OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (569)

La Presentación del Señor

1131-1143

Salterio

Jerusalén

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XXVII (Nm 33,1-49)

“Salieron de la mano de Moisés y Aarón”

6.2. “Salieron, entonces, -dice (la Escritura)- los hijos de Israel con su ejército” (Nm 33,1). Estaba con ellos aquella fuerza que había dicho: “Bajaré contigo a Egipto” (cf. Gn 46,3-4); y, porque estaba con ellos esta fuerza, por eso dice el profeta: “Y no había en sus tribus enfermo alguno” (Sal 104 [105],37).

“Salieron, por tanto, de la mano de Moisés y Aarón” (Nm 33,1). Para salir de Egipto no basta con la mano de Moisés, se busca también la mano de Aarón. Moisés indica la ciencia de la Ley; Aarón, la pericia de sacrificar e inmolar a Dios. Es, por consiguiente, necesario que los que salgamos de Egipto no solo tengamos la ciencia de la ley y de la fe, sino también los frutos de las obras, por los cuales se agrada a Dios. Por ello se mencionan las manos de Moisés y de Aarón, para que por las manos entiendas las obras. De hecho, si, saliendo de Egipto y volviendo a Dios, rechazo la soberbia, habré sacrificado un toro al Señor por las manos de Aarón. Si elimino la petulancia y la lascivia, creeré haber matado un chivo para el Señor por las manos de Aarón. Si venzo la libidinosidad, un ternero; si la necedad, parecerá que he inmolado una oveja. Así, por tanto, cuando se purgan los vicios del alma, actúa en nosotros la mano de Aarón; y la mano de Moisés está con nosotros cuando, para entender todo esto, somos iluminados por la Ley. Y por eso la mano de cada uno de ellos es necesaria para los que salgan de Egipto, de modo que se encuentren en ellos no solo la perfección de la fe y de la ciencia, sino también la de las acciones y de las obras. Y, sin embargo, ambas no son dos manos, sino una sola. Porque de la mano de Moisés y de Aarón, los sacó el Señor, y no de las manos de Moisés y Aarón, puesto que una sola es la obra de cada mano, y uno solo es el acabamiento de la perfección.

“Estamos de camino”

7.1. “Y escribió -dice (la Escritura)- Moisés sus partidas y sus etapas por la palabra del Señor” (Nm 33,2). Escribió, por tanto, estas cosas por la palabra del Señor, para que, leyendo y viendo nosotros cuántas partidas y cuántas etapas nos esperan en el camino que conduce al Reino, nos preparemos para ese recorrido, y, considerando el camino que nos espera, no dejemos que desaparezca perezosa y negligentemente el tiempo de nuestra vida, no sea que, mientras nos entretenemos en las vanidades de este mundo y nos deleitamos en cada uno de los placeres de la vista, el oído o también el tacto y el olfato y el gusto, corran los días, pase el tiempo y no adelantemos todo el recorrido del camino que nos espera, que desfallezcamos en medio y nos suceda aquello que se dice de algunos, que no pudieron alcanzar la meta, sino que sus miembros cayeron en el desierto (cf. Hb 3,17). Estamos, por consiguiente, de camino, y para eso venimos a este mundo, para pasar de virtud en virtud (cf. Sal 83 [84],8), no para permanecer en la tierra por razón de las cosas terrenas, como aquel que decía: «Destruiré mis graneros y edificaré otros mayores, y diré a mi alma: “Alma mía, tienes muchos bienes almacenados para muchos años: come, bebe, alégrate”» (Lc 12,18-19); no sea que nos diga también el Señor, como a él: “Necio, esta noche te arrebatarán el alma” (Lc 12,20). No dijo en este día, sino en esta noche. Porque en la noche perece también éste, como los primogénitos de los egipcios (cf. Ex 12,29), como quien haya amado el mundo y sus tinieblas y haya tomado parte con los rectores de este mundo de tinieblas (cf. Ef 6,12). Ahora bien, se llama tinieblas y noche a este mundo por aquellos que viven en la ignorancia y no reciben la luz de la verdad. Los que son así, no salen de Rameses ni pasan a Sucot.

La festividad perfecta no es posible en esta vida presente

8.1. Sin embargo veamos primero cuándo salen los hijos de Israel “de Rameses. En el mes –dice (la Escritura)- primero, el día decimoquinto del mes” (Nm 33,3). Por mandato del Señor, el día decimocuarto del mes habían celebrado la Pascua en Egipto (cf. Ex 12,3), matando el cordero antes de que salieran, y tuvieron de algún modo el comienzo de la festividad cuando todavía estaban en Egipto. Al día siguiente, por consiguiente, que es el primer día de los ácimos, en el día decimoquinto del primer mes, salen de Rameses y llegan a Socoth, para celebrar allí el día de fiesta de los ácimos. ¿Quién es sabio, para que entienda estas cosas?; ¿quién es sensato, para conocerlas? (cf. Os 14,10). O más bien, ¿quién habrá que conozca estas cosas al menos en parte, como dice el Apóstol: “En parte conocemos y en parte profetizamos” (1 Co 13,9)? ¿Quién entiende cómo en parte celebramos los días de fiesta, de modo que nadie nos juzgue por razón de que celebremos en parte los días de fiesta, las neomenias o el sábado? Es así porque todo día de fiesta celebrado por los hombres en la tierra, responde en parte y no por entero ni de modo perfecto al título de festividad. Sin embargo, cuando salgas de este Egipto, entonces habrá para ti festividad perfecta, entonces procurarás de modo perfecto los ácimos de la sinceridad y la verdad (cf. 1 Co 5,8); entonces celebrarás en el desierto el día de Pentecostés, entonces recibirás el primer alimento celestial del maná y celebrarás cada una de las festividades de las cuales ya hemos hablado más arriba, según hemos podido[1].



[1] Cf. Hom. XXIII y XXIV.