OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (595)

La multiplicación de los panes y los peces

1550

Liturgia de las Horas

Fracia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía V: El paso del Jordán (Jos 4,10 ss.). La circuncisión del pueblo (Jos 5,2 ss.)

Introducción

El pasaje de la Ley al Evangelio implica el ingreso en el misterio pascual de Cristo (§ 4).

La segunda circuncisión, que se menciona en el libro de Josué, es humanamente imposible. Pero sí es factible espiritualmente hablando, y la recibimos de Cristo, que es la roca espiritual. Ella nos permite dejar a un lado las apetencias de la carne (§ 5).

¿A qué oprobio se refiere le texto de Josué (5,9)? Se trata del oprobio de Egipto, “madre de la idolatría”, el oprobio de los pecados. Pero gracias a la venida de Cristo se nos ha dado una segunda circuncisión, el bautismo de la regeneración. Y así hemos sido liberados del oprobio de Egipto (§ 6.2).

Texto

El paso de la Ley al Evangelio

4. “Y temieron, dice (la Escritura), a Jesús, como habían temido a Moisés” (Jos 4,14 LXX). Todo el que está bajo la Ley teme a Moisés; pero cuando pasa de la Ley al Evangelio, cambiada la observancia se cambia también el temor, como dice asimismo el Apóstol: “Yo por la Ley he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios; cuando estoy crucificado con Cristo, vivo, pero no ya yo, sino que Cristo vive en mí” (Ga 2,19-20).

La segunda circuncisión

5.1. Después de esto el hijo de Navé recibe la orden de “hacer cuchillos de piedra y sentarse para circuncidar a los hijos de Israel por segunda vez” (Jos 5,2). 

Yo quisiera en este lugar preguntar a los judíos cómo se puede (recibir) por segunda vez una circuncisión carnal. Porque quien se circuncidó una vez no tiene posibilidad de serlo una segunda vez. Pero para nosotros, a quienes se nos dice que la Ley es espiritual (cf. Rm 7,14), mira cómo estas dificultades se resuelven dignamente. Nosotros decimos, en efecto, que aquel que ha sido instruido en la Ley y enseñado por Moisés, ha desechado los errores de la idolatría y ha abandonado la superstición y el culto de los ídolos. Esta es la primera circuncisión, la de la Ley. Pero si de la Ley y los profetas se pasa a la fe evangélica, entonces se recibe también la segunda circuncisión, por medio de la piedra, que es Cristo (cf. 1 Co 10,4), y se cumple lo que el Señor le dice a Jesús: “Hoy he quitado de los hijos de Israel el oprobio de Egipto” (Jos 5,9).

Circuncidados con una piedra espiritual

5.2. Como dice el Apóstol: “Bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo” (1 Co 10,4), así también nosotros en este lugar podemos adecuadamente decir: fueron circuncidados con una piedra espiritual, y la piedra era Cristo. Porque si no se es purificado por la segunda circuncisión, la del Evangelio, no es posible despojarse del oprobio de Egipto, esto es, de los atractivos de los vicios corporales.

El oprobio de los pecados

6.1. Veamos, sin embargo, cuál sea el sentido de esto que se nos dice: “Hoy ha sido quitado el oprobio de los hijos de Israel” (Jos 5,9).

6.2. Todos los hombres, incluso los que vienen de la Ley, aunque hayan sido instruidos por Moisés, llevan sin embargo el oprobio de Egipto en sí mismos, el oprobio de los pecados. ¿Quién será semejante a Pablo, incluso en la observancia de la Ley? Oye lo que él mismo dice: “En cuanto a la justicia de la Ley, irreprochable” (Flp 3,6). Con todo, declara y afirma: “Porque también fuimos, en otro tiempo, insensatos, incrédulos, descarriados, esclavos de diversos deseos y voluptuosidades, (viviendo) en la malicia y la envidia, aborrecibles, odiándonos unos a otros” (Tt 3,3). ¿No te parece que estos oprobios son los oprobios de Egipto? Pero cuando vino Cristo y nos dio la segunda circuncisión por el bautismo de regeneración (cf. Tt 3,5), y purificó nuestras almas, dejamos todas esas cosas y en vez de ellas asumimos el compromiso de una buena conciencia en Dios. Entonces, por la segunda circuncisión nos han sido quitados los oprobios de Egipto y purificados los vicios de los pecados. Nadie, por tanto, si se ha convertido íntegramente, si se ha arrepentido de (todo) corazón, si fielmente ha bajado al río Jordán[1], si ha sido purificado, gracias al Evangelio, por una segunda circuncisión, (nadie) tema los oprobios de las faltas pretéritas. Porque oyes: “Hoy he quitado de ti el oprobio de Egipto” (cf. Jos 5,9).



[1] Digressus, participio de digredior: poner pie en tierra, o mejor aún: bajar, lo cual hace clara alusión al descenso a la piscina bautismal, en el momento culminante de la recepción del sacramento.