OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (605)

La parábola de la fiesta de matrimonio

Hacia 1327-1335

Biblia

Londres (?)

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía VIII: Sobre la toma y el saqueo de Hai (Jos 8,1 ss.)

Introducción

El árbol de la cruz y nuestra crucifixión con Cristo están simbolizados en “el árbol doble” (§ 3.1-2); figura asimismo de la certeza del triunfo de la resurrección sobre la muerte (§ 3.4—4.3).

Otras prefiguraciones que nos ofrece la derrota de los moradores de Gai son: el juicio final, la ciudad incendiada y convertida en tierra inhabitable, morada de los demonios (§ 5.1). 

Texto

El árbol doble

3.1. Al final de entero relato se dice que “el rey de Gai fue suspendido en un árbol doble” (Jos 8,29). Este pasaje encubre un misterio oculto para la mayoría. Sin embargo, con las oraciones de ustedes intentaremos develarlo, no según nuestras opiniones, sino conforme a los testimonios de la divina Escritura.

El árbol de la cruz

3.2. Dijimos más arriba que el rey de Gai podía ser comparado con el diablo. Cómo éste fue crucificado en un árbol doble, es algo que vale la pena saberlo. La cruz de nuestro Señor Jesucristo fue un árbol doble. Puede que te asombre esta afirmación que formulo. La cruz fue doble, puesto que siendo doble consta de un doble significado. Porque visiblemente sin duda el Hijo de Dios fue crucificado en la carne; en cambio, invisiblemente en esa misma cruz el diablo “con sus principados y potestades” fue clavado en la cruz” (Col 2,14-15). ¿No te parecerá esto verdadero si te propongo al apóstol Pablo como testigo de estas realidades? Oye, entonces, cómo él mismo se pronuncia sobre esto: “Lo que, dice, nos era contrario lo quitó de en medio, clavándolo en su cruz, despojando a los principados y potestades, exponiéndolos públicamente, triunfando sobre ellos en el árbol de la cruz” (Col 2,15)[1]. 

Con-crucificados con Cristo

3.3. En consecuencia, la cruz del Señor tiene una doble significación; de una, habla el apóstol Pedro: “Cristo crucificado nos ha dejado un modelo[2]” (cf. 1 P 2,21). Y la segunda, aquella cruz que fue un trofeo (de victoria) sobre el diablo, en la que fue crucificado y triunfó; y por eso el apóstol Pablo decía: “Líbreme yo de gloriarme si no es en la cruz de mi Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Ga 6,14). Ven que también aquí el Apóstol presenta el doble significado de la cruz. Habla, en efecto, de dos contrarios que, con Él, se dice, fueron crucificados: el que estaba santificado y el mundo pecador, sin duda según aquella semejanza de la que hablamos antes, Cristo y el diablo. Porque nosotros estamos crucificados para el mundo, entonces cuando viene el príncipe de este mundo nada encuentra en nosotros (cf. Jn 14,30). Y el mundo está crucificado para nosotros cuando no recibimos las concupiscencias del pecado.

Todavía estamos en lucha contra el diablo

4.1. Con todo, si tal vez entre los oyentes hay quienes están más atentos podrían decir: “Esta interpretación sin duda parece conforme a la realidad de los hechos, pero todavía me cuestiona aquello de que el diablo y su ejército, en cuanto lo muestra la interpretación de la historia, haya sido aniquilado. ¿Cómo, entonces, aun vemos al diablo y las potestades adversas tener poder contra los servidores de Dios?”. Por lo que el apóstol Pedro con ingente cautela advierte y dice que se debe vigilar: “Nuestro adversario el diablo ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (1 P 5,8). Veamos, por tanto, si también en esto podemos hallar algo digno de las palabras del Espíritu Santo.

La sombra del Altísimo

4.2. La primera venida de Cristo ciertamente se ha realizado en humildad, la segunda se espera en gloria. Esa primera venida suya en la carne es llamada en las santas Escrituras: sombra, expresión mística, como también lo declara el profeta Jeremías diciendo: “El soplo de nuestro rostro, Cristo el Señor, de quien dijimos: a su sombra vivimos en medio de los gentiles” (Lm 4,20 LXX). Pero incluso Gabriel cuando anuncia la buena nueva del nacimiento de Cristo a María dice: “La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,35). Por lo cual entendemos que esa su primera venida nos cubre con la sombra de muchas realidades, mientras que en la segunda venida se consumará el cumplimiento y la perfección. Por lo que al apóstol Pablo dice: “Nos resucitará con Él y nos hará sentar juntos en los cielos” (Ef 2,6). Vemos, por consiguiente, que los creyentes no son ya resucitados ni están sentados en los cielos. Pero son las sombras de esos bienes que ahora poseemos por la fe. Nosotros que los pensamientos y la esperanza nos elevamos de las cosas terrenas y de las obras mortales, y levantamos nuestros corazones hacia las celestiales y eternas. Sin embargo, esto se cumplirá en su segunda venida, de modo que lo que ahora poseemos anticipadamente por la fe y la esperanza, entonces lo tendremos también corporalmente en su realidad plena[3]. 

La resurrección: la muerte definitivamente vencida

4.3. Hay, por tanto, que entender que el diablo ciertamente ha sido vencido y crucificado; pero para quienes han sido crucificados con Cristo, para todos los creyentes e igualmente para todos los pueblos, el diablo no será crucificado sino hasta cuando se cumpla lo que dice el Apóstol: “Así como en Adán todos murieron, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co 15,22). En esto radica, en consecuencia, el misterio de la futura resurrección. Porque entonces también se dividirá el pueblo en dos partes, y en ese momento algunos serán los primeros y otros los últimos, y, cuando se unan en un solo (pueblo) con Jesús, entonces ya desaparecerá el diablo, porque no habrá ya muerte (cf. Ap 21,4). ¿Quieres que también te probemos esto con los divinos testimonios? Oye al Apóstol afirmando: “Esto les decimos con la palabra del Señor: nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado en la venida del Señor, no precederemos a los ya se han dormido; porque el Señor mismo con una orden, con la voz del arcángel y con la trompeta de Dios descenderá del, cielo y los que murieron en Cristo resucitarán los primeros, los que hayamos quedado, junto con ellos, seremos llevados sobre las nubes al encuentro con Cristo en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts 4,15-17). En cambio, sobre el diablo dice: “El último enemigo, la muerte, será destruido” (1 Co 15,26), puesto que entonces realmente será vencida la muerte, cuando “esto mortal sea absorbido por la vida” (2 Co 5,4).

El juicio final 

5.1. Veamos qué dice en el siguiente pasaje: “Jesús incendió Gai, dice (la Escritura), y la hizo tierra inhabitable para siempre” (Jos 8,28). Ves por qué esto que sigue corresponde más al misterio que a la verdad de la historia. Porque si tan inhabitable es para siempre aquel lugar de la tierra, ¿cuál será entonces el lugar inhabitable de los demonios, cuando ya nadie peque ni reine en parte alguna el pecado, cuando el diablo y sus ángeles sean arrojados al fuego eterno, y nuestro Señor Jesucristo, sentado como rey y juez, diga a los vencedores, a los primeros y a los últimos: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban el reino que les ha sido preparado por mi Padre” (Mt 25,34). En cambio, a los otros les dirá: “Vayan al fuego eterno que Dios preparó para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41); hasta que aplique los remedios a cada alma, los cuales solo Él conoce, “y todo Israel sea salvado” (Rm 11,26).



[1] Variantes: “Triunfando sobre ellos en sí mismo” (in semet ipso, traduce la Vulgata), tal sería la traducción literal del griego. En tanto que algunos ejemplares del NT añaden: “en el árbol”.

[2] Reliquit exemplum (ypogrammon).

[3] Otra traducción, menos literal: lo tendremos en su realidad efectiva. El adverbio corporaliter no debe ser entendido literalmente, sino en función del sentido del entero pasaje.