos los pecadores de la tierra, para expulsar de la ciudad del Señor a todos los obradores de iniquidad” (Sal 100 [101],8). Puesto que, ya sea que entienda la ciudad del Señor como la Iglesia del Dios viviente, los doctores de la Iglesia expulsan y matan a los que obran inicuamente, los demonios enemigos y las potencias adversas que empujan los hombres hacia el pecado, enseñando, instruyendo y revelando los misterios ocultos en las divinas Escrituras, a partir de pasajes tales como en el que ahora estamos. O ya sea comprendamos la ciudad del Señor como el alma de cada uno de nosotros, que ha sido edificado por el Señor con piedras vivas (cf. 1 P 2,5), esto es con las virtudes varias y diversas, de modo que quien es santo y esforzado expulsa a los pecadores de esa misma ciudad; es decir, asesina los malos pensamientos y los deseos perversos por la mañana. Pues el justo dice: “Por la mañana meditaré en ti porque fuiste mi auxilio” (Sal 62 [63],7-8 LXX). ¿Cuál es esta mañana si no nuestro Señor Jesucristo, que es la luz verdadera (cf. Jn 1,4), que se levanta en nuestros corazones (cf. 2 P 1,19) e ilumina las tinieblas de nuestra ignorancia, revelándonos misterios de esta naturaleza, haciéndonos ver la luz en su luz (cf. Sal 35 [36],10)?



[1] El texto latino dice: “magis quam cum illis qui persequuntur”. ¿La referencia es a los ángeles, que son quienes caen por sorpresa sobre los demonios y los exterminan? Aunque esta afirmación no sea demasiado clara, se entiende en el contexto que los bienaventurados son los perseguidos.

[2] Lit.: tropice, por medio de tropos, al modo de.