OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (572)

El sermón de la montaña

Hacia 1420

Francia (París?)

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XXVII (Nm 33,1-49)

Tercera etapa: pasar de las pequeñas cosas a las grandes 

9.3. “Salieron de Bután y acamparon a la entrada de Iroth” (Nm 33). Iroth significa aldea. Porque todavía no se llega a la ciudad, ni se tienen las cosas que son perfectas, sino que mientras tanto, en primer lugar, se consiguen cosas pequeñas. Es éste, en efecto, el progreso: llegar desde las cosas pequeñas a las grandes. Se llega, por tanto, a la boca, esto es, a la primera entrada de la aldea, que es indicio de un modo de vida y de una moderada[1] abstinencia; puesto que es peligrosa en los inicios la abstinencia grande y excesiva.

Pero este “Iroth está situado frente a Baalsefón y frente a Magdolum” (Nm 33,7). Baalsefón significa la subida de la atalaya o de la torre. Desde las cosas pequeñas se sube a las grandes, y todavía no se está colocado en la atalaya, sino frente a la atalaya, esto es a la vista de la atalaya. Porque comienza mirar desde la atalaya, a vislumbrar la esperanza futura y a contemplar la altura del progreso, y crece paulatinamente, mientras más se nutre de esperanza, de lo que se fatiga con los esfuerzos. Esta estación o etapa está frente a Magdolum, todavía no en el mismo Magdolum. Puesto que Magdolum significa magnificencia. El que tiene, por consiguiente, ante sus ojos la subida de la atalaya y la magnificencia de las cosas futuras, se apacienta y se nutre, como hemos dicho, de ingentes esperanzas; porque está en vías de progreso, no ya situada en la perfección.

Cuarta etapa: atravesar las olas

10.1. Después de esto, “salen de Iroth, pasaron por el medio del Mar Rojo, y acamparon junto a (las aguas) amargas” (Nm 33,8). Hemos dicho que el tiempo de progresos es tiempo de peligros. ¡Qué prueba tan molesta la de atravesar por el medio del mar, ver crecer amontonadas las olas, oír el ruido y el estrépito de las ondas enloquecidas! Pero si sigues a Moisés, esto es, la Ley de Dios, las aguas se harán para ti un muro a derecha e izquierda, y encontrarás un camino por lo seco en medio del mar (cf. Ex 14,22). Pero también puede suceder que aquel camino celestial que hemos dicho realiza el alma, tenga un trecho de agua y puede también acontecer que allí se encuentren olas; porque una parte de las aguas está sobre el cielo y otra parte bajo el cielo (cf. Gn 1,7), y nosotros por el momento soportamos las olas y las tempestades de las aguas que están bajo el cielo. ¡Dios vele para que aquéllas estén siempre quietas y tranquilas, y que no se levanten por ciertas rachas de viento[2]!

No temer, sino creer en el solo Dios verdadero

10.2. Pero nosotros mientras tanto, cuando lleguemos al paso del mar, aunque veamos que el Faraón y los egipcios nos siguen, no temblemos, no les tengamos miedo, nada de temor. Basta con que creamos en un solo Dios verdadero y en aquel a quien envió, su Hijo Jesucristo (cf. Jn 17,3). Y, si se dice que el pueblo creyó a Dios y a su siervo Moisés (cf. Ex 14,31), según esto también nosotros creemos a Moisés, esto es, a la Ley de Dios y a los Profetas. Sé constante, por tanto, y en breve verás a los egipcios yaciendo sobre la orilla del mar (cf. Ex 14,30). Y cuando los veas yacientes, tú levántate y entona cánticos al Señor, y alaba a aquel que sumergió caballo y montura en el Mar Rojo (cf. Ex 15,1).

Para llegar a la tierra prometida hay que pasar por las amarguras

10.3. “Acamparon, entonces, junto a (las aguas) amargas” (cf. Nm 33,8). Oyendo lo de las amarguras, no tengas miedo ni te aterres; “puesto que toda corrección en el presente no parece ser dulce, sino amarga; pero después se vuelve para los ejercitados por ella en fruto dulcísimo y agradabilísimo de justicia” (Hb 12,11), como enseña el Apóstol. Entonces también se les manda que sean consumidos los ácimos con hierbas amargas (cf. Ex 12,8): no es posible llegar a la Tierra de Promisión si no pasamos por las amarguras. Puesto que, del mismo modo que los médicos incluyen algunas hierbas amargas en los medicamentos, con las miras de salud y curación de los enfermos, así también el Médico de nuestras almas, por previsión de la salud, quiso que nosotros padeciéramos las amarguras de esta vida en diversas pruebas, sabiendo que la finalidad de esta amargura (es) que nuestra alma adquiera la dulzura de la salud; así, por el contrario, el fin de la dulzura que se halla en la voluptuosidad corporal, como enseña el ejemplo de aquel rico (cf. Lc 16,19 ss.)[3], desemboca en un final amargo, en el infierno de las penas. Tú, por consiguiente, que caminas por la senda de la virtud, no repares en acampar junto a (las aguas) amargas, puesto que también saldrás de allí, como los hijos de Israel.



[1] Mediocris: mediano, el medio entre lo grande y lo pequeño.

[2] El texto latino dice: nec aliquibus ventis flantibus excitantur (no se exciten con algunos soplos [o: impulsos] de los vientos.

[3] Cf. Hom. XXVI,3.2-4.