OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (593)

Parábola del trigo y la cizaña

1627

Biblia

Frankfurt, Alemania

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía V: El paso del Jordán (Jos 4,10 ss.). La circuncisión del pueblo (Jos 5,2 ss.)

Sobre las dos tribus y media que atravesaron el Jordán; y sobre Jesús, cómo el Señor lo exaltó delante de los hijos de Israel; y cómo circuncidó al pueblo.

Introducción

Se compara el paso del Jordán con el del Mar Rojo, de modo que los acontecimientos del Jordán también son figura del bautismo (§ 1.1). 

Apresurarse a pasar significa no actuar con molicie o negligencia, moverse con vigor, apurarnos para atravesar todas las realidades de la vida presente (§ 1.2).

Y atravesar esas realidades se realiza cumpliendo lo que nos manda el Señor. En primer término, las exigencias de las bienaventuranzas, la nueva Ley, para así abrazar la humildad de Cristo y llegar a la felicidad que Él nos promete (§ 1.3).

Sin embargo, no podemos conformarnos con cumplir un único mandato, una sola bienaventuranza, hay que practicarlas todas. Y luego es necesario conservar las virtudes adquiridas (§ 1.4).

Texto

El bautismo del Jordán

1.1. Sobre los que atravesaron el Mar Rojo el Apóstol dice: “Todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y en el mar” (1 Co 10,2). Pero sobre los que atravesaron el Jordán también podemos pronunciarnos de modo semejante, porque todos fueron bautizados en Jesús en el Jordán, de modo que las gestas que se refieren al Jordán son figura del misterio que se celebra en el bautismo.

Actuar con presteza

1.2. En aquello que está escrito: “El pueblo se apresuró a pasar el Jordán. Y sucedió que, cuando todo el pueblo lo atravesó, pasó también el arca de la Alianza del Señor” (Jos 4,10-11), no me parece una ociosa adición del Espíritu Santo que se diga que el pueblo se apresuró a pasar. Puesto que yo considero que nosotros, que venimos al bautismo salvador y recibimos los misterios de la palabra de Dios, no debemos actuar ociosa ni perezosamente, sino apresurarnos y movernos con fuerza hasta que hayamos atravesado todas las cosas[1].

Apresurarse hacia la felicidad verdadera

1.3. Atravesar todas las cosas, en efecto, es cumplir todos lo que se nos manda. Apresurémonos, entonces, a pasar, es decir, a cumplir primero lo que está escrito: “Bienaventurados los pobres de espíritu” (Mt 5,3), para que, depuesta toda arrogancia y abrazada la humildad de Cristo, merezcamos llegar a la felicidad prometida.

Avanzar y cuidar lo conseguido 

1.4. Pero cuando hayamos cumplido ese precepto, no debemos detenernos ni cejar, sino pasar también a todos los (mandatos) que siguen, para que tengamos “hambre y sed de justicia” (Mt 5,6). Debemos pasar asimismo a lo que sigue, de modo que lloremos en este mundo (cf. Mt 5,5); y en seguida pasar también a los restantes, para hacernos mansos y permanecer pacíficos (cf. Mt 5,4. 9), y así poder escuchar como hijos de Dios (cf. Mt 5,9). Apresurarnos para lograr franquear, por la virtud de la paciencia, el peso de las persecuciones. Y en esta búsqueda de cada una de las (perfecciones) que atañen a la gloria de la virtud, no perezosa ni remisamente, sino con toda diligencia y celeridad, me parece que consiste atravesar con prisa el Jordán. Pero cuando hayamos atravesado, y podamos obtener lo que debemos conseguir, de nuevo debemos cuidarnos con diligencia y cautela, no sea que de improviso por exceso de negligencia en nuestro andar caigamos en una trampa, como también dice el profeta: “Por poco resbalaron mis pasos” (Sal 72 [73],2). No seamos remisos en la solicitud por conservar las virtudes que deben ser adquiridas.



[1] Orígenes subraya este movimiento eterno de la criatura hacia Dios; búsqueda perpetua que progresa siempre, al menos aquí abajo, que jamás termina (SCh 71, pp. 160-161, nota 1).