OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (589)

Jesucristo enseñando a sus discípulos

Hacia 1290-1295

París

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía III: Las medias tribus (Jos 1,13 ss.). La casa de Rahab (Jos 2,1 ss.)

Introducción

En este párrafo y el siguiente (§ 4.2-3) asistimos a una breve digresión-ampliación de Orígenes, que aborda el tema de las meretrices o cortesanas en algunos textos bíblicos. Así prepara el terreno para tratar a continuación la interpretación que se debe dar a la acogida que ofrece Rahab a los exploradores enviados por Jesús.

Al recibir a los exploradores de Jesús, Rahab deviene profeta, movida por el Espíritu Santo. Ella se dilata y progresa (§ 4.4).

El § 4.5, como lo señalaba A. Jaubert (+ 1980), puede parecer una nueva digresión, pero en realidad se trata del desarrollo de un tema muy querido por Orígenes: “el carácter medicinal del castigo enviado por Dios y la severidad pedagógica de las amenazas divinas”; lo cual tiene una relación profunda con el contexto: “Dios se sirve de unos para salvar a otros; idea frecuentemente expresada por Orígenes… Aquí la salvación procede de Jafet, y Jafet es figura de la Iglesia, como ya en Ireneo (Demostración de la predicación apostólica, 21). La digresión es, por ende, solo aparente y nos conduce a la misma idea expresada fuertemente más adelante por Orígenes: la salvación por la Iglesia” (SCh 71, pp. 140-141, nota 2).

Lo recién expresado se confirma cuando en la afirmación sobre la enorme bondad del Señor. Que a menudo aparece velada, para que no sea mal comprendida por los malos e ingratos servidores (§ 4.6).

Texto

Paréntesis en el tratamiento del texto de Josué. Las dos meretrices que se presentaron ante Salomón

4.2. Me acuerdo que cierto día, tratando en una iglesia sobre las dos meretrices[1], de las cuales está escrito en el tercer libro de los Reyes que se presentaron a juicio ante Salomón, una de las cuales tenía un hijo vivo, la otra uno muerto (cf. 1 R 3,16 ss.), examinando diligentemente (el pasaje), dije que la primera meretriz era aquella a quien este Salomón, no aquel, sino éste que vino a hacer la paz entre todas las cosas, las que están en el cielo y las que están en la tierra (cf. Col 1,20), mandó entregar el niño vivo; pero la otra, la que tenía el hijo muerto, o bien era la sinagoga del primer pueblo, o bien los que cayeron en la herejía.

La meretriz que Oseas tomó por esposa

4.3. Hay asimismo otra meretriz, la que el profeta Oseas recibió la orden de tomar por mujer (cf. Os 1,2), figura sin duda de la que es congregada de entre las naciones. 

Rahab deviene de meretriz, profeta

4.4. Así, por tanto, se debe interpretar a esa meretriz que acogió a los exploradores de Jesús; pero cuando los recibió, los colocó en los lugares superiores y los estableció en las alturas de los misterios de la fe. Porque ninguno que es enviado por Jesús se encuentra debajo y yaciendo en la tierra, sino que permanece en los lugares superiores; y no solamente él permanece en los lugares superiores y excelsos, sino que también esta meretriz, que los recibió, ahora de meretriz pasa a ser profeta, puesto que dice: “Sé que el Señor su Dios les ha entregado esta tierra” (cf. Jos 2,9). Ves cómo aquella que era una meretriz, impía e impura ahora ya está llena del Espíritu Santo; y confiesa sobre el pasado, cree en el presente, profetiza y preanuncia el futuro. Así, por consiguiente, Rahab, que significa amplitud, se dilata y progresa hasta que su voz alcanza los confines de la tierra (cf. Sal 18 [19],5; Rm 10,18).

Recibimos la salvación por y en la Iglesia

4.5. Pero también Jafet[2] se debe interpretar de modo similar como dilatación, ya que en sí mismo llevaba la figura de ese pueblo que es salvado de entre las naciones (cf. Is 45,20; Rm 9,24); y el joven Canáan es sometido como esclavo por su padre a Jafet y a su hermano Sem (cf. Gn 9,18-25), este prefigura a los que son salvador entre los circuncisos. En lo cual hay que admirar la benignidad y la providencia de Dios, que queriendo ofrecer un remedio al pecador Canáan y darle la salvación, le hizo servidor de sus hermanos, como asimismo Esaú fue hecho servidor de su hermano Jacob (cf. Gn 25,23; 27,37), no para que pereciera, sino para que, obedeciendo a mejores (que él) alcanzara la salvación.

La enorme bondad del Señor

4.6. Porque es una gran ventaja para los ímprobos y los pecadores, que no se saben regir a sí mismos, que no sean librados a sí mismos, sino hacerse servidores de los santos y que estén sometidos a aquellos mejores (que ellos), para que no se rijan por su errado entendimiento, sino por el bueno de los santos. Ven qué grande es la benignidad del Señor, que la esconde y oculta a los oídos del vulgo, y la vela con palabras ásperas[3], no sea que el servidor malo e ingrato desprecie la bondad de su Señor cuando comprenda su exceso (cf. Rm 2,4).



[1] Este texto que menciona Orígenes se ha perdido (cf. SCh 71, p. 138, nota 1).

[2] Iaphet en el texto latino.

[3] Las maldiciones de Noé sobre Canáan (cf. Gn 9,25-27; SCh 71, p. 141, nota 3).