OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (585)

La Ascensión de Cristo

Siglo IX

Salterio

Reims, Francia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía II: Significado de la muerte de Moisés (Jos 1,2 ss.)

Introducción

Debemos pasar de la letra de la Ley al espíritu, al tipo, que nos introduce en la visión de Dios, haciéndonos coherederos de Cristo (§ 3).

El segundo pueblo es el Antilíbano, es decir, la Iglesia del Dios viviente. Ella está formada por las naciones que han sido congregadas por Jesucristo (§ 4).

Texto

Subir de la letra de la Ley a una comprensión más alta de las Sagradas Escrituras

3.1. “Todo lugar, dice (la Escritura) al que suban[1] con la planta de sus pies, yo se los daré” (Jos 1,3). ¿Cuáles son esos lugares a los que ascendemos con la planta de nuestros pies? La letra de la Ley está puesta sobre la tierra y yace abajo. Por tanto, nunca asciende quien sigue la letra de Ley. Pero si puedes ascender de la letra al espíritu, y subir de la historia a una comprensión más alta, entonces verdaderamente habrás ascendido al lugar alto y excelso, que Dios te dará en herencia. Porque si en esas palabras, que están escritas[2], comprendes tipos, adviertes las formas de las realidades celestiales, y con el espíritu y la inteligencia buscas las realidades que son de lo alto, “donde Cristo está sentado a la derecha de Dios” (Col 3,1), entonces también recibirás aquel lugar en herencia, según lo que dice nuestro Señor y Salvador: “Donde yo esté, allí también estará mi servidor” (Jn 12,26).

Somos coherederos de Cristo

3.2. Por tanto, si has llegado hasta Cristo, que está sentado a la derecha de Dios, por la fe, la vida, la pureza, la virtud y con aquellas huellas de tus pies, que lava Jesús (cf. Jn 13,5), entras en aquel lugar que Dios te dará; entonces no solo serás heredero de Dios, sino también coheredero de Cristo (cf. Rm 8,17).

Las soledades 

4.1. “Como dije, afirma (la Escritura), a Moisés, (te daré) el desierto y este Antilíbano hasta el gran río, el río Éufrates” (cf. Jos 1,3-4). [Dios[3]] ha sometido a Jesús el desierto, es decir, las soledades[4]. ¿Qué soledades? (Aquellas) sobre las que el profeta dice: “Alégrese el desierto sediento” (Is 35,1), y: “Muchos son los hijos de la abandonada, más que los de aquella que tiene marido” (Is 54,1; Ga 4,27).

Y de nuevo, no dice Líbano, sino Antilíbano, que Jesús recibió de Dios. Pero se dice Antilíbano como si dijera: Líbano.

El segundo pueblo es el Antilíbano

4.2. Por tanto, si consideras al primer pueblo, aquel según la carne, Israel, que era el verdadero olivo (cf. Rm 11,24), comprendes que ese mismo pueblo era el verdadero Líbano; pero cuando ves que por su incredulidad le fue quitado el reino y se dio a un pueblo que rindiera fruto (cf. Mt 21,43), viendo al (primer) pueblo expulsado por aquel que fue introducido en el reino, entiendes que el segundo pueblo es el Antilíbano, que es la Iglesia del Dios viviente (cf. 1 Tm 3,15), congregada de entre las naciones (cf. Rm 9,24) por Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 5,11).



[1] En el texto latino: adscenderitis; que parece ser una versión propia de Rufino del griego epibaino. Pero posiblemente basada en la interpretación de Orígenes mismo.

[2] Es decir, la Sagrada Escritura.

[3] PROCOPIO DE GAZA, Comentario sobre Josué, PG 87,993BC; cf. SCh 71, p. 123, nota 1.

[4] O: los desiertos (deserta).