OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (584)

La Paloma, símbolo del Espíritu Santo

Hacia 1385-1390

Misal

Milán, Italia

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía II: Significado de la muerte de Moisés (Jos 1,2 ss.)

Introducción

El tema principal de esta predicación es muy claro: la muerte de Moisés da paso al reinado de Jesús. Es la Nueva Alianza. Moisés ha muerto, Jesucristo, Hijo de Dios, tiene ahora el principado (§ 1).

El Hijo de Dios se encarnó, nacido de mujer, bajo la Ley. Él nos dio en heredad la tierra espiritual, la de las bienaventuranzas (§ 2). 

Texto

Sobre lo que está escrito: “Moisés, mi servidor, ha muerto” (Jos 1,2)

1.1. Debemos comentar también la muerte de Moisés; porque si no comprendemos cómo murió Moisés, no podremos entender cómo reina Jesús.

Por tanto, si consideras a Jerusalén destruida, el altar abandonado, en ningún lugar sacrificio ni víctimas, ni libaciones, no más sacerdotes, ni pontífices, ni los servicios litúrgicos de los levitas: cuando ves cesar todo esto, dices que “Moisés, el servidor de Dios, ha muerto” (Jos 1,2). 

Si no ves venir a nadie tres veces al año ante la presencia del Señor (cf. Ex 23,17), ni ofrecer dones en el templo, ni degollar la pascua (cf. Ex 12,11), ni comer los ázimos (cf. Ex 12,8), ni ofrecer las primicias, ni consagrar a los primogénitos (cf. Ex 22,28-29; Dt 15,19), cuando no ves celebrar todo esto, dices que “Moisés, el servidor de Dios, ha muerto”.

Jesús el Hijo de Dios nos ha regalado una vida nueva

1.2. Pero cuando ves a las naciones entrar en la fe, iglesias edificadas, altares no asperjados con sangre de animales, sino la preciosa sangre de Cristo (cf. 1 P 1,19); cuando ves a los sacerdotes y a los levitas no administrar la sangre de toros y chivos (cf. Hb 9,13), sino la palabra de Dios por la gracia del Espíritu Santo, entonces dices que Jesús ha tomado el lugar de Moisés y ha obtenido el principado, no aquel Jesús hijo de Navé, sino Jesús el Hijo de Dios. Cuando ves que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado (cf. 1 Co 5,7), y que nosotros comemos los ázimos de la sinceridad y de la verdad (cf. 1 Co 5,8); cuando ves los frutos de la buena tierra (multiplicarse) en la Iglesia, treinta, sesenta y ciento por uno (cf. Mt 13,8. 23), (es decir), las viudas, las vírgenes y los mártires; cuando ves multiplicarse la descendencia de Israel, de los que no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad del hombre, ni de la voluntad de la carne, sino que han nacido de Dios mismo (cf. Jn 1,13); y cuando ves congregados en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos (cf. Jn 11,52); cuando ves al pueblo de Dios celebrar el sábado, no descansando según la costumbre común, sino descansando de las obras del ; pecado; cuando ves todo esto, dices que Moisés, el servidor de Dios, ha muerto y Jesús el Hijo de Dios posee el principado. 

Moisés vive en espíritu

1.3. En suma, en un pequeño libro, en el cual se describe en figura este misterio, aunque no pertenece al canon, se refiere que se veían dos Moisés: uno vivo en espíritu y el otro muerto en el cuerpo. Esto es sin duda lo que se delinea aquí, porque si tú consideras la letra de la Ley, inane y vacía de todas esas realidades que más arriba enumeramos, ése es Moisés muerto en el cuerpo. En cambio, si puedes quitar el velo de la Ley (cf. 2 Co 3,16) y comprender que la Ley es espiritual (cf. Rm 7,14), éste es el Moisés que vive en espíritu.

Nacido bajo la Ley

2.1. «Y el Señor dijo, afirma (la Escritura), a Jesús, el hijo de Navé, servidor de Moisés: “Moisés, mi servidor, ha muerto. Ahora, por tanto, levántate, cruza el Jordán, tú y todo ese pueblo, para (entrar) en esa tierra que les doy”» (Jos 1,1-2).

2.2. Tal vez te preguntes cómo nuestro Señor Jesús, Hijo de Dios, puede haber sido también servidor de Moisés. Porque “cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley” (Ga 4,4). Por consiguiente, es por esto, porque nació bajo la Ley, que se hizo servidor de Moisés.

La tierra que Jesús nos da

2.3. Pero Dios le dijo que pasara a la tierra, no la que dio a Moisés, sino la que yo, dice (la Escritura), les doy. Ves, por tanto, que muerto Moisés da la tierra al pueblo por Jesús. ¿Qué tierra? Aquella sin duda sobre la cual dice el Señor: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra en heredad” (Mt 5,5).