OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (514)

El bautismo de Jesucristo

1391

Armenia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XVI (Nm 23,11-24)

Bendiciones pronunciadas por Balaam sobre Israel

5.1. Pero después de esto (continuó) Balaam: “He aquí -dice-, que he sido traído para bendecir: bendeciré y no retiraré la bendición” (Nm 23,20). Balaam fue traído para bendecir, no por Balac sino por Dios, quien puso en su boca la palabra (cf. Nm 23,16) con la cual había de bendecir al pueblo, y no retiró esa bendición. Porque no podría la lengua humana, aunque quisiera, cambiar la palabra de Dios. Después de esto, añade: “No habrá -dice- fatiga en Jacob ni se verá dolor en Israel” (Nm 23,21). Con estas palabras anuncia abiertamente el estado de la vida futura, puesto que, ¿quién hay que pase esta vida sin fatiga y dolor? Ni aunque uno sea Pedro o Pablo. ¿Cómo no estaría en la fatiga y el dolor, cuando “tres veces fue golpeado con varas, una vez apedreado, tres veces naufragó, y estuvo en lo profundo del mar un día y una noche (cf. 2 Co 11,25), y padece otras innumerables pruebas, sobre cuyas fatigas y dolores escribe? Pero esto se cumplirá en el lugar donde está dicho: “Desaparecerá el dolor, la tristeza y el llanto” (cf. Is 3510).

El ejemplo del pobre Lázaro

5.2. Sin embargo, esto no se refiere a todos, sino solo a aquellos que, por sus méritos, hayan sido Jacob e Israel: como lo fue el pobre Lázaro, que pasó la vida presente en la fatiga y el dolor; en cambio, allá se le dice al rico: “Recuerda, hijo, que recibiste tus bienes en tu vida, mientras que Lázaro, de modo semejante, (recibió) males. Pero ahora él descansa, mientras que tú eres atormentado” (Lc 16,25). Es, por tanto, Israel y Jacob, aquel al que no sobreviene la fatiga y el dolor. En cambio, el rico aquel era sin duda el propio Israel según la carne, puesto que se le dice que sus hermanos tienen la Ley y los Profetas: que los escuchen (cf. Lc 16,29); pero, porque no era Israel según el espíritu, por eso vienen sobre él la fatiga y el dolor.

Los glorias de los príncipes

6.1. “El Señor su Dios (está) con él, las glorias de los príncipes están con él” (Nm 23,21)[1]. Porque nunca abandona Dios a su Israel. Pero veamos de qué príncipes son las glorias que están con el mismo Israel. Los glorias de los príncipes son el poder, el principado y el reino. Cierto que, como hay también otros príncipes que es preciso derrocar o que ya han sido expulsados de su principado, y en el lugar y el principado de ellos es preciso introducir a aquellos que son verdaderamente israelitas, todo aquella gloria, que tuvieron en los cielos aquellos príncipes, que no conservaron su principado, sino que abandonaron los domicilios eternos (cf. Judas 6), lo recibirá este Israel y Jacob, que ha luchado y ha vencido (cf. Gn 32,38), y así las glorias de los príncipes estarán con él.

El unicornio: explicación alegórica

6.2. “Dios, que lo sacó de Egipto, será para él como la gloria del unicornio” (Nm 23,22). Aquel Israel fue ciertamente sacado de este Egipto terreno, mientras que el espiritual Israel lo ha sido del Egipto mundano y de la potestad de las tinieblas; y su gloria es como la del unicornio. Se dice del unicornio que es un animal formado por aquel mismo aspecto que se designa en su nombre. Este animal lo leemos frecuentemente en las divinas Escrituras, pero principalmente en Job (cf. Jb 39,9-12), y su potencia y su fuerza se muestra con las voces del  propio Dios, en las cuales, como en muchas otras, se comprende que se designa a Cristo. Y en las divinas Escrituras frecuentemente encontramos cuerno en el sentido de reino, como también dice el profeta: “Los cuatro cuernos, en efecto, son cuatro reinos” (Dn 8,22). Así, por tanto, bajo el nombre de unicornio en Cristo, parece mostrarse que, todo lo que es, es su único cuerno, o sea, su único reino. “Porque todo lo ha sometido el Padre bajo sus pies” (1 Co 15,27), hasta que se destruya la muerte, el último enemigo, y como unicornio Cristo tenga el único reino de todos, porque  está  escrito:  “Su  reino  no  tendrá  fin” (Lc 1,33).  Será,  entonces -dice- para él, esto es, para aquel Israel espiritual, la gloria, como es la gloria del unicornio. Porque así también el mismo Señor dice en el Evangelio: “Padre, concédeles a ellos el que, como tú y yo somos uno, así también éstos sean uno en nosotros” (Jn 17,21). Y por eso se dará a Israel una gloria semejante a la gloria del unicornio, máxime cuando (Él) “transformará el cuerpo de nuestra humildad conforme al cuerpo de su gloria” (Flp 3,21).



[1] Traducción según la versión de los LXX.