OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (511)

La Natividad de Cristo

Hacia 1430

Utrecht, Holanda

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XVI (Nm 23,11-24)

Segunda profecía de Balaam

1.1. En la homilía anterior, en cuanto fue posible, hemos intentado explicar las primeras partes de la profecía de Balaam. Ahora acometemos el comienzo de la segunda profecía, de modo que, si el Señor se digna inspirarnos, también sobre esta, en la medida de nuestras fuerzas, podamos hacer accesibles a todos las ideas que se presentan. Porque me ha parecido inconveniente, aunque éstas parezcan difíciles, interrumpir su comentario, hasta que expliquemos cada uno de los detalles que podamos comprender.

Balac no soporta la bendición pronunciada por Balaam

1.2. Así, el rey Balac, como atónito y herido por las cosas que veía que inesperadamente eran proferidas por Balaam -ya que, en lugar de maldiciones, escuchaba bendiciones-, no aguantando más, interrumpió sus palabras. «Y dijo: ¿Qué me has hecho? Te he llamado para maldecir a mis enemigos, y he aquí que los has bendecido con una bendición”» (Nm 23,11). No soporta el rey de la amargura la dulzura de las bendiciones, sino que busca las maldiciones, reclama las maldiciones, pues es del linaje de aquel al que dijo el Señor: “Maldito tú entre todas las bestias de la tierra” (Gn 3,14). 

1.2a[1]. ¿Pero qué le responde a estas cosas aquel a quien Dios había puesto su palabra en la boca? “¿Acaso -dice- no debía obedecer en hablar todo lo que pusiera Dios en mi boca?” (Nm 23,12). Ante esto, Balac, creyendo que Balaam se había asustado por la multitud del pueblo israelita, y que por eso no se había atrevido a proferir las maldiciones, creyó provechoso el cambio de lugar, y le dijo: “Ven todavía conmigo a otro sitio, desde el que no veas sino una parte del pueblo, pero no todo, y maldícemelo desde allí” (Nm 23,13). ¡Qué insensato!, que cree que por la objeción del lugar puede oscurecerse la gracia israelita, y desconoce que no puede ocultarse una ciudad colocada sobre un monte (cf. Mt 3,14).

El texto del libro de los Números

1.3. «Y lo llevó -dice (la Escritura)- a una atalaya del campo, a la cumbre de una montaña cortada a pico, y construyó allí siete aras, y puso un novillo y un carnero sobre el ara. Y dijo Balaam a Balac: “Asiste tú a tu sacrificio, que yo procederé a interrogar a Dios”. Y el Dios mismo salió al encuentro de Balaam, puso la palabra en su boca y dijo -sin duda, Dios-: “Vuelve junto a Balac y dile esto”. Pero él -esto es Balac- estaba junto a sus holocaustos, y a su lado todos los príncipes de Moab. Y le preguntó Balac: “¿Qué te ha dicho el Señor?”» (Nm 23,14-17).

Dios no está presente en los sacrificios paganos 

1.4. La escena se desarrolla, sin duda, con sacrificios profanos, y la adivinación se procura por el arte mágica. Sin embargo, queriendo Dios que “sobreabundara la gracia allí donde había abundado el pecado” (cf. Rm 5,20), se digna estar presente y no se aparta de estos ritos, que no se realizaban según la disciplina israelita sino según el engaño de los gentiles. Pero no se hace presente al sacrificio, sino al que sale a su encuentro, y allí le da su palabra y anuncia los misterios futuros, en aquello de lo que más depende la confianza y la admiración de los gentiles, a fin de que, los que no quieren creer a nuestros profetas, crean a sus adivinos y a sus oráculos[2].



[1] Indicación agregada a la ed. de SCh 442.

[2] “Ausente de los sacrificios profanos, Dios puede presentarse a los paganos por caminos que les son familiares. Es la obra de su gracia, como lo testimonia la célebre fórmula de Pablo: Donde se multiplicó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm 5,20). Nada impide, por tanto, que Dios se comunique libremente a los hombres, si lo quiere, y del modo que Él quiera” (SCh 442, p. 224, nota 1).