OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (596)

Jesús levanta a Pedro que se hunde en el agua

Hacia 1455

Evangeliario

Xizan, Armenia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía V: El paso del Jordán (Jos 4,10 ss.). La circuncisión del pueblo (Jos 5,2 ss.)

Introducción

Las faltas cometidas después del bautismo son más graves que las realizadas profanando la Ley de Moisés (§ 6.3). Puesto que ahora somos templo de Dios, y nos hemos convertido en miembros de Cristo (§ 6.4).

Por ello debemos resistir al enemigo que procede del fondo de nuestro corazón. Ya que peca contra toda la Iglesia quien mancha su cuerpo, porque por uno solo la ignominia se difunde en todo el cuerpo (§ 6.5).

Otra forma del oprobio de Egipto son las prácticas de adivinación y de la astrología. Por ningún motivo debe olvidarse que el futuro será conforme a nuestra libre elección (§ 6.6).

En la conclusión, se recuerda que, purificados en el cuerpo y en el espíritu, estamos llamados a glorificar a Dios con sincero corazón, por medio de nuestras oraciones y nuestras acciones (§ 6.7).

Texto

Evitar el retorno a los antiguos oprobios

6.3. Esto es lo que en los evangelios quiere el Señor cuando afirma: “Te han sido perdonados tus pecados, pero no peques más, para que no te suceda algo peor” (Mc 2,5 y Jn 5,14). Puesto que, si después de la remisión de los pecados no pecas más, verdaderamente te ha sido quitado el oprobio de Egipto. Pero si vuelves e pecar, de nuevo retornan a ti los antiguos oprobios, tanto más que es un crimen mucho mayor “conculcar al Hijo de Dios y profanar la sangre de la alianza” (Hb 10,29), que violar la ley de Moisés. Porque mucho mayor es el oprobio de quien, después del Evangelio, se entrega a la fornicación, que el de que está puesto bajo la Ley, pues aquel “toma los miembros de Cristo haciéndolos miembros de una prostituta” (1 Co 6,15). Ves, por tanto, cuánto más graves y aumentados vuelven a ti los oprobios si eres negligente. Ya no se te acusará de impureza, sino que será una condena de impío sacrilegio, puesto que se te dice: “¿No saben que el cuerpo de ustedes es templo de Dios? Y si alguien viola el templo de Dios, Dios lo destruirá” (1 Co 6,19 y 3,17).

Templo de Dios y miembro de Cristo

6.4. Incluso si antes ignorabas eso, ahora, sin embargo, desde que a tus oídos se dicen estas palabras, y que se ha trasfundido en tu corazón esta doctrina, sabes, tú que me oyes, que ya has sido hecho templo de Dios y miembro de Cristo. Mira cuánto has adelantado desde el hombrecillo terreno: has progresado para ser, sin duda, templo de Dios, en el que debe habitar Dios, y (tú) que eras carne y sangre, has adelantado hasta ser miembro de Cristo.

Mantener limpio el templo de Dios

6.5. Pero, así como es grande tu progreso, así también es temible la relajación e irremediable la caída. Puesto que ya no te es lícito usar el templo de Dios sino para la santidad, sin volver a llamar los miembros de Cristo para un negocio indigno. Y por eso, si te llama el halago de una mala concupiscencia, recuerda estas cosas que ahora escuchas, oponte a aquel enemigo que procede de ti mismo, esto es de tu corazón (cf. Mt 15,19), y resístele con las siguientes palabras, dile: «No me pertenezco, porque “he sido comprado al precio de la sangre de Cristo” (1 Co 6,20; 1 P 1,19; cf. 1 Co 7,23), y he sido hecho miembro de Él, no es lícito para mí tomar el miembro de Cristo y hacerlo miembro de una meretriz (cf. 1 Co 6,15)». Dile: «Porque he sido hecho templo de Dios, no me es lícito introducir algo inmundo ni me está permitido violar el templo de Dios. Pero también aquello: “El que fornica peca en su propio cuerpo” (1 Co 6,18), no solo este cuerpo ha sido hecho templo de Dios, sino que también toda la Iglesia es cuerpo de Cristo (cf. Col 1,24)». Y peca contra toda la Iglesia el que mancha su cuerpo, pues se ve que por un solo miembro la mancha se difunde en todo el cuerpo.

El inútil deseo de conocer el futuro

6.6. Este es también el oprobio de Egipto, si te descuidas. Incluso después del paso del Jordán y después de la segunda circuncisión del bautismo, vuelven a la memoria, por la quemadura de las antiguas costumbres, el atender a los augurios, consultar el curso de las estrellas, para escudriñar los eventos de los tiempos futuros; vivir esclavos de los agüeros y de las demás supersticiones de ese género que nos enredan. Porque Egipto es la madre de la idolatría, de la cual es manifiesto que proceden los oprobios de esta clase. Los cuales, después de pasar el Jordán, si los acoges de nuevo, te enredan con sus trampas, y sin duda traes contigo los oprobios de Egipto. Pero si cuando tales curiosidades te interpelan y desde tu corazón irrumpe ese género de enemigos, diles: “Sigo a Jesús, el Jefe, en cuya potestad están las cosas futuras. ¿Para qué quiero conocer los acontecimientos futuros, cuando esas realidades futuras serán lo que ellas quieran ser?”.

Conclusión

6.7. Por eso, entonces, para que en nosotros se cumpliera verdaderamente la segunda circuncisión, por la cual abandonemos los antiguos oprobios de Egipto, debemos ser separados absolutamente de todas esas impurezas; para que, purificados en el cuerpo y en el corazón, levantemos también las manos puras hacia Dios (cf. 2 Tm 2,8); e igualmente con una boca pura, labios purificados y corazón sincero, glorifiquemos a Dios con nuestras oraciones y nuestras acciones, en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sea el poder y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11; Ap 5,13).