OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (555)

El publicano y el fariseo en el templo

Hacia 1200

Saint-Omer, Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

XXV (Nm 31,1-54)

Sobre la venganza contra los madianitas

1.1. En un pasaje anterior[1], los hijos de Israel habían fornicado con mujeres madianitas, y esto constituyó un escándalo para los hijos de Israel (cf. Nm 25,1-18), ya que ofendieron a Dios y provocaron la ira del Santo de Israel (cf. Is 1,4). Ahora bien, después que Israel soportó lo que soportó, dice la Escritura: «Habló el Señor a Moisés, diciendo: “Lleva a cabo la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas, y al final te agregarás a tu pueblo”» (Nm 31,2). 

Por tanto, los escándalos que habían acontecido con los israelitas, habían sucedido por instigación de los madianitas -ya que éstos habían persuadido a las mujeres para que los sedujeran, de modo que pecaran en presencia de Dios-. Ahora bien, aquéllos habían recibido un castigo por su pecado, pero más bien moderado y reducido, mientras que los que habían sido causa de pecar debían someterse a una venganza mucho mayor. 

El significado del término escándalo

1.2. De aquí se aprende que es mucho más grave ofrecer a otros un motivo de pecado que pecar cada uno de nosotros, como indica el Señor cuando dice que mejor le “hubiera sido al hombre no haber nacido o atarse al propio cuello una piedra de molino y precipitarse al fondo del mar, que escandalizar a uno de estos pequeñuelos” (cf. Mt 18,6; 26,24 y Mc 14,21). 

Y al mismo tiempo hemos de advertir que, ya que el nombre de escándalo es usado impropiamente por algunos, se dice escándalo cuando, caminando derecho por el camino, se le inventa cierto engaño y se introduce una causa de pecado, como los madianitas, que, caminando los israelitas en la Ley del Señor (cf. Sal 118 [119],1) y guardando la castidad, persuadieron mujeres que los sedujeran para pecar. Escandalizar es, por tanto, proporcionar una ocasión de pecado. Ciertamente se produce una venganza, pero mucho más grave contra aquellos que han escandalizado -que han proporcionado la causa de pecado- que contra aquellos que pecaron.

Sobre la resurrección de los muertos, contra los Samaritanos

1.3. Al mismo tiempo también fíjate en las palabras de la Escritura que siguen: “Al final, dice, te agregarás a tu pueblo” (Nm 31,2). Si alguna vez nos coincidiera hablar con los samaritanos, que niegan la resurrección de los muertos y no aceptan la fe en la vida futura, presionémoslos con estas palabras por las cuales dice el Señor a Moisés que se agregará a su pueblo. Porque nadie se agrega a aquellos que no existen. De ahí se concluye que hay algún pueblo al cual Moisés se dice que ha de agregarse, después de su salida de esta vida. Dado que los samaritanos no creen en los profetas, por los cuales puede afirmarse con más amplitud la fe en la resurrección de los muertos, al menos a partir de estos libros de Moisés que ellos aceptan y cuya autoridad reconocen, deben convencerse y curarse, si todavía procede que Babilonia sea curada (cf. Jr 51,8). En efecto, éste un pasaje que muestra con evidencia la resurrección de los muertos; puesto que designa que hay un pueblo al cual Moisés ha de agregarse después de su muerte, y hacia el cual ha de trasladarse, por sus propios méritos.

Vencen al enemigo la piedad y la justicia

2.1. Después de esto, «habló Moisés al pueblo, diciendo: “Armen gente de entre ustedes y luchen contra Madián, devuelvan sobre Madián la venganza del Señor; mil de cada tribu; de todas las tribus de Israel mandarán hombres para luchar”» (Nm 31,3-4).

Escuchen la lectura, porque no solo hay que escuchar las palabras, sino (también) predisponer el ánimo para la consideración de las cosas[2]. Recuerda las cosas pasadas, escucha las presentes, advierte las que siguen. Compara las cosas anteriores con las posteriores y contempla la magnificencia de las fuerzas divinas. Antes los hijos de Israel eran seiscientos mil hombres armados, que habían atacado a Madián, y todos estos fueron vencidos, porque el pecado estaba en ellos. Ahora, en cambio, los vencedores madianitas, que habían puesto en fuga a seiscientos mil, son vencidos por doce mil, para que sepas que Israel no vence por la multitud ni por el número de soldados, sino que es la justicia y la piedad que hay en ellos la que vence. Por eso también se dice en sus Bendiciones (cf. Lv 26,8) que, si observaren la Ley del Señor, uno de ellos perseguirá a mil y dos pondrán en fuga a diez mil.

Buscar ante todo la justicia de Dios

2.2. Ves, por consiguiente, que vale mucho más un santo orando que innumerables pecadores luchando. “La oración del santo penetra en el cielo” (Si 35,17 [21 Vulgata]): ¿cómo no vencerá al enemigo en la tierra? Y por eso primero hay que esforzarse de todos modos en buscar y custodiar la justicia de Dios (cf. Mt 6,33). Ésta, si la obtuvieres y observares, te someterá a todos los enemigos, si fueses revestido, como dice el Apóstol, de la coraza de la justicia y ceñido de la verdad, si recibes el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, y antes de nada, el escudo de la fe, con el cual puedas sofocar todos los dardos incendiarios del Maligno (cf. Ef 6,14-17). Porque equipado con tales armas, pondrás en fuga a todo el campamento del diablo y a todo su ejército, y cantarás con confianza: “Si montan campamentos contra mí, no temerá mi corazón; si se levanta contra mí la batalla, también entonces confiaré[3]” (Sal 26 [27],3).



[1] Cf. Hom. XX,1.1-3.

[2] Es decir, del sentido del texto (cf. SCh 461, p. 193): es el sentido al que hay que aplicar el espíritu.

[3] Lit.: esperaré (sperabo).