OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (506)

Cristo en majestad

Hacia 1220

Evangeliario

Speyer, Alemania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XV (Nm 22,31-41; 23,1-10)

Sobre la profecía de Balaam

1.1. Aunque el orden de las lecturas que se proclaman nos exija más bien hablar de lo que el lector ha leído[1], sin embargo, ya que algunos de los hermanos reclaman que se trate más bien lo que se ha escrito sobre la profecía de Balaam, para traer una palabra que alegar, no he creído tan importante seguir el orden de las lecturas, cuanto satisfacer los deseos de los oyentes.

Las dos realidades de Balaam: vituperable y laudable

1.1a[2]. Antes de nada, por consiguiente, preguntémonos sobre Balaam mismo por qué en las Escrituras se dice de él en ciertas ocasiones algo vituperable, y en otras algo laudable. Porque es vituperable el que, habiendo sido prohibido por Dios que acudiera a donde el rey, persistiera en ir; y, ávido, mira de nuevo por su paga y otra vez le consulta a Dios, hasta que es abandonado a sus deseos, de modo que camine a su antojo (cf. Sal 80 [81],13; Hom. XIV,3.1). Es culpable cuando edifica altares y pone encima las víctimas para los demonios, y reclama decretos divinos con aparato mágico (cf. Nm 23,1-3; 24,1); es culpable cuando da el pésimo consejo de que el pueblo sea seducido por mujeres madianitas y por el culto de los ídolos (cf. Nm 25,1-3; 31,16). En cambio, se muestra digno de alabanza cuando se pone en su boca la palabra de Dios (cf. Nm 23,5. 16), cuando el Espíritu de Dios viene sobre él (cf. Nm 24,2), cuando profetiza acerca de Cristo, cuando preanuncia a los judíos y a los gentiles los misterios futuros de la venida de Cristo, cuando, en lugar de las maldiciones, derrama bendiciones sobre el pueblo y alza el nombre de Israel por encima de la gloria visible, con místicas conversaciones (cf. Nm 24,16-19).

Dificultad para comprender la personalidad de Balaam

1.2. Al indicar la divina Escritura estas cosas tan opuestas y variadas, me resulta muy difícil calibrar de un modo definitivo su persona, a la cual no solo corresponde esta diversidad, sino que también se le puede aplicar lo que él dice acerca de sí mismo, como profetizando: “Perezca mi vida entre las vidas[3] de los justos, y vuélvase mi descendencia como la descendencia de los justos” (Nm 23,10). Y por el profeta Miqueas da un testimonio semejante el Señor, cuando dice: “¡Pueblo mío!, ¿qué te he hecho? Respóndeme, pues te llamé de la tierra de Egipto, te liberé de la casa de servidumbre, y envié delante de tu faz a Moisés, a Aarón y a María. ¡Pueblo mío!, recuerda lo que pensó contra ti Balac, rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor, desde los Cables[4] hasta Galgal, para que la justicia del Señor fuera conocida” (Mi 6,3-5). Mediante esto se demuestra, entonces, que, para que se reconociera la justicia del Señor, Balaam, hijo de Beor, respondió al rey Balac todas esas cosas que se refieren por escrito en los Libros (Sagrados).

“El Espíritu de Dios llegó sobre él”

1.3. ¿Quién se encontrará, te parece, tan capacitado que, por las mismas respuestas de Balaam, pueda mostrar que “la justicia de Dios” se manifieste en ellos? Porque si de verdad la palabra de Dios ha sido puesta “en su boca” y “el Espíritu de Dios llegó sobre él” (cf. Nm 24,2) y la justicia de Dios se reconoce y manifiesta por las respuestas de él, las cosas que por boca de él se digan de todas maneras no pueden considerarse sino proféticas y divinas. Aunque difícilmente leemos escrito en otro lugar que “llegó el Espíritu de Dios” sobre uno de los profetas, sino que o tuvo una visión o que recibió la palabra de Dios, o que la palabra de Dios se dirigió a aquel o a aquel otro (cf. p. ej. 1 S 3,1; 15,10), y otras cosas que leemos sobre los profetas. En cambio, que el Espíritu de Dios estuviera sobre alguno de los profetas, en este preciso momento no recuerdo haberlo encontrado en mis lecturas, a pesar de que recuerdo que está escrito acerca de David: “Y apareció -o brilló- el Espíritu de Dios sobre David desde aquel día y en adelante” (1 S 16,13), pero no que estuvo el Espíritu de Dios sobre David. En cambio, respecto de Saúl, recuerdo que está escrito así: “Y descenderá el Espíritu del Señor sobre ti y profetizarás con ellos y te convertirás en otro hombre” (1 S 10,6); y se dice de nuevo acerca de él: “Y el Espíritu del Señor se apartó de Saúl y le llenó de estupor un espíritu maligno, enviado por el Señor” (1 S 16,14); y otra vez: “Y acontecía que, mientras el espíritu malo estaba sobre Saúl, David echaba mano del salterio, tocaba con sus manos, golpeaba sus cuerdas y le hacía bien a Saúl, de modo que le abandonaba el espíritu maligno” (1 S 16,22). He dicho estas cosas, por aquello de que pudiera parecer banal lo que está escrito: “Y llegó el Espíritu de Dios sobre él”.

La profecía de Balaam

1.4. Por lo cual nosotros, según la idea que habíamos expresado en la exposición anterior (cf. Hom. XIV,4.1), también ahora intentaremos explicar que la persona de Balaam simboliza a los fariseos y escribas, y a los que son semejantes a ellos. Pero ¡ea! veamos ya las palabras de su profecía, que, como está escrito, pronunció una vez recibida su parábola (cf. Nm 22,28 ss. y 23,7).



[1] Explicuit, que no significa que el lector diera explicaciones breves, sino que se refiere simplemente al desarrollo de la lecturas (cf. SCh 442, p. 190. nota 1).

[2] División que añadimos a la ed. de SCh.

[3] Lit.: alma…, almas.

[4] El texto hebreo lee: Desde Sitim hasta Gilgal, en tanto que la LXX trae: Desde las cuerdas (schoiníon: cuerda de junco, cuerda, cable) hasta Galgal. Cf. SCh 442, pp. 192-193, nota 1.