OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (532)

La Última Cena

Siglo XII

Evangeliario

Mondsee, Austria

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XIX (Nm 24,20-24)

Cristo es el inicio del pueblo de Dios

2.1. Viendo Amalec, por tanto, a este “Balaam hijo de Beor, hombre verdaderamente vidente y que oye las palabras de Dios, que conoce la ciencia del Excelso y ve las visiones de Dios, recibida su parábola”, como está escrito en las visiones anteriores (cf. Nm 24,15-16), dice: “El comienzo de las naciones es Amalec, y su linaje perecerá” (Nm 24,20). Eso que dice: “El comienzo de las naciones es Amalec”, es cierto que de ningún modo puede referirse a aquel Amalec que entonces estaba en la carne -porque no era el primero por antigüedad de origen-, sino que más bien se refiere al invisible Amalec[1], que se denomina Amalec por desviar a los pueblos de Dios y hacer gentiles de los adoradores de Dios. Y por eso se dice rectamente el comienzo de las naciones, como si se tratara de una fuerza enemiga, la primera que diera inicio a que los hombres se hicieran gentiles, cambiando la gloria del Dios incorruptible en la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de pájaros, cuadrúpedos y serpientes” (Rm 1,23; cf. Sal 105 [106],20), y sirviendo a la criatura más bien que al Creador (cf. Rm 1,25). En efecto, como en el pueblo de Dios está escrito: “El inicio es Cristo” (cf. 1 Co 11,3; 15,23), así por el contrario en el pueblo que se desvía de Dios y se vuelve gentil, el inicio es Amalec.

El Amalec invisible induce a los pueblos a apartarse de Dios 

2.2. “Y su linaje perecerá” (Nm 24,20). El linaje de ellos es la persuasión y la doctrina por la cual enseñaron a los hombres a apartarse de Dios. Perecerán, por consiguiente, este linaje malo y esta doctrina pésima, no aquellos en los cuales fue sembrada. Porque ellos cuando convertidos giman, serán salvados (cf. Is 45,22. 24). Y mira si una tal explicación no se opone también convenientemente a aquellos que acusan al Dios de la Ley de una suerte de dureza y crueldad, desde el momento que proclama que no sólo la nación de Amalec sino también su linaje habrán perecerán, cuando en realidad la nación se refiere a las maldades espirituales (cf. Ef 6,12), mientras que su linaje designa la doctrina de las supersticiones de los paganos, el culto de los ídolos y toda secta que persuada al pueblo a apartarse de Dios.

Nuestra roca es Cristo

3.1. Después de Amalec, la profecía menciona a Quíneo[2], diciendo: «Y viendo a Quíneo, recibiendo su parábola, dijo: “Tu morada es fuerte, y si pusieras tu nido en la roca, y si Beor fuera para ti un nido de astucia, los asirios te conducirán prisionero”» (Nm 24,21-22). Me parece a mí que Quíneo no se nombra con gran sentido de culpabilidad, porque es el mismo al que más arriba decía Saúl: “Apártate de en medio de Amalec y no te atacaré, puesto que tuviste misericordia de Israel cuando subió de Egipto” (cf. 1 S 15,6). De éste, por tanto, se dice ahora que es fuerte su morada, si pone su nido en la roca. La roca es Cristo (cf. 1 Co 10,4). Si, por consiguiente, pone su nido en la roca, su morada es fuerte; sin embargo, si no lo hace, Beor (será para él) un nido de astucia.

Beor, figura de los herejes

3.2. Beor es el padre de Balaam, que puede considerarse figura de los herejes, de modo que parezca que pueda decirse esto, que Quíneo llegue a ser salvo, si pone su nido en la roca, esto es, si pone su esperanza en Cristo y no lo rodea de herejes y circunda de astucia. Ya que, si esto sucediera, de nada le aprovecharía el que parezca colocado en la roca, que es Cristo, puesto que sería cautivado por los asirios, o sea, las fuerzas malvadas, que conducen prisioneros y tienen en su poder a los que envuelve el herético error.

Una anotación gramatical

3.2a[3]. Según esta explicación que hemos dado sobre Quíneo, parece claro que la conjunción “y” perturbe el sentido. Pero hemos de saber que es uso normal de la lengua hebrea usar frecuentemente la conjunción “y”, de forma que, mientras abunda, también en donde no sería necesaria, como en nuestra lengua, parezca añadida. Esto sí que hay que tomarlo con licencia, porque cada lengua tiene alguna particularidad, que en otras lenguas parece innecesaria. Y aquí, por consiguiente, la conjunción “y” ha de tenerse como redundante y superflua.

Evitar que la astucia de Beor nos conduzca al error

3.3. Tenga, entonces, cuidado Quíneo, que se traduce por “poseedor”; tenga cuidado, repito, aunque posea y merezca la gracia de estar en la Iglesia de Cristo, no sea que la astucia de Beor lo rodee y desvíe a los dogmas malignos y perversos, y por culpa de ello sea entregado a los Asirios. Porque aquellos que, puestos en la Iglesia, blasfeman, se entregan a Satanás (cf. 1 Tm 1,20), como Figelo y Hermógenes (cf. 2 Tm 1,15), de quienes dice Pablo: “Los entregué a Satanás, afirma, para que aprendan a no blasfemar” (cf. 1 Tm 1,20). Por eso, en consecuencia, el que se desvía hacia la blasfemia herética es entregado (a los Asirios), porque “Asirios” se traduce por “dirigentes”; y por esto se entregan a los que se entregan, no para que mueran, ni para que sean aniquilados de raíz, sino para que sean enderezados y corregidos, y, como el propio Pablo dice: “Para que aprendan a no blasfemar” (1 Tm 1,20).



[1] Invisible porque Orígenes está dando una explicación alegórica del texto (cf. SCh 442, p. 358, nota 1).

[2] O: Cíneo (Cineum) que es la forma latinizada de Kainaion de la LXX; se trata de los quenitas (cf. SCh 442, p. 360, nota 1).

[3] Indicación añadida al texto de SCh.