OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (525)

Parábola del hijo pródigo

Siglo XII

Salterio

Canterbury, Inglaterra

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XVII (Nm 23,25-30; 24,1-9)

Exaltado sobre los techos

5.1. Pero veamos ahora lo que Balaam también profetiza sobre Cristo. Porque Él es aquel del que dice: “Saldrá un hombre de su descendencia, que dominará sobre muchas naciones, y será exaltado Gog, su reino, y su reino crecerá. Dios lo sacó de Egipto[1], su gloria (es) como la del unicornio” (Nm 24,7-8). Cristo es, por tanto, quien salió de la descendencia de Israel según la carne, y no necesita explicarse de qué modo domina sobre las naciones, máxime a quien lea lo que le ha sido dicho por el Padre: “Pídeme y te dará en herencia las naciones, y los confines de la tierra en posesión tuya” (Sal 2,8). Sin embargo, ¿qué quiere decir será exaltado Gog, su reino? Gog se traduce “sobre los techos”; y no fue puesto en este lugar, según puede uno pensar, como nombre de algún pueblo, sino que, al igual que en otros pasajes, la palabra hebrea se mantuvo sin traducirla, y por ello casi parece dicha de algún pueblo. El sentido de tal expresión es, por consiguiente: y será exaltado sobre los techos su reino, y su reino crecerá.

Crece el reino de Cristo

5.2. Pero ser exaltado sobre los techos se dice de la perfección de los creyentes; en cambio, crecer se refiere a las multitudes. En aquellos, por tanto, que son perfectos, el reino de Cristo se exalta sobre los techos, esto es, también sobre los que están en los lugares elevados y habitan en las partes altas. Puesto que, quizás, también hay algunos en los (lugares) celestiales, por los cuales aprovecharán más y serán exaltados más arriba los que están en el reino de Cristo. Y por eso, creo, también decía el mismo Salvador: “Quien está en el techo, no descienda a sacar algo de la casa” (Mt 24,17), advirtiendo que aquellos que han llegado a la excelsa perfección, no desciendan de nuevo a lo más bajo y desechable de este mundo, que ahora se denomina casa. Incluso aquello que dice: “Lo que han escuchado al oído predíquenlo sobre los techos” (Mt 10,27), se refiere también a eso. Así, por tanto, su reino será exaltado sobre Gog, y su reino crecerá. Porque cerce al multiplicarse las Iglesias y aumentar el número de fieles, y crece el reino de Cristo “hasta que el Padre ponga a todos sus enemigos bajo sus pies, e incluso destruya al último enemigo, la muerte” (cf. 1 Co 15,25-27).

Cristo estableció “en la gloria su único reino” 

6.1. Después de esto, fue escrito todavía acerca de Cristo, que Dios lo sacó de Egipto (cf. Nm 24,8), lo que parece cumplido cuando, después de la muerte de Herodes, vuelve de Egipto, y lo refiere el Evangelio, diciendo: “De Egipto llamé a mi Hijo” (Mt 2,15). Esta expresión parece a algunos sacada de este pasaje e insertada en los Evangelios, mientras que para otros es del profeta Oseas (cf. Os 11,1). Puede también, sin embargo, entenderse según la alegoría, que, después de que vino al Egipto de este mundo, lo recogió el Padre y lo llevó a su lado, para que abriera el camino a aquellos que, desde el Egipto de este mundo, habían de subir hacia Dios. 

“Y su gloria, como la del unicornio” (Nm 24,8). Porque, rechazando Cristo, todos los reinos de los demonios, fundó en la gloria su único reino, como del verdadero unicornio; puesto que cuerno, como muchas veces hemos enseñado, designa el reino. “Devorará, dice todavía Balaam acerca de él, las naciones de sus enemigos, y sacará la médula de sus grosuras” (Nm 24,8). Él mismo, dice, devorará las naciones que poseían sus enemigos, una vez destruida toda fuerza del enemigo, y sacará la medúla de sus grosuras cuando retire de ellos todo sentido craso y carnal y lo convierta al entendimiento espiritual. El que la crasitud se tenga en las Escrituras como motivo de culpa, nos lo indica aquello que está escrito: “Se ha endurecido el corazón de este pueblo” (Hch 28,27; cf. Is 6,9-10); y en otro lugar: “El amado se ha saciado, ha engordado y ha tirado coces” (Dt 32,15).

Traspasado por las flechas de la palabra de Dios

6.2. (Él) devorará, por tanto, a las naciones, y tiene como comida a los que creen en Él (cf. Mt 16,8), según dice Él mismo en el Evangelio: “Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4,34). Ahora bien, la voluntad de aquél era ésta: que las naciones se convirtieran a la fe. Lo cual, si, como hemos enseñado más arriba, el endurecimiento[2] se considera culpable, la sutileza, al contrario, ha de considerarse laudable, porque el espíritu de sabiduría, que se dice inteligente y santo, único y múltiple, se presenta también como sutil (cf. Sb 7,22).

6.2a[3]. “Y con sus flechas asaeteará al enemigo” (Nm 24,8). Sus flechas son sus palabras, por las cuales ha vencido al diablo o bien aun ahora vence y traspasa a todos los enemigos y a los que le contradicen; porque todo el que peca es su enemigo en cuanto que peca. En cambio, si escucha las palabras de Dios, y, reconociendo sus pecados, es traspasado por ellas, es aguijoneado y se convierte a la penitencia; taladrado por la palabra de la verdad, también se dirá de él que ha sido traspasado por sus flechas.

León y cachorro de león 

6.3. Pero después de estas cosas, también menciona la misma dispensación de la pasión, y dice: “Tendiéndose, descansó como un león, y como un cachorro de león: ¿quién lo despertará?” (Nm 24,9). Descansó como un león, cuando, puesto en la cruz, despojó a los principados y potestades, y triunfó sobre ellos en el madero de la cruz (cf. Col 2,15); como un cachorro de león, cuando resucita del sueño de la muerte. Sin embargo, el que se compare a un tiempo al león y al cachorro de león, puede también entenderse en este (sentido): en aquellos que son perfectos, se denomina león; y cachorro de león, en aquellos que son incipientes e ignorantes. En cuanto a ¿quién lo despertará?, lo afirma por aquello de que, o bien se dice resucitado por el Padre, o bien Él mismo dice que el templo de su cuerpo lo resucitará después de tres días (cf. Jn 2,19. 21; Mt 26,61). Y con razón viene indicado en esto un tono casi de interrogante. 

Los que maldicen a Cristo son maldecidos 

6.4. “Quienes te bendicen, son bendecidos, y quienes te maldicen son maldecidos (Nm 24,9). Es cierto que aquellos que bendicen a Cristo son bendecidos y aceptados en la comunión de la bendición del Padre; en cambio, quienes lo maldicen son maldecidos. Porque si miras a este pueblo que maldice a Cristo, también encontrarás que es maldecido, hasta las lágrimas. En efecto, ¿qué otra cosa puede suceder a los que maldicen a la Sabiduría, que maldicen a la Verdad, que maldicen a la Vida (cf. Jn 14,6), sino que yazcan despojados y alejados de todos estos bienes? Puesto que todo esto es Cristo, quien maldice a Cristo, maldiciendo todos estos (bienes), es condenado a una maldición perpetua.

Conclusión de la homilía

6.5. Yo pienso, sin embargo, que no solo maldice a Cristo aquel que profiere una palabra maldita contra Él, sino también aquel que, bajo el nombre de cristiano, actúa mal y se comporta de modo vergonzoso, y, con sus palabras o con sus hechos deshonestos, hace que se blasfeme su nombre entre las naciones (cf. Rm 2,24; Ez 36,20-22), como por el contrario, no se debe pensar que bendice al Señor aquel que lo bendice solo con palabras, sino aquel que, con sus hechos, su vida y sus costumbres, hace que el nombre del Señor sea bendecido por todos.

Y en éstos más bien se cumplirá lo que señala la tercera profecía de Balaam, que los que bendicen a Cristo serán bendecidos, y los que le maldicen serán maldecidos (cf. Nm 24,9). Por lo cual guardémonos de todos los modos, de que no sea blasfemado por nuestras obras y acciones el nombre de Cristo, antes bien actuemos de modo que merezcamos ser partícipes de sus bendiciones. A Él la bendición y la gloria por los siglos de los siglos (cf. Ap 5,12). Amén.



[1] O: lo guió desde Egipto (deduxit eum ex Aegypto).

[2] Lit.: la crasitud (crassitudo).

[3] Indicación que agregamos a la edición de SCh.