OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (587)

La Santísima Trinidad

Hacia 1460-1470

Ferrara, Italia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía III: Las medias tribus (Jos 1,13 ss.). La casa de Rahab (Jos 2,1 ss.)

Introducción

Moisés anunció a Cristo en sus escritos. a) El Antiguo Testamento preparó la Nueva Alianza (§ 2.1). b) El simbolismo de las tribus “incompletas o no íntegras”, por ser dos y media, y nueve y media tribus, señala que los judíos solo parcialmente conocieron la acción salvífica de la Trinidad; ya que les faltó la fe en la encarnación de Unigénito (§ 2.2). 

El misterio de la Trinidad no había llegado a su plenitud en el pueblo judío, ya que no creyeron en la encarnación y exaltación del Señor Jesús (§ 2.3).

Pero tampoco los cristianos podemos quedarnos solo con la encarnación y el misterio pascual de Cristo, ya que es la venida del Espíritu Santo la que nos conduce al conocimiento pleno y perfecto (§ 2.4). 

El altar construido por las dos y media tribus de Transjordania, hecho “histórico” narrado en el libro de Josué, es tipo y figura del primer pueblo, que no pudo alcanzar el conocimiento íntegro de la Trinidad (§ 2.5).

Texto

Moisés y nuestro Señor Jesucristo 

2.1. Veamos, por tanto, qué dicen a Jesús estos que vienen de aquella tierra que distribuyó Moisés: “Como escuchamos, dicen, a Moisés, así te escucharemos a ti” (Jos 1,17). Nada tan verdadero: todo el que escucha a Moisés, también escucha a Jesús Señor nuestro. Porque sobre Jesús escribió Moisés. Por donde asimismo el Señor en el Evangelio argumenta con aquellos que no creían en Él, que tampoco creían en Moisés, y dice: “Si creyeran en Moisés, también creerían en mí; porque él escribió sobre mí” (Jn 5,46).

El carácter no íntegro de las tribus

2.2. Me parece, sin embargo, que nada (tiene) de superfluo el hecho de que no sean tres tribus íntegras las dispensadas por Moisés, ni nueve tribus íntegras aquellas que tomaron posesión de la heredad por medio de Jesús, sino dos tribus y media, y nueva tribus y media (cf. Jos 14,2 ss.), y esa tribu dividida en dos partes, impide que el número tres esté íntegro, y que el número diez se complete perfecta e íntegramente. Pienso que esto indica que los primeros, que se conducían según la Ley, alcanzaron un cierto conocimiento de la Trinidad, pero no íntegra y perfectamente, sino en parte (cf. 1 Co 13,9). Porque les faltaba conocer también en la Trinidad la encarnación del Unigénito. Si creyeron en su venida y en el resto de sus dispensaciones no solo hubieran creído, sino que incluso lo hubieran anunciado, sin embargo, no pudieron ver ni reconocer al objeto de su fe; como también lo dice el Señor a sus discípulos: “Muchos profetas y justos quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron” (Mt 13,17). Porque la fe de ellos no era íntegra, puesto que la dispensación[1] de la encarnación todavía no se había realizado en Cristo. Y lo que ahora nosotros creemos realizado y cumplido, ellos solamente lo creen como futuro.

El misterio de la Trinidad no había llegado a su plenitud en el pueblo judío 

2.3. Por eso, en consecuencia, esas tribus ni son dos, ni los padres están fuera de la fe trinitaria y la salvación, ni son tres íntegras y perfectas, para que no se piense que el misterio de la bienaventurada Trinidad ya había llegado a su plenitud en ellos. Pero ciertamente tocaron el número tres, como dice el Señor: “Quisieron ver lo que vemos, y oír lo que oímos” (Mt 13,17), pero de ningún modo pudieron, porque el Hijo del Hombre todavía no había sido exaltado (cf. Jn 3,14) ni había llegado la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4,4).

También a los cristianos nos falta llegar a la plenitud del conocimiento en la fe, que solo es posible merced a la acción del Espíritu Santo

2.4. Aquí también me veo (impulsado) a ir más lejos. Yo pienso que, tal vez, la venida de Jesús y su encarnación no nos den todavía un conocimiento perfecto y completo; pero ni siquiera su crucifixión -consumación total- y su resurrección de los muertos nos darán una perfecta revelación. Otro todavía nos falta para abrirnos y revelarnos la totalidad. Escucha al Señor mismo diciendo en los Evangelios: “Todavía tengo muchas cosas para decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Pero vendrá el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, y recibirá de lo que es mío; y Él les enseñará todas las cosas” (Jn 16,12-14). Ves, en efecto, que el número tres no solo se muestra incompleto en Moisés, sino que también Jesús todavía dice a sus discípulos: Ustedes no pueden comprender si no viene el Paráclito, el Espíritu de la verdad, porque por Él y en Él se consuma la perfección de la Trinidad. Puesto que asimismo estas nueve y media tribus, que son conducidas por Jesús, y no son íntegramente (el número) diez -que (es) el número por el cual se expresa la consumación y perfección de todas las cosas-, qué razón encontrarle, sino sin duda la que le da el Señor Jesús al decir: lo reservado al Espíritu Santo (todavía) se ve de manera incompleta e intermedia. Porque por el Señor se predica la penitencia y la conversión; y Él da todos los creyentes la remisión de los pecados, y se cumplen todas las cosas que se ve que tienden hacia la perfección del número diez; sin embargo, la perfección y consumación de todos los bienes consiste en que, después de todo eso, se merezca recibir la gracia del Espíritu Santo. Por lo demás, se debe pensar que nada perfecto hay en aquel que carece del Espíritu Santo, por quien se consuma el misterio de la bienaventurada Trinidad.

El altar no verdadero

2.5. ¿Quieres que todavía te pruebe más evidentemente que el primer pueblo, el prefigurado por Moisés en las dos y media tribus, no alcanzó todas las realidades íntegras y perfectas? Lo declara también aquella historia que está escrita en este mismo libro de Jesús Navé, cuando dice que ciertamente había un verdadero altar en esa tierra que Jesús distribuía (cf. Jos 9,2a LXX [8,30]); sin embargo, los que estaban más allá del Jordán, esto es Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, se hicieron un altar (cf. Jos 22,10 ss.), pero no un altar verdadero, sino uno que tenía el tipo y la figura del verdadero altar, que era el de Jesús. No te asombres, entonces, si no recibieron el conocimiento íntegro de la Trinidad aquellos que no habían construido un altar perfecto y verdadero.



[1] O: economía (dispensatio).