OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (604)

La parábola de los viñadores homicidas

1030-1050

Evangeliario

Echternach, Luxemburgo

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía VIII: Sobre la toma y el saqueo de Hai (Jos 8,1 ss.)

Introducción

La comprensión y explicación del texto sagrado requiere la ayuda de “la gracia del Espíritu Santo” (§ 1.1).

¿Por qué leer pasajes del AT que nada realmente importante pueden enseñarnos para nuestras vidas? Ante todo, para responder a este interrogante, debemos orar para escuchar con ánimo atento (§ 2.1-2).

En segundo lugar, es necesario hacer una lectura espiritual de las narraciones del AT (§ 2.3). Solo así se comprenderá el sentido de las acciones pasadas para nuestro presente: el seguimiento de Cristo, prefigurado en la huida simulada por Josué y la tropa (§ 2.4).

Texto

Sobre los acontecimientos que sucedieron en Gai[1], sobre la salida (a combatir) de su rey y sobre el árbol doble.

Necesidad de la gracia del Espíritu Santo 

1.1. Les rogamos a ustedes, oyentes de los libros santos, no escuchar lo que se lee con tedio o fastidio a causa de que parezca menos deleitable la narración que ofrecen. Deben saber que sin duda son palabras dignas del Espíritu Santo las que se leen. Pero para explicarlas necesitamos la gracia del Espíritu Santo, aquella sobre la que dice el Apóstol: “A uno el Espíritu le da una palabra de sabiduría, a otro una palabra de conocimiento según el mismo Espíritu” (1 Co 12,8). Nosotros también necesitamos de esa gracia para explicar los pasajes presentes, que se refieren a Jesús, sucesor de Moisés, quien condujo a ese mismo pueblo, y mostrar en la hodierna lectura cuál sea el significado de la historia.

La derrota de los habitantes de Gai

1.2. Los que habitaban en la ciudad de Gai parecía que habían vencido y puesto en fuga a los hijos de Israel a causa del pecado que estos habían cometido (cf. Jos 7,4 ss.). Pero después que el mal fue quitado de en medio de ellos, Dios le ordenó al jefe del pueblo, Jesús, dividir en dos partes al pueblo: una parte simuló la huida; la otra, permaneció emboscada para sorprender a los de Gai cuando Jesús lo ordenara. Las cosas así dispuestas, el rey de Gai viendo desde lejos a Jesús y a los hijos de Israel, se puso en movimiento para combatirlos. Pero como aquellos simulaban huir, los de Gai los persiguieron más violentamente y, creyendo que traerían los despojos de los enemigos, todos a una salieron de la ciudad; de modo que, como dice la Escritura, dejaron vacía la ciudad (cf. Jos 8,17). Sin embargo, cuando llegaron al lugar convenido, Josué, dándose vuelta, dio la señal para que surgieran los que estaban emboscados y cayeran sobre las espaldas de los enemigos. Así, aquellos dos campos, el de los últimos y el de los primeros, encerraron a los adversarios y los mataron a todos. De esta forma, vencidos los habitantes de Gai, el rey de ellos fue suspendido de un árbol doble[2] (cf. Jos 8,3-29).

¿Por qué leer estos textos del Antiguo Testamento?

2.1. Al escuchar estos textos los oyentes probablemente dirán: “¿Qué me interesan estas cosas? ¿Qué me aporta saber que fueron vencidos los habitantes de Gai? ¡Cómo si no hubieran existido guerras o gestas similares y aún más importantes! ¿Esta es la obra del Espíritu Santo? ¿Dejar a un lado tantas y tan célebres ciudades destruidas y conservar escrito en los volúmenes sagrados el combate de la ciudad de Gai?”.

Es necesaria la oración para la comprensión espiritual la Sagrada Escritura

2.2. Tal vez sea temerario lo que hacemos, intentar la explicación de tan arduos y tan difíciles pasajes de la Escritura santa. Pero si nos ayudan con sus oraciones, no solo escaparemos del pecado de audacia, sino que Dios, el Padre del Verbo, abrazará nuestra devoción, nos concederá la palabra y abrirá nuestra boca (cf. Ef 6,19), para que ustedes sean edificados y nosotros no les parezcamos faltos de devoción. Por consiguiente, orando, escuchemos con ánimo atento.

Le lectura espiritual de la historia

2.3. Por causa de nuestros pecados la primera vez fuimos vencidos por los habitantes de Gai, y nos mataron a muchos de nosotros. Gai se interpreta como Caos[3], y sabemos que Caos es el lugar o el habitáculo de los poderes adversos, cuyo rey y príncipe es el diablo. Contra él llega Jesús con el pueblo dividido en dos campos, y coloca a unos en el primer grupo y a otros en el segundo, quienes caerán inesperadamente sobre las espaldas del enemigo. Mira si el primer campo no es aquella parte del pueblo sobre el que está escrito: “No vine sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24); sobre la cual el Apóstol dice: “Gracia y paz para todo hombre que hace el bien, para el judío en primer término, enseguida también para el griego” (Rm 2,10), es decir, para los gentiles que vienen en segundo término. Por tanto, el pueblo ubicado en el primer campo parecía huir con Jesús. En cambio, el campo posterior era el pueblo congregado de entre los gentiles, y que apareció sorpresivamente. Porque, ¿quién podía esperar la salvación de los gentiles? Caen violentamente sobre la espalda del enemigo. Así uno y otro pueblo, encerrando en medio al ejército de los demonios lo abate y lo vence.

Seguir a Cristo 

2.4. Acaso me digas: “¿Cómo, entonces, se pone en primer lugar un pueblo que huye?”. Y es muy razonable la pregunta. Porque parecen huir quienes siguen a Jesús, huyen del peso de la Ley y de los preceptos (legales), de la observancia del sábado, de la circuncisión de la carne, del degüello de las víctimas. Pero los otros no huyen, los que siguen a Cristo, perfección y plenitud de la Ley.



[1] Rufino mantiene en su traducción esta forma de denominar la ciudad, que proviene de la LXX, y es prácticamente una transliteración del vocablo hebreo Hai (o Ai). La Vulgata trae Ahi. En mi versión opto por dejar la forma utilizada por Rufino.

[2] Xyloy didimoy. Solo la LXX añade lo de “doble” (o mellizo). ¿Se trata un árbol que había crecido encima de otro?

[3] En hebreo Gai = Hai es: montón de ruinas.