OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (523)

Transfiguración de Cristo

Siglo X

Evangeliario

Reichenau, Alemania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XVII (Nm 23,25-30; 24,1-9)

Las carpas de Israel

4.1. Ahora veamos ya qué cosas dice en lo que  sigue: “¡Qué hermosas -dice- son tus casas, Jacob, y tus tiendas, Israel! Como bosques umbrosos, como jardines sobre ríos, y como carpas que el Señor plantó, como cedros junto a las aguas” (Nm 24,5-6). El llamar hermosas a las casas de Jacob, no pienso que sea una alabanza de sus domicilios terrenos, porque no se recuerda que hubiese entre ellos al respecto algo superior a lo de otros pueblos. Pero, puesto que el pueblo estaba dividido por tribus y cada una de las tribus por estirpes[1] y las estirpes se repartían por parentelas, y las parentelas por casas de familias, y a su vez las casas de familias se contaban según el número de los nombres y por cabezas, esto es, de todo varón que tenía de veinte años para arriba, que podía salir para la guerra (cf. Nm 1,3. 4. 20), veamos si acaso serán éstas las casas que Balaam, contemplándolas en espíritu, magnifica y ensalza.

Pero en estas palabras no puede considerarse sólo la expresión de la letra, porque lo que dice Balaam lo dice recibiendo su parábola. Por tanto, también nosotros hemos de escuchar en parábolas lo que dice (cf. Mt 13,3). Porque, si consideras aquellas divisiones y rangos de los pueblos que se tendrán en la resurrección en el pueblo del verdadero Israel, cuando cada uno resucitará según su rango (cf. 1 Co 15,23), si puedes percibir aquellas tribus, estirpes y parentelas en las cuales el parentesco no es tanto de carne y sangre, sino de mente y de espíritu, entonces entenderás ¡qué hermosas son tus casas, Jacob, y tus carpas, Israel!

“Incompresible e inestimable es la sabiduría de Dios”

4.2. Y, si buscas la diferencia entre casas y tiendas y la diversidad entre Jacob e Israel (cf. Nm 24,5), también acerca de esto se puede hacer una distinción de este tenor. La casa es una realidad fundada y estable, y encerrada en unos límites precisos, mientras que las carpas son ciertos habitáculos de los que están siempre en camino y siempre andando, y no han alcanzado el final de su jornada. Por eso Jacob ha de considerarse como figura de aquellas personas que son perfectas en las acciones y en las obras, mientras que han de entenderse como Israel aquellos que se ejercitan en el estudio, en orden a la sabiduría y a la ciencia.

Puesto que el ejercicio de las obras y de las acciones se cierra con un final determinado -la perfección de las obras no deja de tener final-, cuando alguien haya cumplido todo lo que debía hacer, y llegado al fin de la perfección de las obras, se dirá que la misma perfección de las obras es su hermosa casa (cf. Nm 24,5). Respecto de los que consagran sus energías a la obra de la sabiduría y de la ciencia, cuyo fin no existe -ya que ¿cuál será el término de la sabiduría de Dios?-, cuanto más se acerque uno, tanto más profundo lo encontrará; y cuanto más se le escrute, tanto más inefable e incomprensible lo reconocerá; porque incomprensible e inestimable es la sabiduría de Dios. Por eso, respecto de los que siguen el camino de la sabiduría de Dios, no alaba sus casas -pues no llegaron al final-, sino que admira las carpas con las cuales siempre andan y siempre avanzan, y cuanto más avanzan tanto más les aumenta el camino del progreso[2] y tiende al infinito, por lo que, contemplando en espíritu en sí mismos esos avances suyos, los denomina carpas de Israel.

El crecimiento espiritual tiende siempre hacia delante

4.3. Y verdaderamente si uno ha hecho algún progreso en la ciencia y ha adquirido alguna experiencia en este asunto, sabe bien que, cuando ha llegado a una visión y reconocimiento de los misterios espirituales, allí el alma hace morada como en una carpa. Pero cuando, a partir de las cosas que ha encontrado, explora otras a continuación y progresa hacia nuevas comprensiones, desde aquel sitio, como si levantara la carpa, se dirige a lugares superiores y coloca allí la sede del alma, fijándola en la estabilidad de los sentidos.

Y desde allí, de nuevo, a partir de ellos, encuentra otros sentidos espirituales, los cuales aparecen sin duda como consecuencia de los sentidos anteriores; y así, siempre tendiendo hacia delante (cf. Flp 3,13), parece que avanza con tales carpas. Porque nunca llega el momento en que el alma, abrasada por el fuego de la ciencia, puede dedicarse al ocio y descansar, sino que siempre es llamada desde las cosas buenas a otras mejores, y de nuevo desde las mejores a otras todavía más elevadas.

El camino de la sabiduría de Dios

4.4. Este camino, por tanto, de la sabiduría de Dios, lo ha descrito Balaam con mucha gracia y gran hermosura, diciendo: “¡Como bosques umbrosos y como jardines a la vera de los ríos, como carpas[3] que ha plantado el Señor, como cedros junto a las aguas!” (Nm 24,6 LXX). En efecto, los que avanzan por este camino, avanzan por bosques umbrosos, ya que son para ellos bosques umbrosos toda la asamblea de los justos y el coro de los santos profetas. Puesto que bajo la sombra de los sentidos que encuentran escritos en sus libros, se refrescan sus almas y con sus enseñanzas se deleitan, como si cruzaran por la sombra de los bosques. Ésos también encuentran jardines a la vera de los ríos, semejantes y relacionados con el paraíso en el que está el árbol de  la vida (cf. Gn 4,22; Ap 2,7). En cambio, sobre los ríos, podemos entender o bien las escrituras evangélicas y apostólicas, o también las ayudas de las virtudes angélicas y celestiales en favor de este tipo de almas; porque son regadas por ellos y se inundan, y se nutren con toda ciencia y conocimiento de las realidades celestiales. Por tanto, nuestro Salvador es también un río que alegra la ciudad de Dios (cf. Sal 46 [47],65), y el Espíritu Santo no solo es Él mismo un río, sino que, para aquellos a quienes les haya sido dado, saldrán ríos del vientre de ellos (cf. Jn 7,33), y dirá Dios Padre: “Me abandonaron a mí, fuente de agua viva” (cf. Jr 2,13), o sea, fuente de la que proceden estos ríos.

Casas y carpas

4.5. Inundadas, por consiguiente, por estos ríos, las carpas de Israel se vuelven carpas como son aquellas que plantó el Señor (cf. Nm 24,6 LXX). Pero el oyente atento podrá quizás extrañarse de que el presente pasaje mencione dos especies de carpas, puesto que dice: “¡Qué buenas tus casas, Jacob, tus carpas, Israel! Como bosques umbrosos y como jardines junto a los ríos” (cf. Nm 24,5-6 LXX); y de nuevo compara carpas con carpas, y dice: “Y como carpas que plantó el Señor” (cf. Nm 24,6 LXX). Puede, por tanto, admitirse otra explicación, después de aquellas que hemos alegado más arriba, de modo que digamos que la casa de Jacob es la Ley; y las carpas de Israel, los Profetas. Porque no alaba a Jacob mismo, sino a su casa, ni a Israel mismo, sino a sus carpas y ahora las alaba, cuando le han sido descubiertos sus ojos (cf. Nm 24,4). Puesto que, mientras está puesto el velo sobre la lectura (cf. 2 Co 3,14) de la Ley y de los Profetas, no parecen buenas las carpas ni laudables las casas. Pero, cuando haya sido quitado el velo (cf. 2 Co 3,16) y se comience a entender que la Ley es espiritual (cf. Rm 7,14) y también los Profetas, entonces  serán  buenas  y  maravillosas  las  casas  de  Jacob;  y entonces serán admirables las carpas de Israel, cuando, retirada la letra que mata, se empiece a percibir a partir de ellas el Espíritu vivificante (cf. 2 Co 3,6).

Otra interpretación de casas y carpas

4.6. Puede todavía entenderse también de otro modo: que parece que son alabados a la vez los cuerpos y las almas de este pueblo creyente y perfecto que Cristo ha congregado de las naciones, y que la Escritura dice acerca de los cuerpos que Jacob es la casa, como se lee en cierto opúsculo[4], que la casa de Israel es Jacob: esto es, su cuerpo se dice que es Jacob, y su alma Israel. De modo semejante, los cuerpos de los perfectos se dirían casas laudables. Jacob es, en efecto, un cuerpo laudable, que se adorna con continencia y castidad, y alguna vez también con el martirio. Las carpas, en cambio, pueden referirse a las almas perfectas, cuyo nombre, por ver a Dios, conviene a Israel.



[1] O: clases, clanes (plebs).

[2] O: del provecho (proficiendi).

[3] El vocablo latino tabernaculum lo traduzco o por carpa (que es más claro que tienda en nuestro modo de hablar), o en ocasiones por tabernáculo (término que tiene una cierta connotación cultual).

[4] Orígenes no dice de qué libro se trata, es posible que se refiera a un apócrifo del AT: La oración de José (cf. SCh 442, pp. 292-293, nota 1).