OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (559)

Jesús crucificado entre los dos ladrones

Año 586

Evangeliario

Zagba, Siria

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XXVI (Nm 31—32)

Computo total de los hijos de Israel

1.1. Quien atienda diligentemente a la lectura, advertirá, a través de muchos lugares de los Libros Sagrados, que hay diferencias de progreso y de méritos en el pueblo de los fieles. Pero no deducimos menos de la presente lectura, donde está escrito: «Y se acercaron a Moisés todos los que habían sido constituidos jefes del ejército, según las tribus, tribunos y centuriones[1], y dijeron a Moisés: “Nosotros, tus siervos, hemos reunido la totalidad de nuestros hombres de guerra, sin que faltara acuerdo en ninguno de nosotros[2]; y presentamos al Señor en ofrenda lo que encontró cada hombre: un vaso de oro, un collar, una pulsera, un anillo, un brazalete derecho, una cadenilla, para hacer propiciación por nosotros ante el Señor”» (Nm 31,48-50).

Hablan, por tanto, con Moisés los jefes elegidos, que fueron constituidos para mandar el ejército y presentan ofrendas a Dios por los buenos resultados, diciendo: “Nosotros somos tus siervos, que hemos recogido la totalidad de los combatientes de los hijos de Israel”. Dicen la totalidad de los combatientes, aquellos doce mil hombres que fueron elegidos de entre todas las tribus de Israel para luchar contra los madianitas. En el pueblo de Dios hay, por consiguiente, muchos combatientes, pero hay también muchos no combatientes; y, a su vez, entre los combatientes, hay algunos que se denominan la élite de los guerreros, sin duda más eminentes que éstos que se dicen simplemente guerreros, como son más eminentes los guerreros que los no combatientes. Y todavía hay algunos más excelsos que éstos que han sido considerados la élite de los guerreros, o sea, los que han sido constituidos jefes sobre ellos y prefectos de cada millar de elegidos. Hay, entonces, mucha diversidad en el rango de los que se llaman combatientes.

La diversidad entre los no combatientes

1.2. Pero también entre los mismos no combatientes hay cierta diferencia, porque ni ellos mismos se llaman todos no combatientes por igual y en un solo rango. Puesto que algunos son tan inadecuados para el combate, que nunca podrán llegar a ser guerreros, como acontece con los de edad senil y con todo el sexo femenino, pero también con la condición de esclavos. Con todo, la infancia es no combatiente de una forma que puede alentar la esperanza de volverse alguna vez guerrera: o sea, cuando alcanzará el hombre perfecto, a la medida de la edad (cf. Ef 4,13), entonces no solamente se harán guerreros al salir de la infancia[3], sino que esperan llegar a la élite de los guerreros, y ser elegidos y contados entre los doce mil, o incluso ser preferidos a ellos y ser jefes de los elegidos.

El combate espiritual

2.1. Considera ahora el estado del siglo actual, y mira toda la realidad repleta de guerras y toda la vida humana muy acosada por luchas invisibles y ataques de los demonios, mientras que en el pueblo de Dios hay algunos tan robustos en la fe y armados de virtudes que entablan batalla cada día contra enemigos de este tipo, y siempre están equipados para la lucha, no solo en favor de ellos mismos, sino también de otros que, por sexo, por edad o por la condición de esclavos, no pueden combatir: los defienden frente a las asechanzas de los enemigos con la palabra de la doctrina, el ejemplo de la vida y la diligencia de las advertencias. Sin embargo, si no les falta la fe; porque, tanto para los combatientes como para los no combatientes, sin la fe es imposible ser salvados[4].

La élite de los combatientes

2.2. Sin embargo, entre los propios guerreros, a saber, aquellos que luchan para Dios, considera que algunos están tan preparados y expeditos, de modo que no se implican absolutamente en ningún negocio secular, para poder agradar a Aquel que los ha alistado (cf. 2 Tm 2,4), pero también para meditar en la ley del Señor día y noche (cf. Sal 1,2). Los que son de ese modo, son llamados la élite de los guerreros.

En fin, no se ha dicho del número común de los guerreros que ninguno entre ellos disienta (cf. Nm 31,49), pero se ha dicho sobre estos que son denominados la élite de los guerreros. Porque en éstos que son así, no hay ninguna disensión, ninguna discordia. Ellos son de quienes se ha dicho: “Los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y ninguno de ellos consideraba algo como propio, sino que todo les era común” (Hch 4,32). Éstos son, por tanto, la élite de los guerreros, entre los cuales nadie disiente. Éstos son los que, luchando, han obtenido mucho oro y han ofrecido a Dios todo el oro y todo ornamento, sea de la cabeza, de los brazos o también de los dedos, esto es, lo que tienen en la inteligencia y lo que tienen en las obras. Saben, en efecto, que sus ofrendas son dones de Él (cf. Nm 28,2), y por eso no disiente entre ellos ni uno solo. Puesto que no podrían presentar sus ofrendas a Dios en estado de disensión.

Pienso que éstos son, según el Evangelio, los que observan diligentemente aquel precepto, que manda el Señor y Salvador: “Si presentas una ofrenda en el altar y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí junto al altar tu ofrenda, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces, viniendo, presentarás tu ofrenda” (Mt 5,23-24), evidentemente a fin de elevar sus manos a Dios sin ira ni disensión (cf. 1 Tm 2,8). Éstos son, por consiguiente, los que dicen: “Hemos hecho el recuento de nuestros hombres guerreros y no hubo el menor desacuerdo entre nosotros[5]; y hemos presentado al Señor la ofrenda” (Nm 31,49-50).

Necesidad de la armonía entre los que combaten

2.3. Por eso debemos de aprender grandemente la disciplina de la armonía; porque así como en la música, si la armonía de las cuerdas es adaptada de modo consonante, produce un sonido suave del canto modulado, en cambio, si hay en las cuerdas de la lira alguna disonancia, se produce un sonido muy desagradable y se corrompe la dulzura del canto. Del mismo modo, si tienen disensiones y discordias entre sí los que luchan para Dios, todo será ingrato y nada parecerá aceptable a Dios, aunque libren muchas batallas, aunque consigan mucho botín y presenten muchas ofrendas a Dios. Porque se les dirá: “Deja tu ofrenda junto al altar y ve antes a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5,24), para que puedas también tú ser contado entre los que son del número de los hombres guerreros, y puedas decir: “No hubo disenso entre nosotros” (cf. Nm 31,49).



[1] Este modo de hablar es propio de un romano; cf. SCh 461, p. 224, nota 1. La LXX dice: Y fueron a Moisés todos los que estaban al mando de las unidades de mil en el ejército, los jefes de mil y los jefes de cien.

[2] Trad. que parece ser una interpretación propia de Orígenes (cf. SCh 461, p. 225, nota 2).

[3] Ex pueris fieri, que podría traducirse también por: de entre los niños.

[4] Cf. la observación sobre este párrafo, muy atinada, de SCh 461, pp. 228-229, nota 1.

[5] Cf. la nota en el párrafo 1.1.