OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (542)

Imagen de Jesucristo

1460-1470

Liturgia de las Horas

Utrecht, Holanda

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XXII (Nm 27,1-23)

Sobre las hijas de Salfat y sobre el sucesor de Moisés

1.1. Había cinco hijas, cuyos nombres están incluso recogidos en la Escritura, engendradas de un cierto Salfat[1], israelita, que murió en el desierto sin dejar ninguna descendencia varonil (cf. Nm 27,1-3). Estas hijas de Salfat interpelan a Moisés y le reclaman su parte de la heredad paterna, diciendo que: “No se borre el nombre de su padre de en medio de su clan porque no le nació un hijo varón” (Nm 27,4). Moisés hizo una consulta a Dios sobre esto (cf. Nm 27,5). Y la clemencia del Dios Omnipotente no desprecia ni rechaza la consulta que le es presentada por las muchachas, y no solo se digna dar una respuesta, sino que de tal modo aprueba y recibe sus palabras, que constituye por ellas derechos eternos que los hombres han de observar por todos los siglos. «Dice, en efecto, el Señor, dirigiéndose a Moisés: “Han hablado rectamente las hijas de Salfat. Les darás la posesión en medio de los hermanos de su padre, y les entregarás la suerte de su padre. Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En el caso de que muera un hombre sin hijos, les darán su heredad a las hijas; y si no tuviere hijas, le darán la heredad a su hermano; y si no tuviere hermanos, le darán la heredad al hermano de su padre; y si no tuviera hermanos de su padre, le darán la heredad al pariente que le fuera más cercano de su tribu, de suerte que reciba su heredad”. Y será esto para los hijos de Israel una norma de derecho, como el Señor ordenó a Moisés» (Nm 27,6-11). 

Valor del sentido histórico del texto. Necesidad de buscar también su sentido espiritual

1.2. El vigor que puedan tener estas cosas según la historia, es claro para todos los que conocen que estas leyes no solo se cumplen entre los hijos de Israel, sino también entre todos los hombres, al menos los que viven según las leyes. De aquí resulta manifiesto que la franqueza[2] de las hijas de Salfat no solo les reportó una heredad, sino que ha dado al mundo perpetuas reglas de vida. Ya ves qué grande es también la utilidad de la misma historia en la Ley de Dios. ¿Quién puede alguna vez derogar estas leyes, de las cuales usa todo el mundo?

Pero con todo busquemos de qué modo podríamos ser también espiritualmente edificados. Porque puede suceder que yo no tenga hijas según la carne ni un poco de campo del cual pueda recobrar la heredad. ¿Qué (hacer) entonces? Para aquel que se encuentra en una situación semejante, ¿será acaso ineficaz esta ley, y habrá algo de lo que la divina voz haya sancionado que sea ocioso? Busquemos, por tanto, también en la ley espiritual, quiénes son esas cinco hijas, las cuales, aunque su padre hubiera muerto por algún pecado, sin embargo, ellas mismas reciben la heredad, por la palabra de Dios.

Significado espiritual de las cinco hijas

1.3. Más arriba[3], cuando tratábamos de los hijos espirituales, enseñamos que se dicen hijos las virtudes del alma y los pensamientos de la inteligencia. En consecuencia, parece sin duda conveniente entender asimismo como hijas las obras que se realizan por el ministerio del cuerpo. Por eso, finalmente, se les asigna el número cinco; puesto que cinco son los sentidos corporales por los cuales se realiza toda obra en el cuerpo. Éstas son, por consiguiente, las cinco hijas, o sea, la perfección de las obras, aunque sean privadas del padre y queden huérfanas, sin embargo, no por ello son expulsadas de la heredad ni son excluidas del reino, sino que reciben la porción de la heredad en medio del pueblo de Dios.

Pero veamos quién es su padre, que se dice que les murió (cf. Nm 27,3). Salfat, dice (la Escritura). Ahora bien, Salfat significa “sombra en su boca”. El padre de las obras es el entendimiento. Sucede, por tanto, con frecuencia, y hay no pocos entre nuestros hermanos, en los cuales no existe nada de entendimiento de envergadura y profundidad[4], sino que el pensamiento que hay en ellos está muerto, como se ha escrito de alguno: “Y está muerto su corazón en él mismo” (cf. 1 S 25,37). Éste, en consecuencia, aunque no sabe nada sobre la inteligencia espiritual, sino que está muerto, en el caso de que engendre hijas, esto es, obras del ministerio, obras de obediencia, las obras de los mandatos de Dios, conseguirá la heredad de la tierra con el pueblo del Señor. No podría ciertamente contarse entre ésos de los cuales su porción es el Señor, cuya heredad es Dios (cf. Dt 32,9), no podría ser recibido en el número de los ministros y sacerdotes; sin embargo recibirá la heredad de la tierra de promisión en el rango del pueblo: “Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mt 22,14).

El Señor da también su heredad a los más inocentes

1.4. Se muestra también, sin embargo, la causa de la interpretación del propio nombre, por la que este Salfat no haya podido engendrar hijos, sino hijas. Porque significa, como hemos dicho, “sombra en su boca”. Ya ves, por tanto, cómo, si alguno tiene la sombra de la Ley en la boca y no la misma figura de las cosas (cf. Hb 10,1), éste, que no puede pensar nada espiritual, nada de pensamiento profundo, sino que en su boca solo está la sombra de la Ley, no puede engendrar pensamientos vivos y espirituales, aunque puede engendrar obras y actos que son ministerios de una vida más simple. Y por eso la clemencia de Dios se muestra en ellos, por el hecho de que a los más inocentes, aunque les falte inteligencia, sin embargo, teniendo buenas obras no son excluidos de la heredad de los santos. Las hijas de Safat, por consiguiente, han hablado rectamente.



[1] El texto latino dice: Salphaat (Salpaad en la LXX).

[2] Libertas, que también podría traducirse, tal vez menos literalmente, por audacia.

[3] Cf. Hom. XX,2.2-3.

[4] Orígenes “diversifica los cristianos, según sus méritos, en categorías de perfectos y simples, y les asigna proporcionalmente disposiciones de espíritu acordes para la penetración más o menos profundamente en los misterios de la fe” (SCh 461, p. 85, nota 2).