OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (594)

Parábola del tesoro escondido en el campo

1795

Biblia

Bolton, Inglaterra

Homilía V: El paso del Jordán (Jos 4,10 ss.). La circuncisión del pueblo (Jos 5,2 ss.)

Introducción

En el segundo párrafo de esta homilía se da inicio a la lectura espiritual de Jos 4,13: el hecho de estar ceñidos para la lucha, siguiendo la enseñanza del Apóstol, significa que debemos estar siempre armados con la verdad. Se trata de estar eyzonos, expeditos, prontos para caminar, para el combate (§ 2.1). Y ello continuamente en presencia del Señor (Jos 4,13b). Porque estamos verdaderamente dispuestos cuando Dios ve la verdad de nuestro corazón, ya que al pasar el Jordán -después del bautismo- empiezan las luchas (§ 2.2). ¿Cuáles son estos combates post bautismales? Son los que están en nosotros, en nuestro interior (§ 2.3). 

La exaltación de Josué es presentada como figura de la de Jesucristo; con el agregado de que en el bautismo nos es revelada la excelsa divinidad del Señor Jesús (§ 3).

Texto

El cinturón de la verdad

2.1. ¿No te parece que se designa algo semejante cuando se dice: “Cuarenta mil hombres dispuestos -o expeditos- para el combate pasaron ante el rostro del Señor” (Jos 4,13), para tomar por asalto la ciudad de Jericó? Busquemos quiénes son estos, a los que la Escritura llama dispuestos o expeditos. Yo mismo no me atrevo a anticipar ni afirmar nada; en estos temas más bien dejémonos enseñar por las cartas del Apóstol. ¿Quiénes son estos dispuestos? Pablo nos lo va a enseñar. Oye lo que él mismo dice: “Por tanto, que sus riñones estén ceñidos con la verdad” (Ef 6,14). Ves, por consiguiente, que Pablo conoce a estos (hombres) ceñidos, (son) los que están ceñidos con el cíngulo de la verdad. Así también, la verdad debe ser nuestro cíngulo, si servimos al misterio de esa milicia y de (ese) cíngulo. Puesto que si la verdad es nuestro cíngulo, que ceñimos en la milicia de Cristo, cuando hablamos lo falso y la mentira procede de nuestra boca, nos desceñimos de la milicia de Cristo y desatamos el cinturón de la verdad. Por tanto, estamos ceñidos si vivimos en la verdad, en cambio, desceñidos, si vivimos en la falsedad. Pero nosotros imitemos más bien a esos cuarenta mil hombres ceñidos para el combate en presencia de Dios, y siempre estemos ceñidos en la verdad.

Servir al Señor con sinceridad

2.2. Pero no pasemos por alto negligentemente aquello que agrega la Escritura: “Ceñidos en presencia del Señor” (Jos 4,13). Porque no basta con conservar la verdad en apariencia delante de los hombres; es posible engañar a los hombres y parecer veraz, pero no se está ceñido con la verdad si no se sirve a la verdad en presencia del Señor; esto es, no solo aquella (verdad) que los hombres oyen por la voz, sino también la que Dios observa en (nuestro) corazón. Que no haya nada falso en (nuestra) lengua, nada falaz en el corazón, según dice el profeta sobre los “que hablan de paz con su prójimo, pero tienen maldades en sus corazones” (Sal 27 [28],3). Por tanto, sin todas estas (actitudes) debe estar quien quiere proceder ceñido en presencia del Señor para atacar Jericó; puesto que atravesando el río Jordán pasamos hacia las guerras y los combates.

Nuestro combate es interior, dentro nuestro está la guerra

2.3. ¿Es necesario dar a conocer de nuevo qué guerras, qué combates nos esperan después del bautismo? Apréndelo nuevamente no de mí sino del apóstol Pablo, él mismo te enseña diciendo: “Porque nuestro combate no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malvados (que están) en las regiones celestiales” (Ef 6,12). Las cosas que han sido escritas son formas y figuras. Puesto que así lo dice el Apóstol: “Todas estas realidades les sucedían en figura, y fueron escritas para nosotros, que hemos llegado al fin de los tiempos” (1 Co 10,11). En consecuencia, si han sido escritas para nosotros, ¿por qué no procedes? Partamos para el combate, a fin de tomar por las armas la primera ciudad de este mundo, la maldad, y destruyamos las soberbias murallas del pecado. Tal vez mirarás en torno, ¿qué camino hay que tomar, qué campo de batalla elegir? Acaso halles novedosas para ti mis palabras, sin embargo, son verdaderas: nada busques fuera de ti mismo. Dentro tuyo está la guerra que vas a librar; en tu interior está aquel edificio de la maldad que hay que socavar; tu enemigo procede de tu corazón[1]. No es mía esta voz, sino que es de Cristo; oye, en efecto, lo que él mismo dice: “Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt 15,19). ¿Ves cuántos y cuáles (son) los ejércitos de tus enemigos que avanza contra ti desde tu corazón? Estos que (vienen contra) nosotros hay que masacrarlos en primer término, abatirlos en la primera contienda. Si podemos socavar sus murallas y matarlos a filo de espada, para que así no quede ninguno de ellos (cf. Jos 11,14), que lo cuente o que respire; si ya ninguno de entre ellos en modo alguno (puede) aparecer redivivo en nuestros pensamientos, entonces por Jesús se nos dará aquella paz, para que: “Cada uno descanse bajo su viña y bajo su higuera, cuando ya no haya quien atemorice a los hijos de Israel” (cf. Mi 4,4).

La grandeza y la divinidad de Jesucristo

3. Realmente pasaron el Jordán “cuarenta mil hombres armados, ceñidos para la guerra en presencia de Dios” (Jos 4,13), y entonces, dice la Escritura que “en aquel día el Señor exaltó a Josué ante todo el pueblo de los hijos de Israel” (Jos 4,14). Sin duda, fue exaltado el hijo de Navé, jefe de aquel pueblo (antiguo), para manifestar su grandeza entre los que dirigía; en cambio, nuestro verdadero Jesús, Señor mío, jefe y guía de este pueblo (nuevo), veamos cómo es exaltado en presencia de todo el pueblo de los hijos de Israel. Porque yo considero que ante su Padre siempre es exaltado y excelso. Pero es necesario que Dios lo exalte ante nuestra mirada. Y es exaltado ante mi vista cuando se me abren la sublimidad y la grandeza de su divinidad. ¿Pero cuándo me es revelada su excelsa divinidad? Ciertamente cuando paso el Jordán y me armo para los futuros combates con los variados auxilios de los sacramentos.



[1] CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, ¿Qué rico se salvará? 25,4-6: “La persecución más difícil de soportar es la que viene de dentro, movida contra cada uno por su propia alma, maltratada por deseos impíos y placeres varios, por falsas esperanzas y sueños vacíos, cuando, al tratar de poseer siempre más y furiosa por amores salvajes e inflamada como por aguijones o tábanos adheridos a ella, [el alma] se ensangrienta de pasiones por un loco celo, desesperación de la vida y desprecio de Dios. Ésta es la persecución más pesada y difícil, puesto que parte de dentro, siempre presente, y el perseguido no puede huir, puesto que lleva consigo (o: está en él) al enemigo por todas partes. Lo mismo que el fuego que se lanza desde fuera produce una prueba, el de dentro produce la muerte. También una guerra que es externa cesa pronto, pero la [originada] en el alma dura hasta la muerte”. Cf. SCh 71, p. 167, nota 1.